Por Jonathan Vera desde Constitución, Chile
Una mirada sobre el acontecer social en Chile con la Copa América como telón de fondo.
Ha llegado el mes de junio a Chile, el invierno se asoma a pasos agigantados y en el horizonte se divisa muy cercano el evento que muchos hinchas de nuestro continente esperan: la Copa América. Los medios de comunicación muestran la efervescencia de la población local: todos pendientes de “la Roja”, de las ofertas que ofrece el retail para renovar televisores y estar atentos a la “fiesta de América”.
Estadios renovados en varias regiones del país, la presencia de Messi en La Serena más la visita de la “verde-amarela” y Colombia con todas sus figuras al siempre frío y húmedo Temuco son las cartas del torneo para despertar la emoción y cautivar la atención de las y los chilenos. Pero algo no anda bien en los cálculos de los organizadores y el gobierno. La ya clásica anestesia futbolera, que tiene como punta de lanza la participación del combinado chileno en alguna competición internacional, no ha dado los réditos esperados y, como se diría por acá, “la Copa América no calienta a nadie”. Todo esto a pesar de ser los organizadores del torneo tras 24 años.
Chile, país que nunca ha levantado el trofeo de selecciones más antiguo del planeta, para esta edición presenta sus credenciales de candidato. El tener a dos jugadores disputando la final de la Champions League el pasado fin de semana (Vidal de titular en la Juventus y Bravo en el banco de suplentes del Barcelona), sumado a las actuaciones de Sánchez en el Arsenal inglés, llaman a la ilusión a una hinchada que espera que con la localía se acaben las victorias morales y al fin el fútbol chileno tenga una copa que mostrar al mundo. Pero con todo lo anterior, “la copa no calienta a nadie”.
¿Cómo explicamos el fenómeno? Es muy sencillo: para un número importante de chilenos la situación del país no ha sido normal durante las últimas semanas. Para empezar, a la fecha los profesores del sistema público chileno comienzan la segunda semana de paro indefinido para exigir al gobierno que retire del parlamento el proyecto de “Carrera docente”, el cual no contempla las demandas más sentidas del magisterio local (alza en los salarios, fin al agobio laboral entre otros) y se diseñó sin la participación de los mismos. Esto lleva a que miles de niños y jóvenes no acudan a sus centros de estudios, ante lo cual el gobierno ha respondido deslegitimando la acción de los profesores, responsabilizando a estos de la situación actual, incluso culpando a los docentes de la deserción de alumnos del sistema público por el exceso de “tomas y paros”. De ahí en más resulta lógico que los pedagogos sigan movilizados hasta que el gobierno retire el proyecto de ley y converse con ellos sobre la carrera profesional docente. Y de paso, que el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, deje de visitar los matinales televisivos denostando a los docentes, dejando entrever que todo la movilización es solo para “evitar la evaluación de desempeño” que propone la ley.
En el Congreso chileno también sigue en discusión la reforma laboral, proyecto emblema de la administración Bachelet, el cual también causa escozor en gran parte de la dirigencia sindical ya que en cada discusión que se da desde el gobierno y sus parlamentarios terminan estas favoreciendo el interés de los empresarios, en desmedro de la negociación colectiva por rama. Una vez más, la Nueva Mayoría (coalición gobernante) vuelve a mostrar que le interesa más mantener tranquilos a los empresarios que ponerse en el lugar de los trabajadores, quienes participan tan solo del 35,8% del Producto Interno Bruto del país.
Pero en la sede del Parlamento en Valparaíso y en La Moneda están muy lejos de vivir días felices. Los casos de corrupción suman y siguen involucrando a diputados, senadores y ministros en ejercicio o que han tenido que dejar su cargo por la presión social. Bachelet, quien sufre con la más baja aprobación de sus dos periodos presidenciales (un mísero 26%), ha buscado fórmulas para poder, según sus propias palabras, “volver a recuperar la confianza de los chilenos”.
Dichas medidas comenzaron con la salida del gabinete de su ministro del Interior y brazo derecho Rodrigo Peñailillo, acusado de recaudar ilegalmente fondos para la campaña presidencial a través de la empresa del ex yerno del dictador Augusto Pinochet. El cambio de gabinete no le dio los resultados esperados a Bachelet, ya que uno de sus nuevos ministros, el hasta su nombramiento diputado Jorge Insunza, había realizado estudios a empresas mineras, mientras era el presidente de la Comisión de Minería de la Cámara de Diputados. El evidente conflicto de interés provocó que Insunza tuviera que renunciar a tan sólo 28 días de asumir. La falta de prolijidad en su elección y la evidente corrupción que significa ganar dinero realizando estudios a empresas mineras que él mismo debió fiscalizar, deja aún más instalada la sensación de que “ningún político se salva” entre la mayoría de los chilenos.
Pero la ola de corrupción no para. Estas semanas ha quedado en evidencia que la ley de pesca, aprobada durante la administración Piñera, fue discutida y aprobada por diputados y senadores que paralelamente estaban siendo financiados por los grandes consorcios pesqueros como Corpesca. Por lo anterior, el senador Jaime Orpis y la ex diputada Marta Isasi (ambos del conservador partido Unión Demócrata Independiente) están siendo acusados y juzgados por el delito de cohecho. Por lo perjudicial de ley y lo sucio de su origen, los pescadores artesanales han comenzado a reunir firmas para exigir la derogación de la normativa pero, como cuento repetido, el gobierno sigue haciendo oídos sordos a dichas peticiones.
¿La Copa prende o no prende? Hoy comienza a rodar la pelotita. El gobierno y los parlamentarios esperan con ansias el inicio del torneo con la esperanza de que Chile alce la copa y la gente olvide el gris panorama político actual.
Docentes, estudiantes, pescadores y un número cada día más grande de chilenos y chilenas comienza a cantar, como si estuvieran en una de las canchas de la Copa América, un grito que atemoriza a muchos pero que esperanza a miles: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.