Por Leandro Frígoli
Walter González Penelas es un poco menos que olvidado poeta uruguayo. Hoy Marcha lo recuerda con una reseña que pretende rescatarlo. Pase y conózcalo, a casi 50 años de la edición de Elegía y otros poemas.
El poemario Elegía y otro poemas (1956) del escritor uruguayo Walter Gonzalez Penelas, no sólo es un informe sobre la mirada del mundo sino también del acto de percibirlo y el instrumento concreto de percepción humana al servicio de la poesía. Es un sustrato existencial netamente poético que recorre sus dolores y sentidos más estructurales, como la conciencia y la belleza. La poesía que materializa es rápsodica, ya que tiene un movimiento hacia lo entrañable, a lo ínfimo e íntimo de su ser.
El autor en este libro elabora una poética de eternidad natural parangonada con la cosmología. Establece un yo subjetivo con impronta personal y una vibración emotiva que hace que las palabras persistan más allá de su pronunciación. Es decir, su yo poético es garante de autenticidad y transparencia. Él, más allá de sus palabras, refleja el dolor existencial, la muerte iniciada en lo desconocido.
Por ejemplo, en la “Elegía 9” inicia una relación imaginada con la muerte, en virtud del fallecimiento en temprana edad de su padre, donde establece una visión mítica sobre ella: “La soledad se inicia de un modo tan extraño” y “La memoria de mis ojos es la tristeza de todo color. Una plazuela lluviosamente verde y el perfil de mi madre y el abuelo que vino con galera para la solemnidad de mi abandono, una galera negra, negra, negra, sentado allí, a la vera de la muerte”. Un movimiento constante, un fluir que desbroza los caminos de las preguntas metafísicas que rondan los subterfugios de la mente humana desde tiempos imemorables. Siempre se vuelve al comienzo y a lo magno, como por ejemplo, en la “Elegía 3”: “Ese extraño fluir, ese desprendimiento de mí para siempre”.
La “Elegía 5” es una manifestación y un patente riesgo de definición sobre el lenguaje a la vez que una constelación de sentidos en movimiento hacia la muerte, por ejemplo: “Le he puesto piel a mi sombra para andar por el mundo, de ahí que tenga, todavía, una señal entre los hombres y disimule bastante bien mi ausencia”.
Con el objetivo de hacer visible su obra en esta actualidad bastante trunca de sentidos, de emociones y despliegue estético en las producciones artísticas, suscribo que el poemario Elegías y otros poemas es para la humanidad una penetración en lo esencial, ya que indaga en la sustancia humana. Escuchamos y somos escuchados. Una perfecta maduración de la emoción poética y por lo tanto de su producción artística.
Señor Lector, bienvenido a este viaje. Imagino que no se lo va perder.