Por Emiliano Scaricaciottoli.
El Día de la Bandera Nacional amaneció con la certidumbre de un nuevo recital de Almafuerte en el Malvinas Argentinas. Con nuevo disco solista y la religiosidad de sus hordas se ejecutó el acto patrio más grande del heavy argento.
La canción dice “Patria, Bandera y sentir nacional”. Operé conmutando: Iorio llena, desborda (hasta por exceso, sus excesos) esa frase nominal amplia, difusa y compleja de “sentir nacional”. Si bien no tienen el carácter de misas, hay una liturgia que la masividad de sus dichos en radio y TV no ha podido soslayar. Sabíamos que iba a sonar el himno nacional más de una vez, y hasta por propia iniciativo del público. Sabíamos que al mismo tiempo que se recordaba la gesta de Manuel Belgrano, los caídos en San Gerónimo y Paraguay, los héroes de Malvinas, al mismo tiempo, siempre al mismo tiempo, sonaba- a metros- el ‘Leo Mattioli” del reggae pampeano (¿?), Dread Mar I y se efectivizaba la muestra de Ciudad “Detergente” 2015 #GraciasGustavo, en homenaje a Cerati.
Hace muy pocos días Iorio sacó su tercer disco solista luego de sorprender (gratamente) con las versiones de Pappo’ s Blues, Almendra y Miguel Abuelo (entre otros) en Ayer deseo, hoy realidad (2008) y de su epidíctico a Edmundo Rivero Tangos y Milongas (2014), sin contar, claro, el binomio con Flavio Cianciarulo (bajista de Los Fabulosos Cadillacs) editado en 1997, Peso Argento. El sello Dejesu, por el cual Atesorando los cielos (2015) dio a luz, implicó un acto de resistencia en la circulación y edición de música independiente en pleno 2001. Ricardo Iorio y su manager Marcelo Caputo crearon esta base de operaciones que garantiza versionar temas de Roxette, Black Sabbat y Budgie sin piedad y poner en escena la grandiosa guitarra (“Guitarrera”) de Carina Alfie.
Pero aun sin casi mencionar su nuevo material discográfico, Iorio enciende otro motor, el de Almafuerte. Y no es un recital más. La iconografía es muy sencilla, tan sencilla como poderosa: dos escarapelas gigantes, una bandera argentina que nos encierra en herradura, y un mástil con la bandera escolar al costado del escenario. Sin toda la parafernalia artesanal alusiva a la fecha, se sabe igual que las estrofas del himno argentino son vitales para iniciar el rito. Es la cosecha de un predicador condenado a cargar con la cruz de la exposición pública y de la referencia capital de tres generaciones que se acercan a escucharlo cantar y maldecir la coyuntura: “Si hay algo prohibido [en Argentina] es darse cuenta”. Lapidario.
La lista de temas, íntegramente diseñada por Claudio Marciello, tuvo como consigna recordar y reflexionar sobre lo prohibido, lo censurado, lo omitido del pecado atroz de sentirse argentinos en tiempos de la mega-post-archi globalización de la vida, desperdigamiento natural(izado) de las identidades, celebración del pastiche que las mega corporaciones de la música distribuyen en las ex cadenas de venta discográfica (“Musimundo ahora vende lavarropas”, Iorio dixit), y apertura de espacios culturales bendecidos por Ignacio Copani y la actual ministra de Cultura de la Nación, siempre preocupada en los “autopagos” de contratos.
El reverso de la noche fueron los invitados. El primero en acercarse al escenario fue el bahiense Marcelo Brey, bajista del nuevo proyecto solista de Iorio y siempre muy recomendado por Marciello. Luego, devolución de gentilezas con Luciano Napolitano-que de lejos es, ¡la concha de la lora!, Pappo, aunque a él seguramente le moleste- para interpretar “Donde está mi corazón” del disco Toro y Pampa (2006) con un solo soberbio y digno. Por último, grandes amigos de la banda: el Mono y Mike de Kapanga. El vínculo con Iorio se había generado por su participación en Todoterreno (La Película), el film de la banda quilmeña allá por 2009. En esa oportunidad Iorio era “el Dios del asado”. En esta, el referente más grande de un movimiento que jerarquiza al heavy argentino y que ya supera la especulación de un inflamiento mediático. Almafuerte ha adoptado la forma más pura del General: ser un movimiento.