Por Adriana Rodríguez
Hace exactamente 80 años, el 14 de mayo de 1935, nació el poeta salvadoreño Roque Dalton, ganador del premio “Casa de las Américas” en 1969 y militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). El 10 de mayo de 1975, poco antes de cumplir los 40 años, se ordenó su ejecución por parte de sus compañeros, entre los cuales se encontraba el exguerrillero Joaquín Villalobos, por considerar que las diferencias del poeta eran dignas de un “agente de la CIA”. Su cuerpo fue abandonado en algún lugar de las tierras salvadoreñas.
La muerte del poeta conmocionó a la intelectualidad latinoamericana, porque, habiéndose salvado dos veces de ser fusilado por el Estado salvadoreño, murió en manos de la guerrilla. Los escritores, Elena Poniatowska, Mario Benedetti, Julio Cortázar y Ernesto Cardenal, fueron parte del círculo de amigos y que alababan la personalidad jovial del autor centroamericano, bautizado como “pulgarcito de poeta”.
En abril de 2012 el Tribunal Superior de San Salvador confirmó el sobreseimiento definitivo de la causa por la muerte de Dalton; actualmente Villalobos se pasea como consultor internacional de los gobiernos de derecha latinoamericana; además, fue uno de los críticos más feroces de Hugo Chávez y alaba la política de seguridad de Colombia. Actualmente escribe para el diario español El País. No es casual que la muerte del poeta, acusado de traidor, haya sido ordenada por el traidor de los traidores.
Reproducimos uno de sus poemas premonitorios de su ejecución, que fue recitado por Julio Cortázar después de su muerte.
Alta hora de la noche
Roque Dalton
(1935 – 1975)
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
Porque se detendría la muerte y el reposo
Tu voz que es la campana de los cinco sentidos
Sería el tenue faro buscado por mi niebla
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta
No dejes que tus labios lleven mis once letras
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
Desde la oscura tierra vendría por tu voz
No pronuncies mi nombre
No pronuncies mi nombre
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
Es cierto, la muerte se detuvo, la voz del poeta sigue cantando por Latinoamérica, recordando el compromiso de la literatura y de los escritores, sigue también acusando a los traidores; mientras que Villalobos no le quedó otro camino que la triste muerte de la derechización.