Por Noor Jiménez Abraham* / Foto por Constanza Portnoy
En vísperas de la movilización que se hará el 3 de junio y que recorrerá el país en el pedido de que se ejecuten las acciones necesarias para detener las violencias contra las mujeres, no todas las voces parecen sonar iguales. ¿Qué pasa con las y los neomachistas? La exigencia al Estado para que se involucre y porqué una sociedad igualitaria será en beneficio de varones y de mujeres.
Ante la difusión de los casos de femicidio que han salido del lugar oculto de las cuatro paredes de una habitación, el tema por momentos parece frivolizarse en algunas de las expresiones ,como suele suceder cuando se habla de una propuesta a la que a ciertos sectores les resulta políticamente correcto adherir, más allá de no haberse involucrado en forma efectiva.
¿Por qué ahora? Luego de tanto tiempo en que militantes por los derechos humanos y, más específicamente, que quienes abogan por los temas de género, pidieran que los delitos relacionados con la violencia hacia las mujeres se corrieran del ámbito de lo privado y del mito de que resultan situaciones naturales en las que el Estado no debía involucrarse, gran parte de la sociedad pareciera haber tomado conciencia de la gravedad de la situación.
Si bien ha habido un cambio en la normativa en estos últimos años: la Ley de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales -26485, de 2009-; la Ley de Prevención y Sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas -26364, de 2008-; el decreto que prohíbe los avisos de oferta sexual en medios de comunicación -936, de 2011- y la Ley de Servicios de Comunicación Audovisual -26522, de 2009- que en su artículo 3 M habla de la discriminación mediática hacia las mujeres-; uno de los puntos de la concentración que sostiene la consigna #NiUnaMenos, será pedirle al Estado que se involucre en la plena ejecución de tales reglamentaciones.
El rol del periodismo en la transformación de las miradas
El periodismo es la institución que esta vez tomó la iniciativa del reclamo, lo que muestra su capacidad para instalar agendas, su poder de llegada como aliado para cambiar la mirada sobre los hechos, y también su rol como herramienta de educación no formal.
Mucho tiempo llevó que los propios medios de comunicación desinstalaran el concepto de crimen pasional que revestía de un amor tan grande e incontrolable como para rebasar la propia voluntad lo que es el delito de matar a alguien que se rebela frente al mandato de un varón que se considera dueño de una mujer.
Sonó el reclamo de la sociedad civil, también, ante una ley de trata de personas, que si bien resultaba un avance legislativo, todavía pretendía que una mujer, sólo por tener más de 18 años, tuviese que probar que no había consentido su propia esclavitud.
Con el femicidio como agravante en el Código Penal desde el 2012 para los homicidios de mujeres, y una ley contra la trata de personas modificada en ese mismo año que pone su mirada en la reparación de la mujer que ha estado en situación de víctima, aún resta trabajar una de las aristas más importantes del problema de la violencia contra las mujeres: la transformación de la mirada patriarcal.
Resulta imperante entonces el recorrido que lleven esos hombres que cometieron el delito. Y la necesidad no reviste el carácter personal de cada caso por amarillismos o especulaciones, sino porque un costado esencial para acabar con el flagelo es desandar el camino del machismo.
Aquellos varones que determinan bajo órbita de su decisión la facultad de una mujer para estudiar, relacionarse con otras personas, romper el vínculo con ellos y cualquier acto de autonomía que la aleje del perímetro que esos hombres han trazado, están exacerbando un delito antiguo en formas que cobran cada vez más violencia.
Ahora las mujeres son asesinadas en bares, en sus trabajos, en pleno centro de la ciudad, frente a sus hijos e hijas, y mientras pareciera que se visibiliza la conmoción y el espanto, surgen con más fuerza las consignas de algunos sectores que se definen como el “neomachismo”, entre los que no solo aparecen varones sino también mujeres.
¡Neomachismos a la vista!
Con frases como “Yo no soy feminista ni machista, yo creo en la igualdad” –con la que se ignora la historia del feminismo en la lucha por la paridad de derechos-, se refuerza la creencia de que cuando se piden las mismas oportunidades para las mujeres se ofende a los hombres. ¿Por qué? Ellos, porque deberán abandonar ese lugar de privilegio que durante tanto tiempo mantuvieron, sosteniendo como exclusivo todo el mundo puertas afuera de la casa; y ellas, porque adscriben al mandato de que la aprobación masculina será la llave para su bienestar y temen desagradar si sostienen consignas que los varones rechazan.
“¡Qué hiciste para provocar que te pegara?”, “si se quedan es porque les gusta”, “se lo buscó por ir vestida con un shorcito”, “si disfrutaste hacerlo, ahora no te quejes por estar embarazada”, “quieren dinero fácil, por eso se prostituyen”, “andá a lavar los platos”, “a todas las mujeres les gusta que les digan piropos, aunque les digan qué lindo culo que tenés”, “traéla vos la parrilla, ¿qué querés, que venga con putas encima también” y la retahíla de frases continúan justificando las violencias hacia las mujeres desde todos los sectores sociales.
La amenaza que significa desafiar al poder, aquél que siempre se tomó como incuestionable, que es así porque sí, no importan los argumentos -dado que es suficiente no ser mujer, ni haber elegido la homosexualidad y alejarse de lo trans-, puede resumirse en lo manifestado por la escritora y filósofa Simone de Beauvoir en su análisis sobre las expectativas sociales en cuanto al género: … “el más mediocre de los varones se considera un semidiós ante las mujeres”.
En días en que quienes resultan discrepantes del lema #NiUnaMenos -dado que con su actuar suelen reforzar estereotipos de género que perpetúan el dominio masculino e invisibilizan agresiones físicas, simbólicas e institucionales- se suman a la consigna de la movilización, pareciera conveniente subirse al carro ganador de un reclamo que ha suscitado gran interés social.
#ElAmorNoMata es otra de las frases con las que se busca concientizar especialmente a niñas y adolescentes de que los celos, la persecución y la posesividad son señales de relaciones peligrosas que en el país han desembocado en los 1808 femicidios contabilizados desde el año 2008 al 2014, según el informe anual de la Casa del Encuentro, ONG que realiza las estadísticas que no proporciona ningún organismo del Estado.
Los neomachistas, es decir, quienes han teñido discursos radicales con la mirada de victimización de los varones que sienten perder sus privilegios, se quejan porque no exista un día del hombre que los equipare al 8 de marzo y acusan a las mujeres de feminazis en la ignorancia de que una sociedad igualitaria será en beneficio de varones y de mujeres.
Mientras esperamos el día después
Con la movilización en ciernes y en la espera de lo que sucederá el día después con los reclamos para detener la violencia hacia las mujeres, es momento de resignificar que el motivo para no matarlas, ni violarlas, ni abusarlas, ni comercializarlas sea, ya no el que algunas consignas bien intencionadas explicitan en relación a que la víctima podría ser tu mamá, tu hija, tu hermana o tu novia, sino simple y contundentemente, porque son seres humanos.
Todas ellas, aunque elijan no ser madres, o no tengan hermanos o novios, o les guste el sexo con varias o muchas personas diferentes, o cualquier otra condición que suene desafiante a los mandatos, merecen respeto y el respaldo de una sociedad y un Estado que les garantice una vida digna y libre de violencias.
*Doctora en Ciencias de la Comunicación Social