Por Noor Jimenez Abraham* / Foto por En La Vuelta
Año tras año, el Encuentro Nacional de Mujeres es el hecho mediático masivo más invisibilizado. Por eso, la marcha del 3 de junio es histórica. Estuvieron las que antes no salían a la calle, las que miraban con recelo a las que luchaban. Estaban ahí, por los derechos de todas.
“Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de matar” se escucha en los Encuentros Nacionales de Mujeres que se desarrollan desde hace 30 años en Argentina. Cada octubre, federalmente, una ciudad distinta del país recibe por los tres días que durará la convocatoria más invisibilizada de Argentina, a miles de mujeres que atraviesan la incomodidad de autogestionarse la modificación de sus vidas.
Por eso, #NiUnaMenos está precedida por centenares de vacas sagradas que confluyeron para gestar un 3 de junio de 2015 histórico. Son las amas de casa, obreras, profesionales, estudiantes y todas las manifestaciones que caben a las mujeres, que decidieron romper las barreras de las distintas formas de sometimiento para militar por los derechos de todas en una experiencia que es única en el mundo.
La punta del iceberg de la violencia hacia las mujeres que es el femicidio pero que tiene una base grande, dura, pesada y que está oculta, irrumpió en la superficie para empezar a disolver las estructuras que la sostienen. Su gestación fue lenta, interna, como un volcán, de a poco, de a muchas, con calor.
La historia
La invisibilidad de los Encuentros Nacionales de Mujeres en los medios de comunicación masiva y así en el conocimiento popular, también fue viendo crecer otras manifestaciones: la Marcha de las putas, contra el acoso callejero; la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito; las de las organizaciones contra la trata de personas, que interpelan al compromiso de la sociedad en la demanda sexual; las redes de periodistas en pos de un relato inclusivo, con decálogos que recomiendan coberturas con mirada de derechos humanos para temas de violencias hacia las mujeres.
Y como en los Encuentros Nacionales, el 3 de junio se vio a muchas, muchas mujeres, de esas que siempre militan; ellas suelen llorar, gritar, aplaudir, hacer sonar sus silbatos, sus parlantes, bailar, pintarse el cuerpo, llevar sus pañuelos verdes para manifestar a favor del aborto, hacer arte popular en todas las manifestaciones en las que aclaman por sus derechos. Esta vez, sobrepasando las dimensiones de otras experiencias en cuanto al público que las contemplaba, lo hicieron frente a los ojos de otras tantísimas más que desconocían la lucha y se asombraban con emoción al descubrir ese mundo militante.
Y también como en los Encuentros Nacionales de Mujeres, muchos hombres acompañaron, con su presencia, con su mirada mezcla de escozor y de autocrítica, al igual que los niños y las niñas que van allí porque sus madres son sus primeras y esenciales cuidadoras y realizan parte de sus actividades como las canguras, y también porque así nacen las nuevas masculinidades y femineidades.
Los Encuentros Nacionales de Mujeres son una experiencia transformadora, es el #NiUnaMenos por tres días y 24 horas, sumada a la preparación previa por conseguir recursos para viajes autogestionados y los debates en las más de 50 comisiones de trabajo. Las mujeres entonces, arman sus redes, para viajar, para comer, para hacer política, para luchar.
La militancia
“Qué momento, qué momento, /a pesar de todo /les hicimos el Encuentro”, dice otro de los cánticos en alusión directa a la resistencia que suelen presentar los gobiernos locales ante la posibilidad de que una horda que usualmente se aproxima a las 30000 personas analice los casos por los que ese punto fue elegido por las situaciones de violencia acontecidas con respecto a mujeres en esa zona.
“Allí vienen esas locas, que rompen y ensucian, esas putas”, suelen retratar los medios vernáculos, por temor a las que escriben las vidrieras, sus cuerpos y las veredas, con consignas contra los parámetros de belleza obligatorios y que reclaman por los derechos de mujeres judicializadas como Romina Tejerina.
“Si el Papa fuera mujer, / el aborto sería ley”. Entonaciones con las que se alude al debate pendiente, ése que es el más difícil, porque es el que nunca se da y que alude a la intromisión de la Iglesia Católica en los asuntos que son transversales a la salud, los géneros y la política.
La militancia de las mujeres que atraviesan la incomodidad de querer ser libres y que como punto unificador podría resumirse en el Encuentro Nacional de Mujeres, y la mirada de algunos hombres, también, que las escoltan en las tradicionales marchas de la tarde del domingo. Ellas todas salen con pancartas, consignas, expresiones callejeras, manifestaciones corporales. Ellas pasan y ellos observan en un cortejo de costado, algo temerosos, pero también con admiración.
La transformación
Nadie vuelve de esa experiencia tal como fue la primera vez, porque transforma de pies a cabeza, y hermana a congéneres con el desafío a un patriarcado que se había empecinado en enseñarles que no podían confiar las unas en las otras.
Los Encuentros Nacionales de Mujeres interpelan a los modos patriarcales, son plurales y horizontales, se debate, no se vota, se llega a consenso y son verdaderamente democráticos. Hay lugar para la pluralidad de las representaciones y se escuchan todos los reclamos, porque como lo dice su lema, “El Encuentro somos todas”.
Las mujeres que concurren a los Encuentros Nacionales desconocen patrones culturales que pretenden someterlas, y lo refuerzan en cada pintada, en cada grito de su consigna “Mujer bonita es la que lucha”. Sin dudas, el 3 de junio será tomado como un punto de inflexión en el reclamo por los derechos de las humanas, tal vez, hasta para agregar a las efemérides, junto al 8 de marzo y a otros días de concientización sobre vulnerabilidades.
El día después
¿Qué pasa entonces ahora que popularmente el discurso sobre violencia de género ha sido aceptado? ¿Cómo serán los posicionamientos frente a este nuevo paradigma? Porque de verdad pareciera que se establece un punto de inflexión en la conciencia social, pero también es factible que se corra el riesgo de vaciarlo de contenido si no se ancla en esa historia social previa que ha parido –término que también analizan las feministas en cuanto a la maternidad obligatoria- manifestaciones como la de #NiUnaMenos.
Antes las víctimas temían estar solas en sus denuncias, pero ahora ¿habrá quienes querrán adueñarse de sus reclamos?, ¿cómo se adjudicarán el derecho de hablar por ellas? La oscilación de un extremo al otro es una de las posibilidades: de la invisibilización a la frivolización en una sola foto, porque es lo políticamente correcto, y nada más.
La poca fundamentación del tema, que sea tratado mediáticamente en forma masiva y sin conocimientos, puede llevar a perjudicar los buenos propósitos. Parafraseando a Joan Manuel Serrat, sería como un: “…Vamos bajando la cuesta que arriba en la marcha se acabó la fiesta”.
La convocatoria #NiUnaMenos ha sido una instantánea que plasma algo de la historia de los movimientos antipratiarcales que desde hace mucho tiempo se militan en el país, sin distinciones de partidos políticos, espacios, géneros, edades, situaciones sociales, etnias. La imagen recorrió el mundo y atravesó las sensibilidades. Movió estructuras. La militancia es de seguro que va a seguir, como lo hizo previamente, con este recorrido.
Las demás personas, ahora, ya despiertas, no podrán alegar desconocimiento. El próximo paso será trascender la plaza, dar vida a la foto y modificar las realidades, desde las casas, las calles, las escuelas y las oficinas. Y que se vuelva costumbre, para que, nuevamente parafraseando a Serrat, no se cumpla lo de tantas veces y sea solo un: “Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”.
*Doctora en Ciencias de la Comunicación Social