Por Paula Sabatés*. Este corto del realizador chileno sale del montón, a pesar de que la historia que cuenta es trillada y por momentos frágil. Lo hace por lo sorprendente de su contenido visual, en el que se destacan efectos, una gran calidad de imagen y una interesante organización de planos.
Benjamín tiene plata, un buen trabajo y un departamento con esos decorados minimalistas al extremo, que hacen que a su lado cualquier casa parezca de mal gusto. Todas las mañanas se baña, se perfuma y alimenta su ego frente al espejo. Todas, excepto la que retrata “N.N”, cortometraje del realizador chileno Brian Luco, que dura 22 minutos y puede verse en varios portales de video gratuito. Esa mañana Benjamín se olvida sobre la mesa la cédula de identidad. Desde que abandona su departamento hasta que vuelve a él, en busca de respuestas y luego del peor día de su vida, será un auténtico NN (del latín nomen nescio, “desconozco el nombre”): en su lugar de trabajo no lo reconocen, en la calle nadie parece verlo y los números que tiene agendados en su teléfono celular “no corresponden a un abonado en servicio”.
Con las actuaciones de Santiago Tupper, Francisca Opazo, Álex Hofmann y Otilio Castro, el filme opone “identidad pura” y “alter ego” (como si fueran dos caras de una misma moneda), haciendo de este último un enemigo frecuente al que el sujeto debe intentar destruir, a veces literalmente. La cédula de identidad olvidada en la billetera, causante de la pérdida de esa identidad real, se presenta como una viva crítica a la fragilidad de la construcción de un sujeto como tal, en una sociedad donde las personas parecieran ser simplemente un número, o una huella digital. La última escena, además, pretende dar a entender que este mecanismo se repite con todas las personas, que tarde o temprano encontrarán ese vacío existencial que ahoga al protagonista.
Narrativamente es donde “N.N” encuentra sus mayores desaciertos. Si bien el director logra contar el conflicto y la resolución en el limitado tiempo que posee, sin que quede nada afuera, y por más de que la idea que se quiere contar quede clara para el espectador, ésta no es lo suficientemente fuerte como para acompañar la parte visual del filme. El argumento es trillado (quizás no del todo el final, es cierto) y la actuación y los diálogos que lo acompañan también lo son. Además, se explicita verbalmente el mensaje moralista en una escena, que encima no es la última (si así fuera, todavía…), lo que entorpece al desarrollo de la ficción. También lo hace el sonido, a cargo de Rodolfo Vivanco, que en la mayoría de las escenas no acompaña la situación mostrada y en otras es tan gráfica que desentona.
Visualmente, no obstante, la producción es sorprendente (la fotografía y la edición son de Carlos Villanueva). Resaltan ciertos efectos de imagen, la calidad de filmación -envidiable, realmente, para cualquier corto de poca financiación- y las tomas que parecen sacadas del cine de la Nouvelle Vague por lo abrupto de sus cortes internos, entre otras cuestiones técnicas y estéticas. También posee una interesante organización y sucesión de planos, que no responden a los modos clásicos (abundan los primeros planos -varios de ellos con miradas a cámara del protagonista- pero también los plano secuencia, muy bien utilizados narrativamente).
Por eso, más allá de todo, son de destacar los bien logrados climas de suspenso y el ingenio en el diseño del montaje, que le permite a “N.N” no ser un corto de ficción más del montón (y sí que hay un montón). Lo que demuestra, a fin de cuentas, que el cine es mucho más que una buena historia. También, y fundamentalmente, es el arte de saber contarla.
*Nota publicada por gentileza de Agencia NaN (http://agencianan.blogspot.com.ar/)