Por Camila Parodi / Fotos: Glenda Rojas
En su paso por Buenos Aires, entrevista con la escritora y activista marxista feminista Silvia Federici. En esta primera parte habla de sus experiencias políticas, de la organización del trabajo capitalista y la división sexual que éste implica y la importancia del reconocimiento del salario doméstico de las mujeres como herramienta para cambiar las relaciones de poder con los hombres y el capital.
“La incompatibilidad de la magia con la disciplina del trabajo capitalista y con la exigencia de control social es una de las razones por las que el estado lanzó una campaña de terror en su contra”.
Cálida y atenta, esta italiana autora del célebre libro “Calibán y la Bruja” se nos presenta con la tácita potencia dialéctica que se adquiere desde la teoría y la praxis. Nos recibió en el día de su cumpleaños, en su hotel, recién llegada, con ganas de conocer y conocernos ya que sostiene que el feminismo de Argentina es muy activo e importante para quienes teorizan desde afuera.
Federici no da nada por hecho ni dicho. Sus análisis son tan necesarios para los feminismos como para las izquierdas y los movimientos sociales en épocas en que siguen exponiéndose las tensiones y los encuentros en las luchas emancipatorias de las últimas etapas de la historia mundial.
“Las mujeres han pagado el precio más alto, con sus cuerpos, su trabajo y sus vidas”, sostiene en la contratapa de su más reconocido libro. Es que, como ella misma dice, en el corazón del capitalismo no sólo encontramos una relación simbiótica entre el trabajo asalariado- contractual y la esclavitud, sino que en tanto sistema económico y social, está necesariamente vinculado con el racismo y el sexismo.
Ya ansiosas y en diálogo exclusivo con Marcha, esto nos dijo:
-Repasando un poco su recorrido, ¿cómo llegó a teorizar desde y para el feminismo?
Mi recorrido sobre todo fue impulsado por las experiencias prácticas con otras mujeres que crecieron en Italia en el período después de la Segunda Guerra Mundial, en una sociedad todavía fascista y muy autoritaria en especial contra las mujeres, por eso soy feminista desde muy chica. Y después mi encuentro con el feminismo fue a fin de los años sesenta en Estados Unidos, donde tuve una beca para completar mi trabajo con un doctorado.
A principio de los setenta empecé a trabajar con grupos feministas, pero verdaderamente mi compromiso con el feminismo se desarrolló en el año ´72 cuando empecé a trabajar con el Colectivo Feminista Internacional, que fue la organización que impulsó la Comité por el Salario Doméstico de New York; esa fue mi experiencia política más importante.
Luego trabajé un tiempo en distintos países de África con mujeres feministas en otra organización que se llamaba Mujeres en Nigeria. Distintos trabajos pero siempre desde una perspectiva, la cual ha ido ampliando en los años.
-En esa misma época se da el apogeo del feminismo radical que entendía al patriarcado como única estructura de opresión contra la cual luchar. En contraposición, otras feministas, incluida usted, plantean una propuesta superadora tanto para la teoría marxista como para la feminista, desde donde se demuestra como ambos sistemas se refuerzan entre sí.
Es por la organización del trabajo capitalista y la división sexual que éste implica. A diferencia de otras feministas que analizaban el patriarcado únicamente desde una perspectiva cultural como bien decías en el caso de las feministas radicales o las liberales que solo analizaban desde el punto de vista de falta de igualdad con los hombres como objetivo principal. En cambio nosotras pusimos el enfoque no en la posición de la mujer sino en la división del trabajo.
-¿Desde una perspectiva marxista?
Si, sin embargo era necesario ir más allá de él. El análisis marxista de la explotación del trabajo fue la base que nos juntó.
-Existe una tensión permanente entre la teoría marxista y la feminista, ¿considera que con sus aportes se pudo entender mejor al sistema como uno: de opresión capitalista, patriarcal y colonial?
El feminismo ha transformado y ampliado al marxismo. Porque no solo ha añadido lo que el marxismo no ha dicho, sobre la historia de las mujeres. Sino que ha transformado la concepción marxista sobre la división del trabajo.
Porque nosotras nos dimos cuenta que la visión del capitalismo que Marx y los socialistas nos han dado es un análisis limitado. Porque no es capaz de ver el gran territorio de explotación que es el trabajo doméstico por eso no son capaces de ver tantos problemas.
Por ejemplo, el uso específico que el capitalismo ha hecho de la relación salarial, no expresa el uso que ha hecho de la diferencia que existe entre el asalariado y no asalariado desde donde se construyen jerarquías y divisiones entre el proletariado mismo.
Y desde esta perspectiva, nos hemos vuelto a problematizar qué es el capitalismo, qué es la lucha de clase y quiénes son sus sujetos, qué es el salario; por eso, creo que hemos dado una contribución muy grande a la transformación de estos conceptos tan importantes del marxismo.
De esta forma pudimos dimensionar que justamente el capitalismo debe crear diferencias entre trabajadores asalariados, otros sin derechos, esclavos es decir que siempre crea jerarquías. Es por eso que afirmamos que a partir de la capacidad de jerarquizar y de desvalorizar la reproducción y el trabajo no pagado es verdaderamente la base material de la acumulación capitalista.
-¿Y considera que el reconocimiento del trabajo doméstico como asalariado implicaría un cambio para la emancipación?
Si, por muchas razones. Primero, para nosotras esta reivindicación es una manera de visibilizar la explotación de la mujer. Y no solamente mostrar que somos y fuimos explotadas sino también el hecho que sobre nuestro trabajo se ha acumulado una riqueza inmensa.
Hemos visto que la falta de salario es una manera de naturalizar la explotación. Por eso, exigir para nosotras un salario era tomarlo como herramienta para cambiar las relaciones de poder con los hombres y el capital. Es decir que no representa en sí mismo un fin, representaba un instrumento para cambiar las relaciones asimétricas de poder y lograr mayor autonomía.
Todas las mujeres hacemos o somos determinadas por un trabajo de reproducción, vivimos la consecuencia del destino de tener que trabajar en la casa entonces eso nos significó como un proceso para unificar la lucha.
– En los próximos días va a estar junto a distintas organizaciones de Buenos Aires, ¿cómo se prepara?
Con mucha esperanza y ganas de compartir y aprender. Porque son desde muchos lugares que venimos mirando de la Argentina como un lugar donde hay un movimiento de lucha muy fuerte.
La experiencia de las Madres de Plaza de Mayo y más adelante la experiencia de los y las piqueteras con el 2001. Todos han sido momentos para nosotras de gran inspiración.
Por eso estoy muy emocionada, esperando aprender mas no solamente compartir mi experiencia.