Por Leandro Albani
Los pueblos de Turquía votaron y castigaron al presidente Erdogan. El movimiento kurdo y la izquierda turca lograron 80 diputados en una elección histórica. Las incógnitas del futuro.
Los resultados en las elecciones a diputados que se realizaron el domingo en Turquía mostraron dos hechos concretos que tendrán consecuencias a futuro en una de las principales potencias emergentes y miembro estelar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La primera consecuencia fue el retroceso del partido Justicia y Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), liderado por el presidente Recep Teyyip Erdogan. Por más que el mandatario encabezó la campaña electoral, violando las normas que rigen esa contienda en el país, el AKP no logró la mayoría parlamentaria, que buscaba con insistencia para alcanzar una polémica reforma constitucional, pero también para blindar el poder de Erdogan y su organización islámica.
El AKP obtuvo el 40,8% de los votos, con 258 escaños de los 550, perdiendo casi tres millones de votos y la mayoría absoluta en el Parlamento. En un comunicado, Erdogan reconoció que los “resultados actuales no permiten a ningún partido formar solo un gobierno”. El mandatario afirmó que en “este nuevo proceso, es de una importancia crucial para todos los partidos políticos actuar con la sensibilidad necesaria y adoptar una actitud responsable para preservar el clima de estabilidad y de confianza, así como nuestros logros democráticos”.
El llamado a la unidad de Erdogan es un intento por mantener a flote un modelo político y económico marcado por el neoliberalismo, una alianza férrea con Estados Unidos y un proyecto de injerencia regional, como sucede en Siria, donde el gobierno turco acumula denuncias por armar a los mercenarios del Estado Islámico (EI) y buscar a toda costa el derrocamiento del presidente Bashar Al Assad, además de cortar la experiencia política que se desarrolla en el norte sirio, encabezada por la guerrilla kurda vinculada al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Tanto el partido Republicano del Pueblo (CHP), que logró 132 escaños, como el partido de Acción Nacionalista (MHP), que alcanzó los 82 diputados, negaron una posible alianza con el AKP. Desde ayer, en Turquía se abrió un período de 45 días en los que se intentará formar un nuevo gobierno, algo que parece improbable luego de la derrota de Erdogan. Aunque también es posible que las fuerzas islamistas alcancen un acuerdo con el actual gobierno para intentar sostener el actual modelo.
Un paso hacia adelante
Con el 13% de los votos, equivalente a seis millones de personas, y con 80 puestos en el Parlamento, el gran ganador de las elecciones fue el partido Democrático del Pueblo (HDP), ligado al PKK y conformando por el pueblo kurdo en alianza con sectores de izquierda y progresistas.
Con 20 millones de kurdos que habitan el sureste de Turquía, el HDP se presentó por primera vez en los comicios. En las anteriores elecciones sus postulantes se presentaban como independientes debido a que esas candidaturas no tienen la obligación de superar el 10% de los sufragios estipulados por la ley.
En una intensa campaña electoral, el HDP recibió duras críticas del propio Erdogan y sus locales partidarios sufrieron más de 60 atentados en los últimos meses. Con el ingreso de los 80 legisladores a la Asamblea turca, el movimiento kurdo tendrá una posibilidad real de impulsar los acuerdos de paz entre el gobierno y el PKK. En la actualidad, los diálogos se encuentran estancados ante la negativa del Ejecutivo de resolver un conflicto interno que lleva década y le costó la vida a miles de personas. Aunque el PKK se retiró de las montañas del sureste turco y mantiene el alto el fuego, la administración de Erdogan niega de forma permanente un acuerdo de paz.
Conocidos los resultados, el co-presidente del HDP, Selahattin Demirtas, negó que su partido llegue a una alianza con el AKP para conformar un nuevo gobierno. El dirigente expresó que las elecciones fueron “una victoria conjunta de la izquierda” y agradeció a las millones de personas que respaldaron a la organización. Demirtas explicó que pese a que los comicios “no han tenido lugar en un ambiente libre y democrático”, y de las presiones y agresiones del gobierno de Erdogan, “nos hemos unido las personas empobrecidas y oprimidas de este país bajo la bandera del trabajo, la paz, la justicia y la libertad”.
Demirtas aseveró que los comicios finalizaron “con la victoria de las personas que luchan por la libertad, la democracia y la paz, y han sido la derrota de los que favorecen el autoritarismo, la arrogancia y el totalitarismo. Es la victoria de todas las identidades étnicas oprimidas y de las religiones como la aleví, sunnita, cristianos y judíos que conviven en Turquía. Esta victoria es de los trabajadores, desempleados, campesinos, agricultores y de todos y todas los explotados. Es la victoria de todos los que quieren una constitución democrática, pluralista y civil en favor de la paz y la libertad. Ante todo esta victoria pertenece a las mujeres y a todos los que quieren vivir con honor”.
En medio de la euforia del triunfo del HDP que colmó las principales ciudades del Kurdistán turco, el futuro de ese movimiento se definirá en el transcurso de los meses. El HDP no sólo debe presionar para que se alcance un acuerdo de paz, sino legislar con coherencia y profundizando una política que ya aplica en las 100 alcaldías que dirige en el sureste del país. Con errores y aciertos, el HDP tendrá la responsabilidad de contrarrestar los ataques del Estado turco contra el pueblo de Kurdistán, como también demostrar su capacidad de gestión para mejor la situación de su pueblo. Por supuesto, el HDP encontrará trabas en el camino, algo que el gobierno de Erdogan ha impulsado en estos 13 años en el poder. Diputados kurdos arrestados o forzados al exilio son solo un ejemplo de la política represiva del AKP. A su vez, el HDP saltó el umbral territorial y logró erguirse como tercera fuerza en Estambul, traccionando votos de los partidos tradicionales y demostrando la efectividad de su alianza con la izquierda.
La llegada del HDP al Parlamento también es un espaldarazo para la guerrilla kurda que defiende el norte de Siria e intenta desarrollar un gobierno autónomo, basado en la formación de comunas y desligado tanto del Estado Islámico como del gobierno de Al Assad.
La principal incógnita que sobrevuela al HDP es si podrá lidiar con las instituciones turcas, la burocracia estatal y un sistema partidocrático férreo. Y si sus políticas llevarán a una profundización de la “victoria conjunta de la izquierda” o se verán atrapadas en la telaraña del status quo de Turquía. Lo que es claro es que el triunfo del HDP es un importante avance para el pueblo kurdo en su búsqueda de libertad y democracia, pero no sólo en territorio turco, sino también en Siria, Irak e Irán.
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