Por Federico Orchani / Foto por Guillermo D’ambrosio
El kirchnerismo pareciera recomponerse del golpazo que le provocó la muerte del fiscal Nisman. Vuelta de hoja para el gobierno que logra superar una coyuntura difícil y enfoca toda su fuerza hacia el objeto de sus preocupaciones iniciales: las elecciones 2015 y el recambio presidencial.
El debate dentro del Frente Para la Victoria (FPV) parece estar hoy entre un presente marcado por la persona de Daniel Scioli, único en condiciones de garantizar una victoria en las presidenciales de octubre frente al crecimiento sostenido del líder del PRO, Mauricio Macri. Y un futuro que depende del resultado de las diferentes contiendas electorales de 2015.
Los días del kirchnerismo en el gobierno parecen contados, sin embargo no se observa un gobierno en retirada. La presidenta Cristina Fernández agita permanentemente la tropa propia en actos de gestión mediante iniciativas de todo tipo, resaltando figuras a las que presentan como la continuidad del proyecto kirchnerista. Así, Axel Kicillof, Diego Bossio, Julián Domínguez, Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Sergio Urribari aparecen como figuras de recambio. El dilema del kirchnerismo tiene que ver con que ninguno de los mencionados mide tan bien en las diferentes encuestas que circulan como el hoy gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Ni siquiera Máximo Kirchner, que además de ser uno de los líderes de La Cámpora detenta el imantado apellido.
Por su parte, Scioli ya se muestra como “El” presidenciable, a quien no le importa recibir todo tipo de ataques hacia su persona desde las trincheras del kirchnerismo duro que lo vincula con “los noventa” en una clara referencia a la época menemista. Habría que preguntarse en todo caso si esa misma crítica no le cabe al mismo Florencio Randazzo o al ex jefe de gabinete, Jorge Capitanich, y al actual, Aníbal Fernández: ambos formaron parte del gobierno de Eduardo Duhalde cuanto fueron asesinados los militantes sociales Darío Santillán y Maximilano Kosteki en junio de 2002.
La principal virtud de Daniel Scioli es presentarse como un “candidato de consenso”: por un lado es portador de votos propios y lima así el alcance del massismo; y por otro, mantiene la cohesión dentro del PJ orgánico. A su vez, lo que más ruido genera en sectores “progresistas” dentro del kirchnerismo (como en Carta Abierta) es la buena relación que el gobernador mantiene con sectores del empresariado y grupos económicos, incluso con el grupo Clarín.
En el kichnerismo nadie saca los pies del plato: se equivocan las fuerzas políticas de la izquierda independiente que “hacen gestos” a esa militancia que, descontenta por el viraje conservador de su fuerza, abandona el barco en busca de alternativas. Sabemos que salvo contadas excepciones históricas en las que el peronismo estaba proscripto de la vida política, no es una fuerza que se caracterice por construir “a la intemperie”; es decir, sin contar con el aparato del Estado. Un desafío para la militancia popular con vocación transformadora es, justamente, el de construir autonomía organizativa respecto de las direcciones burocráticas y los recursos del Estado.
La derecha que acecha y el rol del empresariado
El crecimiento exponencial de Mauricio Macri como líder opositor y candidato a las elecciones presidenciales de octubre se explica no sólo por haber presidido uno de los clubes de fútbol más populares de la Argentina, sino por las limitaciones que el propio gobierno kirchnerista representa en la actualidad para los sectores concentrados del gran capital. Macri aparece hoy como su principal vocero y representante.
El kirchnerismo está ligado en sus orígenes al resultado de la crisis política, económica y social de 2001. Fue capaz de llevar adelante una serie de reformas y ampliación de derechos con el objeto de recomponer la institucionalidad fuertemente cuestionada por la movilización popular del “que se vayan todos”. No puede negarse el carácter progresivo de la AUH, la nacionalización de las AFJP, el matrimonio igualitario, o la política de meter presos a los represores de la última dictadura militar. Fue virtud del kichnerismo entender el momento político, y que ningún gobierno podía mantener el curso del neoliberalismo sostenido por la represión a la protesta social. Los sectores dominantes también entendieron la situación: se bancaron la política de conciliación entre las clases, aunque nunca dejaron de ser beneficiados por un modelo económico regresivo en su sentido de totalidad. Sobre todos los sectores vinculados al agro negocio, la exportación de comodities y la extracción de minerales.
Pero ahora, para ellos, Macri aparece como un representante directo de los grupos económicos. La nueva derecha republicana, que ya no necesita de los militares pero es capaz de montar fuertes operaciones mediáticas o hacer marchas como la del 18F, se prepara para gobernar; esta vez, sin interferencias. Las consecuencias sociales de políticas de ajuste y represión son conocidas: la necesidad de una alternativa que exprese amplias mayorías populares y de trabajadores es urgente.
El muñeco rabioso y el ascenso de la izquierda
Las crisis económicas, políticas y sociales también representan una oportunidad para quienes estén en condiciones de aprovecharlas. Las limitaciones del gran capital, del sector financiero o desarrollista para resolver las condiciones de precariedad en las que viven las mayorías populares son notables. El próximo gobierno debe atacar los núcleos duros de la desigualdad social. Es tan urgente una reforma del sistema tributario donde las cargas estén puestas en los que tienen más y no al revés como insostenible un modelo productivo que se apoya en la primarización de su economía y depende en parte de la exportación de soja y otros comodities.
El paro convocado el 31 de marzo por las principales centrales sindicales, a pesar de que nadie niega su trasfondo político, puso de manifiesto el impacto que genera la crisis económica en la clase trabajadora. Si el porcentaje de trabajadores que paga impuesto a las ganancias es menor es porque la gran mayoría vive con sueldos de hambre, que claramente no alcanzan. Sumado el 40% de trabajadores y trabajadoras no registrados o en condiciones de precariedad, muestran los niveles de súper explotación que los y las afectan. El paro fue contundente, con protagonismo de organizaciones populares y de izquierda que hace tiempo ya protagonizan conflictos laborales fruto de una creciente inserción en la base del movimiento obrero, en comisiones internas de base y antiburocráticas.
Es buen síntoma que existan voces políticamente independientes y que buscan expresar una alternativa electoral propia, basada en el protagonismo popular y la independencia política de los trabajadores/as. Reflejo de esto es el crecimiento del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), que busca interpelar un sector del electorado que se mantiene independiente y con críticas. El acuerdo político con otros sectores de izquierda independiente como Pueblo en Marcha en Capital Federal y Pueblo Unido que tiene como referente al Perro Santillán dan cuenta de un crecimiento y maduración de un sector del campo popular que tiene peso y referencia en la lucha social. Experiencias como el Frente Ciudad Futura de Rosario también son expresión de la izquierda de la que hablamos. Por su parte, Patria Grande, en su alianza con el Frente Popular de Víctor De Genaro en algunas localidades, enfrenta el desafío de diferenciarse de un espacio más bien característico de centroizquierda que en el pasado fue parte del FAP de Binner.
Se acerca el 1 de mayo y es una buena oportunidad para mostrar el acumulado y la proyección de un espacio que se proyecta más allá de la disputa electoral.