Por Noelia Leiva / Fotos: Guillermo D’Ambrosio
La cantautora uruguaya llevó su formato acústico al sur del Conurbano con buenas interpretaciones y un manejo ameno del contacto con el público. Prometió volver.
A esa que por años fue una casa ubicada sobre Dardo Rocha, Monte Grande, en la esquina de una de las calles que desemboca en las vías del tren, la cantante uruguaya Ana Prada (44) la transformó en su propia casa. Es que con canciones de sus tres discos y dos de sus músicos, ofreció un recital acústico e íntimo para poco más de medio centenar de personas, nada parecido a los teatros que suele recorrer. “Este tipo de formato da para la anécdota, para el cuento. Se disfruta mucho”, le dijo la artista a Marcha antes de las casi dos horas de show a fuerza de garganta, guitarra y teclado.
Campera y rulos desordenados. Mientras los primeros pedidos marchaban desde la barra, ella compartía una mesa con su equipo y accedía a las fotos de los que llegaban puntuales. “Como en casa” es la propuesta con la que ya giró, junto al guitarrista Juan de Benedictis y al tecladista y arreglador Ariel Polenta, por la Patagonia, las sierras cordobesas y la costa atlántica. De más cerca, Prada canta mejor que en Youtube y tiene un manejo espontáneo y gracioso de la escena, incluso cuando los murmullos de algunas mesas -todo está tan próximo- se vuelven evidentes.
El espectáculo repasó temas de Soy Sola, Soy Pecadora y Soy Otra (por eso el lema de la gira es “Otra pecadora sola”), y se ganó los coros de los y las presentes. “¡Qué lindo es Monte Grande!”, enfatizó la visitante, que destacó que el cantante local Pablo Castagnino, sentado en una de las mesas de Café Dumas, la ayudó al inicio de su carrera en la difusión de su material en Buenos Aires. Chacareras, valsecitos y otros ritmos de Nuestra América sonaron con buenos coros de De Benedictis y las reminiscencias obligadas a historias de amor donde las mujeres no son dominadas: o dejan ir, o toman el toro por las astas.
Al revés que la mayoría de los intérpretes, la carrera de Ana no comenzó con un público acotado, una escena similar a la del último jueves en el sur bonaerense. En 2006, con su primer material discográfico, ella llevó “la carreta delante de los bueyes” graficó, porque primero tuvo las canciones y la promesa de grabar, luego armó su banda e inmediatamente salió a tocar frente a quienes ya se habían enamorado de su voz. Lejos de los shows masivos, la intimidad tiene su juego: “Nos divertimos muchos, nos permite conocernos más”, describió la psicóloga de Paysandú, ante la pregunta de este medio.
“Dónde vas a ir que no valgas” de su último disco y “Mientras tanto” de Soy Pecadora fueron de las que más acompañó el público, además de los clásicos “Brillantina de agua”, “Tentempié”, el tema de Fernando Cabrera “Dulzura distante” y “Cada mancha de tu cuero, que Prada le dedicó a su “yegua Celeste pero vale para otras bestias… bípedas”, dijo en chiste. El diálogo con los presentes, sentados a medio metro del escenario, es la clave de la apuesta. “Por la cercanía, la energía es otra. Todos los comentarios los escuchás, es todo más sensible. Si se levanta alguien y se va, lo ves. Eso es duro”, describió.
La noche explotó con “La entalladita”, que relata cómo ‘la Teodora’ decidió defenderse de su prometido Roberto, que la amenazaba de muerte, le impedía vestirse como quería y mantener sus vínculos sociales porque estaba “pedida” para casarse. Ese tema, de Amparo Ochoa, describió cómo alguien puede reaccionar ante un marco violento del que es víctima, por lo que la cantante aprovechó para sumarse a la consigna instalada contra los femicidios: “Ni una menos”, enfatizó.
También hubo lugar para chanzas sobre los valores de las culturas uruguaya y argentina (“Gardel y el dulce de leche son de Uruguay”, bromeó) que hicieron al clima ameno de la propuesta. Entonces llegó una de las canciones más esperadas, “Soy Pecadora”, que es referencia de su música para todos sus seguidores rioplatenses. Un aplauso cerrado y contento, más los emotivos “La maleta” y “Sal y agua” hicieron al cierre con bises. “Vengo a decirte que me voy/ jamás me volverás a ver”, recitó el último tema. Pero, antes de los abrazos y las fotos con el público, aclaró que esa despedida no era cierta. “¡Qué lindo es Monte Grande para volver un día de verano!”, exclamó.
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