Por Cristian Dellocchio.
El cronista toma alguno de los clásicos que se jugaron en el mundo por estos días y desmenuza lo que no está en el campo de juego. Similitudes y diferencias, rivalidades y extracción de clase se cruzan en estas líneas.
Quizá 90 minutos no sean más que una excusa. Una distracción. Al menos, para estos párrafos lo son. Lo seguro es que no son una totalidad, sino una especie de núcleo cronológico… A ver, qué significan estas dos palabras que poco se relacionan con el fútbol. Un núcleo tiene varios lados, de uno podríamos situar el “antes”: la preparación, la concentración, la situación del club, su economía, su historia, sus resultados. En otro, el “después”, pueden ubicarse el festejo, la crisis, la relajación, pero más que nada, a los hinchas. Ellos pasan a ser los protagonistas, los más afectados por esos 90 minutos: ya sea en el barrio, en el trabajo, en la escuela y hasta en su casa. En esa cotidianidad impactará el resultado, para su goce o tortura.
El fin de semana pasado, varias de esas situaciones se vivieron en diferentes países debido a que se disputa un buen número de “clásicos”. Estos partidos se destacan por el éxito de los equipos, la cercanía de sus ciudades y, en algunos casos, lo extra-futbolístico: política, ideologías u orígenes de clase. En estas líneas, una reseña de por qué algunos de ellos son más que tres puntos.
Borussia Dortmund versus Bayern Múnich
El Bayern, cómodo líder; el Borussia, en mitad de tabla. En esta ocasión, lo futbolístico no es primordial. Tampoco parece serlo su historia, donde casi se hermanan: desde ser recordados como equipos “resistentes” al régimen nazi, hasta el préstamo que en 2003 los de Múnich le otorgaron al Borussia para enfrentar una asediante crisis económica. Las diferencias se empiezan a agrandar en los últimos años, cuando el equipo de “Pep” Guardiola se convirtió en un devorador de competidores al comprar a sus talentos, como lo hizo con los ex-Dortmund, Lewandowsky y (el tristemente célebre) Götze. Aunque hasta aquí, la rivalidad no sobresaldría. De no ser por sus hinchadas: los ultras, quienes vendrían a ser como los barra-bravas pero con un nombre más sofisticado.
Por el lado de los bávaros, una “amistad” con el St. Pauli pronostica su tendencia ideológica: lucha contra la mercantilización del fútbol moderno, el racismo, la represión y el fascismo. Como para enamorase. Mientras tanto, los dueños de casa se encuentran literalmente en la vereda de enfrente. Los ultras del Dortmund (foto) vendrían a ser los abanderados deportivos de los resurgentes movimientos de extrema derecha, hijos de la reciente crisis económica y políticas de austeridad. Cánticos reivindicativos de algún nazi difunto, gestos de apoyo a partidos neonazis alemanes y choques con otras hinchadas del continente de tendencias de izquierda son algunos de sus “hitos”. Bisagra fue cuando en un partido frente al Hamburgo el año pasado, durante un minuto de silencio se espetó desde las tribunas un “Heil Hitler” de esos que aparentemente sólo sobrevivían en las películas hollywoodenses.
Le classique: PSG-Olympique de Marsella
Tal vez el partido más relevante en términos estrictamente deportivos. El equipo de Marcelo Bielsa marcha tercero a dos puntos de los capitalinos, único escolta, que de ganar se convertiría en líder. Un enfrentamiento que se enmarca en la tradicional y repetida rivalidad “capital versus provincias”, donde el Olympique emerge como representante del interior y además, símbolo del sur. Un sur que, curiosamente, en más que en menos casos, es subalterno del norte. La excepcionalidad de este encuentro es que ambos son los equipos más poderosos de Francia.
Algunos sitúan el origen de esta enemistad en una cuestión comunicacional. En 1991, la televisora Canal+ adquirió el PSG, y lo transformó en una potencia digna de competir con los triunfantes marselleses; sumándole una vasta campaña mediática para establecerlo como “el” clásico de Francia. Con el tiempo, pasaron la quiebra y el descenso del Olympique, mientras que PSG cambió de manos, varias ellas, para terminar en posesión de capitales qataríes.
Portuaria y cosmopolita, las características de Marsella se reflejan en la institución que los representa. El Olympique se ha caracterizado por ser destino de varios jugadores de ascendencia africana y provenientes de ex colonias francesas. No en vano, sus ultras se identifican con los ideales antirracistas, antifascistas y anticapitalistas. Mientras tanto, en las tribunas capitalinas la situación no es tan clara. Las facciones internas están divididas entre los que provienen de los suburbios parisinos, en su mayoría descendientes de inmigrantes; y los ultras de tendencia fascista que coleccionan amistades, por ejemplo, con los fascistas Ultra Sur (Real Madrid) y Boixos Dois (Barcelona). Hace algunos años, el gobierno francés disolvió varias de estas agrupaciones, sin embargo, el partido sigue calificado como de alto riesgo.
El Clásico Tapatío: Atlas-Chivas
“¿Por qué es posible encontrar estacionamiento fuera del estadio cuando juegan las Chivas? Porque sus aficionados no tienen auto, van en bicicleta o en camión”. Aunque un poco desactualizada por una creciente homogeneización de las hinchadas, esta broma es producto de la diferenciación social que contrapuso a los dos equipos más importantes de Guadalajara.
El Clásico Tapatío (así se les dice a los nativos de la zona) es el más antiguo de México y su clasista rivalidad proviene de la propia fundación de los clubes: Chivas, creado por un grupo de empleados; Atlas, por jóvenes de clase alta que aprendieron a jugar al fútbol durante sus estudios en Inglaterra.
Durante varias décadas se enfrentaron en el mismo estadio, lo que contribuyó a tal enemistad de manera “espacial” , ya que la “porra” del Atlas se ubicaba en el sector de la sombra y al centro de la cancha, las localidades más caras; mientras que los chivistas, en la zona popular.
En cuanto a lo futbolístico, el multicampeón Chivas se destaca por su “política” de no contratar jugadores extranjeros, lo que le valió ser uno de los clubes más seguidos del país. Por otro lado, Atlas, una sola vez campeón, se caracteriza por un estilo de juego vistoso, además de poseer un nombre que implica alguna especie de antónimo al nacionalismo chivista.
Zenit de San Petersburgo versus CSKA Moscú
El choque entre el líder y el escolta de la Prémier Rusa se puede calificar como un estricto clásico geográfico ya que ambas hinchadas, en lo ideológico, se identifican: xenofóbicas y racistas. Aunque para ser justos, los de la ex Leningrado son un “poco” más extremos, hasta el punto de haber publicado un manifiesto en el que exigían a las autoridades del club no contratar jugadores negros u homosexuales, reivindicando la tradición de “sólo blancos” del Zenit. Unos tiernos que niegan las calificaciones de “racistas” y que también se destacan por lanzar bananas al campo de juego, algo no tan excepcional en el viejo continente.
En los últimos años el actual equipo de Ezequiel Garay se “animó” a contratar algunos jugadores que no encajan en el ideal de sus ultras, como el brasileño Hulk y el venezolano Salomón Rondón. En el campo rival, el CSKA cuenta con tres delanteros de origen africano, lo que puede significar una especie de “ajusticiamiento”, dependiendo del resultado del domingo.
La rivalidad también es histórica. El equipo moscovita, identificado con el Ejército Rojo durante la era soviética, dominó a mansalva al “humilde” Zenit, que conoció su esplendor durante el siglo XXI, tras ser adquirido por la gigante Gazprom. En la actualidad, el CSKA es en parte privado aunque todavía es “manejado” por el Ministerio de Defensa.