María José Giovo
Banderas verdes y amarillas vestían la extensa Avenida Paulista en San Pablo. A sus costados, jóvenes y familias brasileñas cantaban el himno. Una postal acompañada de carteles con cosignas como “Fuera PT”, “SOS intervención militar” o “Dilma corrupta, esto es una dictadura, no queremos ser Cuba”. La imagen se replicó en varias ciudades de Brasil en donde miles de manifestantes marcharon, otra vez, en contra del gobierno de Dilma Rousseff. Las marchas tuvieron una concurrencia mucho menor que las del 15 de marzo.
El escándalo en Petrobras, el mal desempeño en la economía, los planes sociales del PT, los vínculos con Cuba, Venezuela y hasta Argentina. Cada brasileño marchó por una causa distinta. Confiados en que velan por la democracia del país, paradójicamente esos mensajes se mezclan, de manera peligrosa, con un pedido de “salvación”: la intervervención militar para restaurar el orden en un país que para algunos está sumido en la corrupción. Así, el ala de la derecha más dura toma protagonismo y busca fortalecerse después de 6 meses, cuando los brasileños acudieron a las urnas para elegir nuevamente al Partido de los Trabajadores para la dirección del país.
El medio es el mensaje
En la jornada de ayer se estima que participaron más de 700.000 manifestantes, un número un tanto menor a las protestas de marzo, en donde se calculó que marcharon dos millones de brasileños. Pero los grandes medios de comunicación, como la cadena O Globo, aportan más cifras para acentuar el descontento social: el índice de aprobación de la presidenta cayó al 13% luego del escándalo de Petrobras.
El partido gobernante es acusado de recibir los sobornos como donaciones de campañas y más de 50 políticos están siendo investigados por supuestas conexiones con el esquema. Rousseff no ha sido acusada ni está siendo investigada aunque dirigió el consejo de administración desde 2003 a 2010; sin embargo dos de sus ex jefes de gabinete están sujetos a una indagación.
Es por ello que un 63% de la población está a favor de un juicio político a la mandataria, según una encuesta de la empresa Datafolha divulgada ayer. El 33% se opone, reveló el sondeo que se realizó entre el jueves y viernes con 2.834 entrevistas con un margen de error de 2 puntos porcentuales. Los números buscan justificar un posible escenario de desestabilización en el Planalto. Y así, la democracia en Brasil se pone en juego.