Por Leandro Frígoli
Antonio Tabucchi y el trayecto desde la Lisboa de Fernando Pessoa hasta la localidad de Azul en la Provincia de Buenos Aires: los recorridos entre lector y escritor a partir de una novela breve.
La novela de Antonio Tabucchi Para Isabel. Un mandala es un relato breve que funciona como un réquiem de diferentes temas: la contradictoria existencia de la levedad del ser, la muerte y el tiempo, el viaje como metáfora constante de la búsqueda y la historia del olvido y la memoria.
Hace algún tiempo, a través de una revista, conocí por primera vez su apellido: Tabucchi. Pero, para ser más preciso, digamos que Antonio Tabucchi, quien nació en Pisa el 24 de septiembre de 1943 y murió en Lisboa el 25 de marzo de 2012, fue un escritor italiano, profesor de Lengua y Literatura Portuguesa en la Universidad de Siena. Vivió en la Toscana y en Portugal. Hasta aquí, Wikipedia.
Pero empiezo de nuevo. Antonio Tabucchi fue un escritor italiano que vivió en Lisboa por su amor infinito a los heterónimos de Fernando Pessoa: “100% Pessoa”, diría Tabucchi. Un amor que enloquece con esa conexión energética que excede lo físico, porque se transforma en piedra, sauce o colibrí, que existe más allá de la existencia, que perdura en fuego más allá de la ceniza: eso fue Tabucchi.
También supo ser militante de la palabra y provocador del “statu quo” en todas sus novelas, a través de personajes intertextualizados de la épica de Pessoa, así como por sus propios personajes literarios más consolidados: Pereira, del libro Sostiene Pereira, y Garibaldo, de Piazza d’Italia. A su vez, Tabucchi es una manifestación presente de los procesos históricos políticos desde un ámbito de resistencia a la mirada hegemónica de los corrientes culturales. Es un escritor de la resistencia, pero desde la palabra, desde el sistema gramatical, desde el contexto épico y la caracterización subjetiva, psicológica de cada uno de sus personajes.
La trama narrativa de su novela atraviesa contextos de época y se aboca a cuestiones intensas relativas al ser, al hombre y la mujer, a la literatura portuguesa, a la poesía como género de ruptura y apertura de los procesos históricos. Para Isabel. Un mandala no se diferencia demasiado de los tópicos de sus anteriores producciones. Tadeus, el personaje de la novela, realiza un viaje sobre diferentes puntos de Lisboa -círculos de un mandala- buscando a Isabel, una militante política de la década de los setenta. En este viaje, se sienta a tomar un oporto en un bar de Lisboa, recita Los lusiadas, una hermosa poesía de mar, y por último, disfruta de la densa niebla atlántica.
Quizás fue un sueño, o un efecto de los yuyos que dan risa, pero, al igual que Tadeus, descubrí que Tabucchi estuvo en Azul desatando un mandala y fue testigo de la cálida brisa del verano, del retozar de restos entre las piedras al finalizar la avenida Perón, del ruido del arroyo y el canto homérico de los pájaros en connivencia con el follaje inacabable del parque. Además, pasó por el Viejo Aserradero para escuchar a Quique Ferrari, Pablo Passini y compañía, mientras desde la lejanía tomaba un oporto. A Tabucchi le gustaba la música que perdura. Algunas notas periodísticas me confirmaron que se sentó en la plaza central, esa misma, la que está rodeada de los poderes centrales y un San Martín en plena rebeldía. No obstante, el escritor italiano se maravilló por ese piso psicodélico que recorrió caminando y en bicicleta. “Pero sin lugar a dudas, la mejor manera de todas es recorrerlo en bicicleta”, sostuvo Tabucchi; un guiño para vosotros, entendidos lectores.
En su estadía por mis pagos llevó entre sus manos todos los días un manuscrito con una foto surrealista que se llama Para Isabel. Un mandala: su último libro antes de viajar, su joya más preciada, su extensión más genuina. Como símbolo de nuevos círculos o mandalas que abren su camino.
Su novela Para Isabel. Un mandala es una permanencia entre lo físico y metafísico, un viaje al interior de cada ser, una nostalgia de haber hecho y del que habrá sido, un punto de complicidad con lo cotidiano. Un hombre que busca a Isabel, militante política de los 70 que se empozó en el cielo como las nubes tomando diferentes formas y tamaños. Isabel, huye de sí misma en búsqueda del ser íntimo, transitando distintos círculos de un mandala en un viaje por Lisboa.
La última novela de Tabucchi, no es broma circense, muy por el contrario, esboza una voz en el relato que habita de luz lugares, momentos y situaciones que por cotidianas y reiterativas forman parte del descarte del ojo sensible y humano. Lo concreto del relato es que con su palabra pudo compartirme una idea, una imagen, una búsqueda. Para Isabel. Un mandala no sólo es recomendable leerlo, sino que urge habitarlo con el cuerpo y las vísceras. Porque esa es la única manera de leer a Tabucchi.
Para Isabel. Un mandala
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Antonio Tabucchi / Anagrama 2014
Traducido por Carlos Gumpert
Novela
156 págs.
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