Por Guillermo Caviasca.
El 22 de junio pasado falleció en Buenos Aires Roberto Fornari, quien formaba parte del Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social (MULCS). Unas líneas para un compañero que “nunca perdió su espíritu de lucha”.
Conocí a Roberto en la primera mitad de los noventa, cuando la noche menemista parecía cubrir todos los espacios, cuando muchos se quebraban, aceptaban que la revolución había sido un sueño, o simplemente se retiraban a una vida privada.
La primer actividad que recuerdo haber realizado con él fue en 1994, cuando el 8 de octubre impulsamos un acto en el Aula Magna de la UTN de la Ciudad de Buenos Aires en homenaje al Che. No fue cualquier acto, fue un acto de reafirmación revolucionaria, de reafirmación de nuestra voluntad de luchar, de hacerlo en la calle, aunque fuéramos pocos y nos vieran como “anacrónicos”.
Allí estuvimos en ese entonces unos 400 compañeros de Descamisados, el MPU Quebracho, Patria Libre, el Partido de la Liberación y la Corriente Marxista Leninista del partido Comunista. Por esta última habló Roberto.
Fue consecuente con el discurso y el espíritu que animaba esa resistencia, porque puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que en todas las luchas de esos años la Corriente y después Refundación Comunista estuvo presente impulsando, y no frenando ni claudicando, ante los cantos de sirena de las opciones socialdemócratas, tibias y resignadas.
Pero Roberto tampoco era sólo un luchador sanguíneo, por el contrario, él era un hombre que buscaba la construcción de una línea y una ideología que permitiera rescatar, “refundar” al comunismo en nuestro país. Un comunismo que sirviera a la Liberación de la patria y la emancipación de los trabajadores; o sea, no cualquier comunismo. Porque hoy las palabras que otrora fueron claras deben ser precisadas.
Por eso, con ese espíritu de que la lucha debía ir acompañada de la construcción de una organización política definida, siempre discutía, debatía, en el seno de nuestro campo, para que esa lucha no fuera “luchismo”, no quedara en una lucha justa pero que no se pudiera proyectar hacia el poder.
Roberto, y los compañeros que encabezaba, fueron siempre un ejemplo de solidaridad, pero tampoco cualquier solidaridad. Es importante señalar que fue no sólo de principios, sino una solidaridad política que compartía la interpretación de los porqués de los conflictos, aun al interior de nuestro mismo campo. Una solidaridad que expresaba la voluntad de unidad hacia el futuro, hecha carne en las peores o más complejas situaciones.
En los últimos tiempos, cuando ya el cáncer agredía su cuerpo impiadosamente, Roberto Fornari no perdió lo que era su cualidad más destacada: su espíritu de lucha. El espíritu de emprender con optimismo y entusiasmo cada una de las tareas en las que nos encontrábamos para realizar en común. Aun políticas cuya realización parecía dificultosa o de pocas probabilidades de éxito. Una, dos, tres veces el cáncer lo atacó y nunca dejó de militar, de hacer planes y de desplegar políticas, de construir mientras el físico le permitía estar en pie y, siempre, con la esperanza en el futuro.
Su fallecimiento deja un espacio vacío. Para los que lo conocimos y apreciamos sabemos que ese espacio se notará. Pero tenemos de él un gran recuerdo, un recuerdo militante que es el que hace que los hombres vivan más allá de su muerte. Sabemos también que cualquier muerte no es lo mismo, que la desaparición de los que militan por ideales de justicia merecen nuestro homenaje. Y que si existe un lugar mas allá de la historia donde el espíritu de los que luchan continúa vivo, es en ese lugar donde estarás. Un gran abrazo compañero Roberto Fornari.