Por Ezequiel Haro. En una tarde soleada, casi primaveral, tuvo lugar la concentración y el acto en la plaza de Mayo convocado por el líder de la CGT Hugo Moyano. La histórica y recortada plaza volvió a ser copada por decenas de miles de trabajadores que dieron cuenta una vez más del poder de convocatoria del camionero.
Pese a su anuncio clarificando que la convocatoria del paro era realizada por el Sindicato de Camioneros, había otras expresiones sindicales por fuera de la gran mayoría de moyanistas, configurando un escenario con presencia de distintos sectores de trabajadores organizados. Pese a las declaraciones previas de apoyo del amplio abanico de fuerzas políticas opositoras de centro derecha y derecha, estas no se hicieron presentes, a excepción de una muy tímida presencia de algunos militantes radicales sueltos. Sí tuvieron una mayor presencia fuerzas de izquierda y centro izquierda, desde Barrios de Pie, pasando por Proyecto Sur y los partidos trotskistas que movilizaron un par de miles a la cita, donde predominaron el verde y el blanco camionero para pintar la escena.
El acto casi coincidió con el que la presidenta Cristina Fernández protagonizaba en San Luis, plasmando la disputa política en la propia pantalla televisiva. La Primera mandataria salió a disputar la escena mediática presentando en Cadena Nacional un complejo industrial pecuario de producción porcina de alta tecnología. Allí aprovechó para ponderar el modelo económico agroexportador, anunciar nuevas inversiones de Monsanto y, entre alusiones al peronismo y chistes sobre los “simpáticos cerditos”, sentenció un llamado a la unidad de todos los argentinos en un claro mensaje al dirigente camionero. Casi en forma sincronizada, Himno nacional mediante, Moyano comenzó un discurso signado por una crítica virulenta al Gobierno, en el que reclamó enérgicamente que se le abra la puerta del diálogo.
En primer lugar, reafirmó la legitimidad del paro y la movilización como medidas de reclamo de los trabajadores, cruzando las declaraciones de la Presidenta de sus últimos discursos, donde criticó el conflicto social. Moyano sentenció: “Pareciera que un paro nacional fuera un golpe de estado”, en respuesta también a los diversos parangones que se hicieron con la situación en Paraguay. El discurso fue por momentos subido de tono en agresividad, desautorizó a los Kirchner en su compromiso político pasado en los años 70 en contraposición con la lucha de los gremios: ”Hubo dos clases de exiliados, los del exterior y los que se exiliaron en el sur”.
Por otra parte, dejó en claro que sus intenciones políticas no son destituyentes, desmarcándose de la oposición por derecha al Gobierno, y resaltó que continuará como líder de la central sindical y que la Presidenta de la Nación terminará su mandato.
Tampoco ahorró críticas al modelo económico afirmando que el crecimiento se basó en una “tendencia favorable de la economía global” y que el Gobierno no aprovechó la coyuntura debidamente en función de mejorar la situación de los trabajadores: “con una tendencia (favorable) se tendría que haber terminado el hambre y la pobreza extrema, pero es un tema que no se hace”. En este sentido, destacó el problema de la vivienda y el carácter insuficiente de las medidas gubernamentales, pidiendo la estatización del Banco Hipotecario para hacer viviendas para los trabajadores recurriendo a la liturgia peronista: “la tendencia favorable se consolida socialmente, como lo hizo Perón en el 46”.
La disputa por los símbolos fue uno de los recursos escogidos para expresar la confrontación política: “Algunos creen que pueden sustituir a Perón y a Eva, es el máximo de la locura”. Esta fue una respuesta tácita a los dichos de la Presidenta en su discurso previo, donde hizo referencia al padre del justicialismo como impulsor de la gratuidad de la Universidad de Buenos Aires, haciendo referencia una vez más a su carácter de universitaria de clase media. Moyano por su parte respondió respecto de los sectores medios, marcando que su convocatoria fue amplia, a los trabajadores en general y no sólo a los que efectúan esfuerzo físico, contemplando a los comerciantes, los investigadores, los profesionales y a los intelectuales.
Cerró su discurso puntualizando la tan mentada soberbia presidencial, matizando levemente el tono confrontativo y haciendo un llamado al diálogo: “tenemos que tratar de convencer al Gobierno de que abandone esa soberbia desbordante, hay hombres y mujeres que necesitan diálogo e intercambiar ideas” para que las soluciones “no sean impuestas y que sólo las tome el Gobierno”.
Las palabras de Moyano no dejan dudas de su oposición actual al gobierno ni de sus intenciones políticas inmediatas: seguir conduciendo la CGT. Su poder de convocatoria quedó otra vez evidenciado, arrastrando incluso a sectores sindicales y políticos críticos de su accionar como dirigente gremial, posicionándolo de otra forma frente a la disputa por la hegemonía en las estructuras de la CGT que están a llevando a la central a una fractura. Sin embargo, sigue siendo claro que no hay una adhesión de los trabajadores al liderazgo del camionero por fuera de su esfera de influencia en las estructuras gremiales y buena parte de la clase trabajadora argentina no se referencia en las cúpulas de las estructuras sindicales o está totalmente excluida de ellas por su condición de precariedad laboral. En este acto predominó la disputa política entre el moyanismo y el Gobierno por encima de los reclamos gremiales que también se hicieron presentes. La Presidenta jugó sus cartas desde San Luis mientras que el camionero lo hizo tomando la plaza más importante del país, ocupando una vez más el centro de la escena pública.