Por Federico Orchani / Foto: Marcos Maks
La Ciudad de Buenos Aires es un festín conservador, con casi el 70 por ciento de apoyo del electorado porteño. El Frente Para la Victoria, con dificultades históricas para hacer pie en un distrito hostil. La buena elección de la izquierda y las organizaciones populares que se sumaron.
Las elecciones deben ser tomadas como lo que son: elecciones. Un instante de la vida política pero no el único, donde se cristalizan relaciones de fuerza y quedan expresadas disputas políticas que se desenvuelven en el seno de las sociedades. Las tramas político sociales y las disputas entre el arriba y el abajo son mucho más complejas: la posibilidad de ruptura entre las clases subalternas y los sectores dominantes se libra en múltiples terrenos de la lucha de clases. Tampoco hay que caer en la tentación de extrapolar los resultados de una elección local, en este caso en la Ciudad de Buenos Aires, al plano nacional. Aunque los datos son elocuentes, la interna montada por el PRO entre Horacio Larreta y Gabriela Michetti cosechó más votos que el mismísimo Mauricio Macri en ocasiones anteriores. El voto conservador ascendió a un 70 por ciento, si hacemos el ejercicio de sumar los votos obtenidos por el frente ECO de Martín Lousteau y Graciela Ocaña. Sería un error considerar el programa de ECO como de “centro”, si tenemos en cuenta que quienes primero salieron a festejar los resultados cosechados por Lousteau y Roy Cortina fueron Elisa Carrió y Ernesto Sanz, aliados del PRO a nivel.
Macri festejó ayer en la Ciudad de Buenos Aires como hace una semana lo hizo en Santa Fe, dos de los principales distritos electorales. Si buscamos respuestas al fenómeno, la primera razón tiene que ver con el fracaso de los gobiernos llamados “progresistas”; tanto el “socialismo” en Santa Fe como el Ibarrismo en la Ciudad hicieron grandes méritos para allanar el camino de la nueva derecha conservadora. Recordemos que el PRO se hizo del gobierno luego de la tragedia de Cromañón, sucedida durante el gobierno de Aníbal Ibarra, en la que murieron 194 pibes por la corrupción y la desidia estatal. El gobierno de Santa Fe desde hace rato no hace pie en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado que azotan los barrios populares, lo que demuestra los límites de la institucionalidad burguesa para resolver las demandas de las mayorías populares. Pero para saber si al PRO y sus aliados radicales les alcanza la nafta para derrotar al candidato del oficialismo (todo indica que será Daniel Scioli) en octubre aún falta, y mucho.
Las siete listas del FPV dieron como vencedor en la interna al camporista a Mariano Recalde, aunque bastante lejos del PRO y colocándose como tercera fuerza luego del ECO. Así el panorama para llegar a un eventual ballotage es adverso: ingeniería compleja la del FPV, que debe apuntar a una fuga masiva de votos “resentidos” que apoyaron a Michetti.
La Izquierda que asoma
El Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) realizó una buena elección, y logró superar sin problemas el piso proscriptivo de 1,5 por ciento que se exige en las PASO. Se sumaron a la campaña organizaciones de la izquierda popular, latinoamericana e independiente, como Pueblo en Marcha (integrada por el Frente Darío Santillán, el Mulcs, Democracia Socialista y el Avipsero) y el MP La Dignidad, que también llevaron candidatos y candidatas en las listas del FIT. También lograron pasar, sin lograr acuerdos ni tender puentes de unidad con fuerza alguna, el partido Autodeterminanción y Libertad de Luis Zamora y Camino Popular, en la categoría de legislador. Por su parte, los partidos MAS, MST y Seamos Libres no lograron sortear las PASO.
Superar el umbral de votos para la izquierda no fue nada fácil. Los medios masivos de comunicación, por su parte, centraron toda la atención en la interna del PRO; además de focalizaron en la “división” de la izquierda, sin reparar en la proliferación de candidatos del FPV y de los ex UNEN. Aun así, el FIT es la fuerza que más votos cosechó luego del PRO, FPV y ECO y quedó así como cuarta fuerza y con claras chances de crecer en las generales del próximo 5 de julio.
El apoyo de organizaciones populares y de la izquierda Latinoamericana dio sus frutos: en el de la herramienta político electoral Pueblo en Marcha, por ejemplo, se desplegó una fuerte campaña en los barrios de la zona sur de la ciudad, donde existe una fuerte construcción y organización desde hace largo tiempo. En la Comuna 4, integrada por los barrios de Barracas, La Boca, Pompeya y Parque Patricios, por ejemplo, es donde se desarrollaron fuertes luchas por la urbanización de las villas y la vivienda digna, en contra de los desalojos, por la educación pública y popular, entre otras demandas; y allí el FIT casi triplicó los votos obtenidos en 2011. Algo similar ocurrió en otros barrios de zona sur.
Los desafíos
De cara al futuro, en primer lugar, no se debe caer en exitismos desmesurados; la posibilidad de un nuevo ciclo de gobiernos conservadores pone a las organizaciones populares y de izquierda en una situación de resistencia. En este contexto, el FIT se ha ganado un lugar en la política argentina, pero a su vez debe afrontar el desafío de constituirse en “polo de izquierda”, que sirva para aglutinar en el campo de “las izquierdas”. Para eso debería pensarse un método que permita actuar en unidad, sin resignar la perspectiva anticapitalista y de independencia de clase, no sólo para el ámbito electoral, sino también para la intervención en otros frentes de la lucha de clases. El FIT tendrá la tarea, a lo largo de este año, de demostrar si está o no “a la altura de las circunstancias” para oxigenar un frente electoral meramente trotskista en un espacio que vertebre a la izquierda argentina y que tenga su correlato en las luchas cotidianas, o si mantiene el espacio ideológicamente construido a costa de estancar su posibilidad de crecimiento e intervención en las luchas. En ese sentido, es saludable el acuerdo entre diferentes fuerzas políticas y organizaciones para dar la pelea en UTE-CETRA, ejemplo que debería extenderse.
La incorporación de referentes y luchadores de otras organizaciones populares en las listas del FIT, aunque sea en cargos no expectables, sirvió para que cientos de hombres y mujeres que todos los días militan para cambiar la realidad injusta en la que viven se apropien de la campaña con entusiasmo.
En este sentido, parece quedar errada y a destiempo la crítica de quienes alertan sobre el “lugar subordinado” en las listas del FIT y ponen en evidencia las diferencias entre quienes sobrevaloran la táctica electoral y supeditan la conformación de un frente electoral a la posibilidad o no de encabezar una lista para “entrar” a la legislatura. Consideramos que la intervención electoral debe proponer una alternativa, más que poner en expectativas en la incorporación de candidatos en las listas a costar de diluir un perfil de lucha, de combatividad y de rebeldía que caracteriza a las organizaciones de la izquierda latinoamericana por el poder popular.
La disputa institucional es un ámbito más de construcción política que hoy adquiere un lugar importante. En ese sentido, es importante que exista una referencia a nivel nacional que sirva de caja de resonancia para la pelea que dan millones de hombres y mujeres cotidianamente en los barrios, lugares de trabajo y estudio. Las fuerzas políticas de izquierda deben afrontar el desafío de articular una perspectiva política, sin resignar aspectos programáticos, pero dejando de lado sectarismos estériles y asumiendo las tradiciones políticas diversas que deben confluir. La experiencia en Capital Federal es un aporte, está en la capacidad política de la militancia que debe afrontar los debates necesarios en hacer realidad un anhelo y necesidad de miles de luchadores y luchadoras en todo el país para un futuro no tan lejano.