Por Laura Salomé Canteros / Foto: Verónica Canino
Desde el invisible, producto de la división sexual, hasta el desigual, producto de la discriminación y la consolidación de las lógicas de precariedad y ajuste empresarial, entender la variable trabajo para las mujeres precisa de algunos enfoques específicos. Las dobles y triples jornadas, el cuidado de niños, niñas y adultos mayores y la explotación en los trabajos profesionales suponen un desafío a la hora de entender las reivindicaciones laborales de los pueblos. ¿Por qué marchan las mujeres un 1° de mayo?
La semana post- Federici en Buenos Aires nos llenó de interrogantes pero a la vez de certezas. Entender a los feminismos como claves para explicar lo que el marxismo no nos dijo en relación a la división socio- sexual del trabajo es entender porqué, en la historia, el capitalismo reemplazó a los esclavos por las mujeres trabajadoras.
Durante esta semana, la trágica muerte de dos niños en un taller textil clandestino de Flores donde la mayoría de las personas esclavizadas son mujeres migrantes y el piquete de madres, niños y niñas en Lugano que el prime time televisivo del mediodía no se atrevió a cuestionar confirma que las y los políticos en campaña y los articulados gremiales que los acompañan se siguen olvidando que las mujeres somos sujetas de derechos y que la erradicación de las explotaciones y la mejora de las condiciones laborales y por ende, de vida en sociedades capitalistas, aun son pendientes a poner en discusión y resolución por quienes pretenden un cambio social.
Una reflexión necesaria, un enfoque diverso para un 1° de mayo que supone homenajes y consensos para la equidad laboral anhelada.
Porqué la existencia de dobles y triples jornadas invisibilizadas
Cuando actualmente se dicta y estudia a los teóricos del “pacto social” en las Universidades y en las carreras de Ciencia Política, leáse Hobbes, Locke, Rousseau, no llama la atención que nadie haya pegado el grito sobre la invisibilización que las ciencias sociales hace del avance de las teorías en las contemporáneas concepciones de las sociedades. Sin embargo, a medida que se va adentrando en la permanente incomodidad de los feminismos se accede al conocimiento de que, estratégicamente, éste también llegó a las academias para sostener que como “lo personal es político”, “el trabajo de la casa también es trabajo”.
Carole Pateman es una filósofa política británica, y la responsable de haber no sólo cuestionado las teorías modernas del contrato social –y creación de las sociedades liberales- sino también propuesto su variable con mirada género sensible: el contrato sexual. Pateman sostiene que la desigualdad entre los sexos (salarios más bajos, violencia de género, acoso sexual, comentarios sexistas, falta de reconocimiento social, etc.) es un producto de la especial reorganización patriarcal de la Modernidad; la división sexual del trabajo delimita para esta teórica dos ámbitos: el de las luces públicas, de los ciudadanos y trabajadores, y el de las sombras de lo privado y lo doméstico, de subordinación de las mujeres.
Al igual que el colonialismo, que supuso el entronque patriarcal o la alianza entre los varones españoles con los varones criollos y originarios de Nuestra América para sostener la dominación de un grupo subalterno: las mujeres; en la concepción de Pateman, las sociedades modernas son el resultado de un pacto entre varones libres e iguales que instituyen nuevas reglas sobre el uso y acceso al cuerpo de las mujeres.
La consolidación de una nueva forma de entender al ámbito público fue también la de un esquema de trabajo invisible y nada valorado para las mujeres. El ser esposas y madres no dejó lugar para el trabajo asalariado sino a fuerza de la existencia de dobles y triples jornadas que no hicieron más que extender la explotación para las mujeres. Ir al trabajo -en caso de tenerlo-, volver a las casas y seguir trabajando.
En Nuestra América, las cíclicas crisis socio-económicas hacen que las mujeres se incorporen al mercado laboral como medida extrema o en forma desigual. Muchas veces, si acceden a un contrato laboral, el salario asignado sigue siendo en promedio de un 30% menos en relación a los varones; ítem poco discutido en las reuniones sindicales o en las paritarias.
¿Quién se hace cargo de los cuidados?
El cuidado refiere a las actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas de la existencia y reproducción de las personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad. Son un conjunto de situaciones que impacta desigualmente según género y según sector social. Según género, porque son las mujeres quienes mayormente asumen la responsabilidad de resolver el tema del cuidado. Y según sector social, porque para las mujeres de sectores populares la disponibilidad de cuidado suele limitarse a las redes de parentesco*.
En el 80% de los hogares las tareas domésticas y el cuidado cotidiano de niños, niñas, adolescentes y personas adultas mayores y/o con necesidades especiales siguen recayendo exclusivamente sobre las mujeres*. Esto determina que, si las mujeres en situación de hogares establecidos y con personas a su cuidado, desean trabajar sólo conciliarán trabajo y familia de forma parcial, en general cuando los niños o niñas están en las escuelas, lo que las limita no sólo en sus libertades sino también en el tiempo que dedican a sus trabajos o proyectos laborales y/o personales.
Poner en discusión esta problemática permitiría acercar soluciones en las instituciones, organizaciones, empresas y sindicatos, ya que en general, los recursos y la oferta pública para el cuidado de niños y niñas, algo que debería ser de relevancia social, son escasos, tanto a nivel público como privado. Sacar del ámbito familiar lo que responde a la naturalización de una incógnita de matriz social podría ser un paso más de equidad e igualdad de géneros y clases.
La explotación en el trabajo profesional: el periodismo como ejemplo
En ocasión del 8 de marzo, una red de Argentina, PAR, advirtió sobre la situación de las mujeres periodistas en el mercado laboral. “La precariedad en las relaciones contractuales y la consecuente inestabilidad laboral, sumado a las escasas o nulas fuentes de trabajo, trazan una descripción del panorama. Facturar para trabajar es una costumbre que se repite y son pocas las periodistas asalariadas que gozan de los beneficios del Convenio Colectivo de Trabajo y de otros beneficios contemplados legalmente”, sostuvo la Red desde un comunicado.
Advirtió además la existencia de una de las constantes a la hora de analizar el trabajo con enfoque de géneros, el techo de cristal. Sostuvo la red que, “mientras aumenta el número de mujeres que estudian en las carreras de comunicación e incluso trabajan en medios o en áreas de comunicación institucional (…) su presencia se reduce drásticamente en los niveles jerárquicos, reservados a los varones, quienes continúan siendo los dueños de las decisiones editoriales”.
Cabe señalar que, según una investigación realizada en el año 2010 por la Fundación Internacional de Mujeres Periodistas (IMFW por sus siglas en inglés), si bien las mujeres mejoraron su acceso a la dirección de los medios de comunicación en las últimas décadas, no superan el 30% a nivel mundial.
A la vez, sostuvo la Red que, desde muchos espacios se ensaya una reacción machista y conservadora donde los posicionamientos asumidos desde una “ética política feminista han incidido en profundizar la discriminación”; ya que “los avances producidos por el empoderamiento de las mujeres también han sido mirados con recelo dentro de las empresas, tanto en los órganos directivos como en las redacciones”.
¿Por qué marchan las mujeres un 1° de mayo?
“¿Qué sería del capitalismo sin las mujeres en la casa como incubadoras gratuitas de obreros? ¿Por qué su resistencia a reconocer las labores de cuidado y de reproducción cómo trabajo? ¿Cuántos de ustedes compañeros, estarían dispuestos a cocinar, lavar, planchar, parir, educar y cuidar eternamente sin un salario? ¿Acaso no es ésta una explotación similar a la del patrón contra los trabajadores y trabajadoras?” dice un manifiesto de feministas hondureñas que marchan organizadas junto a los asalariados de su país ante un 1° de mayo.
La importancia de reconocer a las mujeres como trabajadoras del pueblo –en las casas, en las calles, en los trabajos y en las camas- supone para todo el movimiento obrero, anarquista, socialista y de ideas revolucionarias el aceptar la amalgama no solo capitalista opresiva sino también la heteropatriarcal, neocolonialista y extractivista sobre nuestras naciones o sociedades. Quien considera que la opresión solo parte de los patrones, se quedará sin entender, a mitad de camino, el porqué del fracaso del andar de las emancipaciones.
*Fuente: El cuidado en la agenda pública