Por Leandro Lutzky
Alianza de Coronel Moldes estuvo a cuatro minutos de lograr la hazaña en el Mario Alberto Kempes, pero el pibe Cristian Ortiz lo empató de cabeza sobre la hora para salvarle las papas al Rojo y así llegar con vida a los penales. Ganaron los de Avellaneda por 4-1, aunque la ovación fue para el equipo cordobés.
Gigante, dignísima y emotiva son algunos calificativos que se quedan cortos para describir la actuación del modesto club de Córdoba. “El Orgullo Nacional enfrenta al orgullo del pueblito”, se aventuraba a decir en la previa un periodista de Fútbol Para Todos, cuya transmisión se vio opacada por las PASO porteñas. Cerca de 4 mil hinchas se acercaron a la capital provincial para alentar a los guerreros de Moldes, en una noche que jamás olvidarán.
Empezó el partido más esperado. De un lado estaba el conjunto con un plantel conformado por jugadores que tienen otros empleos durante la semana. Un equipo simple y trabajador; eso se notó en el campo de juego. En frente, el poderoso e histórico Rey de Copas, cuyos futbolistas perciben salarios con los suficientes ceros como para infartar a más de un obrero. David y Goliat se enfrentaban en la Copa Argentina para pasar a los 16avos de final.
A los seis del primer tiempo, tras un contraataque letal, Juan Reynoso recibió la redonda, eludió a la ineficaz defensa diabla y clavó un zurdazo formidable, digno de un jugador de Primera. Dio el batacazo, era el heroico 0-1. Sin embargo, ese no fue el único nombre de la jornada para recordar: el defensor central y mozo de un bar en Río IV, Juan Palandri, y el panadero del pueblo, Julio Airaudo, quien defendió los tres palos como le gusta al gran Pepe Santoro, son deportistas que se metieron en el corazón de todo el público futbolero. “¡Es un resultado inesperado hasta el momento!”, se sorprendía el relator de FPT, con absoluta razón. Sin embargo, el marcador parcial no era algo ilógico. Después de seguir la campaña del Rojo, puede decirse que no respeta un esquema claro desde hace tiempo, cualquiera sea el rival.
Así las cosas, el club plagado de pintores y carpinteros dibujaba y construía una leyenda. También un ejemplo de hidalguía, sentimiento y coraje, frente a un Independiente desdibujado, sin ideas ni amor propio. Heridos después de una ardua batalla, no pudieron seguir sosteniendo los desesperados embates del Diablo. Las humildes y experimentadas manos del arquero, entrenadas de tanto amasar en la panadería, dijeron basta después de unos brillantes 85 minutos. Mientras, los hinchas de la escuadra profesional se agarraban la cabeza en todos los rincones del país. Entonces, un tal Ortiz, verdugo juvenil rojo, metió su gol de cabeza a los 86 minutos y empató el encuentro. Con poco fútbol, lograba llegar a los penales.
Y el Diablo metió la cola…
¿El resultado? Fue un anecdótico 4-1 desde los doce pasos que sólo suman en las estadísticas, y 375 mil pesos en las arcas de la institución. Un dinero que al conjunto de Alianza le hubiera cambiado la vida, a Independiente no le hace ni cosquillas. Hablando estrictamente del juego, los conducidos por Almirón, casi todos suplentes, dieron vergüenza en todas las líneas. El equipo ya se acostumbró a jugar sin alma y no contagia a sus millones de simpatizantes, algo triste para el folklore del fútbol doméstico. Pese a la afortunada victoria, el técnico no pudo escaparse de las críticas y la bronca que irradia su juego en los hinchas. La prensa deportiva que siempre defendió al entrenador y cuestionó el repudio del público, comienza a dejarlo en soledad. Los de Avellaneda se fueron silbados, los aplausos fueron todos para Alianza.
Dicen que el fútbol es un deporte injusto… sólo así se explica lo sucedido en el Mario Alberto Kempes. El más grande, sin merecerlo y de forma ajustadísima, le ganó al más chico, que recién espera cumplir su octavo año de vida. Es así, cualquiera le gana a cualquiera. ¿Pero quién les quita lo bailado a los muchachos, enormes, que militan en la Liga Regional de Río Cuarto? Para los 9 mil habitantes de Coronel Moldes, al menos, son una verdadera sensación. En frente zafaron, sin exagerar, de la peor derrota de todos los tiempos. A pesar de haber logrado la obligada clasificación, el planteo mezquino del DT y la falta de actitud de sus once subordinados les faltaron el respeto a los fanáticos, su rica historia y, lo peor de todo, su identidad. Allá lejos quedaron Bochini, Erico, Vicente “Capote” de La Mata y el gran Ernesto Grillo… algunos de ellos se volvían en colectivo después de jugar en la mítica Doble Visera.
Por otro lado, no le vendría mal a Independiente hacer un poco de revisionismo histórico y repasar sus orígenes. El club que nació para darle lugar a las clases más humildes, los obreros y trabajadores olvidados de la Provincia de Buenos Aires, hoy se engaña a sí mismo. Encumbrado en el elitismo actual, gastó una fortuna para traer jugadores pedidos por el técnico, que no dan pie con bola, y tampoco desarrolla sus divisiones inferiores como debería. Deudas y más deudas, pero poco fútbol. Los precios de las entradas para ver a un equipo que no da tres pases seguidos son siderales e imposibles de pagar para un padre o madre de familia que cobra el salario mínimo. Muy distante está el presidente Hugo Moyano, sindicalista más cercano al empresario que al trabajador, de comprender la lógica popular que dio surgimiento a esta emblemática institución.
Gran enseñanza dejaron los héroes de Coronel Moldes, para el cuerpo técnico rojo y todo el fútbol argentino. Por eso, después de una noche dura hay que tomar nota: que no muera el amor por la pelota.