Por Dolores Señorans*
La Cooperativa de pescadores Coopechas y organizaciones sociales nucleadas en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) realizan hoy una jornada de venta de pescado a precios populares en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires.
Bajo el lema “directo del productor al trabajador” la iniciativa que se lleva adelante este 1 de abril aportó a construir una economía al servicio del pueblo.
Coopechas integra la CTEP como la rama de los trabajadores que desarrollan su labor en las aguas fluviales y marítimas. Desde allí nos señalan formas posibles de lograr la dignidad del trabajo junto con soberanía alimentaria. La jornada de comercialización contó con más de 30 puntos de venta en la Capital y en la Provincia de Buenos Aires.
Estamos muy próximos a Semana Santa. Por motivos religiosos, por tradición o simplemente por costumbre, durante esos días los argentinos comeremos mucho más pescado de lo habitual. Sin embargo, en comparación con otros pueblos hermanos de la Patria Grande, en la Argentina consumimos extremadamente poco, tan solo 9 kilos por persona por año. En cambio en países como Chile y Perú se consumen más de 20 kilos. Pero, ¿cómo puede ser si nuestro país tiene un litoral marítimo de más de 4000 kilómetros de largo y más de 60 ríos que recorren todo nuestro territorio?
Se dice habitualmente que preferimos las carnes rojas. Y ciertamente es así, pero no solamente por gusto propio. Más adecuado sería decir que ese gusto se desarrolló a la par de un gran negocio: la exportación de carnes a los países industrializados. Así, la oligarquía ganadera fue modelando nuestras pautas de consumo a su conveniencia y se forjó un imaginario nacional que puso en el centro de toda nuestra geografía a una única región como fuente de todas nuestras riquezas, pero también de nuestras desigualdades: la Pampa Húmeda con su producción agrícola y ganadera. Mientras tanto, nuestro mar y sus recursos permanecían olvidados. Hasta que algunos vieron en sus profundidades la fuente de un nuevo negocio….
El pescado: ¿Alimento para el pueblo o commoditie?
Desde los años 60 se fue consolidando en nuestro país un modelo extractivista de los recursos del mar a manos de grandes corporaciones pesqueras. La tecnificación de la navegación y la extracción fueron desplazando a los pescadores artesanales y se estableció una forma de explotación dominada por la pesca industrial para la que se utilizan grandes embarcaciones y se dispone de elevadas sumas de capital para invertir, lo que le permite capturar peces en grandes –e incluso excesivas– cantidades.
Estas empresas destinan casi la totalidad de su producción a la exportación. Actualmente un 95% de lo que se pesca en nuestras aguas se destina al mercado internacional, principalmente a España, Japón, China, Brasil, Estados Unidos y Francia. En 2014 se exportaron 493.244 toneladas de pescados y mariscos dejando para las corporaciones pesqueras una ganancia de 1.580 millones de dólares. Casi el 50% de esa ganancia fue a parar a las arcas de las 15 empresas que dominan el mercado. La mitad de esas exportaciones fueron de merluza y calamar, los productos que también “preferimos” los argentinos.
Los artesanos de la pesca
Afortunadamente estas corporaciones no son las únicas que pescan en nuestras aguas. A lo largo de nuestras costas y ríos la pesca artesanal continúa desarrollándose. Contando tan solo con pequeñas embarcaciones y recurriendo a técnicas tradicionales aprendidas de padres y abuelos, estos pescadores no se rinden y continúan dando una pelea fundamental para que en un futuro nuestro pueblo alcance la soberanía en dos aspectos: alimentaria y sobre las aguas de nuestros ríos y nuestros mares.
Rodolfo Morales es uno de esos trabajadores manuales de las aguas. Es un tipo tranquilo, habla pausado, su carácter se forjó sobre un barco. Hoy es el presidente de Coopechas, cooperativa que funciona en Pipinas, Partido de Punta Indio, Provincia de Buenos Aires. Fue conformada por tres pescadores de la laguna de Chascomús que tuvieron que cambiar de lugar y reaprender el oficio porque allí no les entregaban los permisos necesarios para llevar adelante su trabajo. Rápidamente el grupo inicial se amplió para incluir a pescadores de las costas de la provincia de Buenos Aires y consiguieron una embarcación pequeña propia.
Según nos cuenta Rodolfo, los pescadores artesanales de la zona siempre estuvieron obligados a vender su pesca a Mar del Plata porque no tenían la infraestructura necesaria para conservar el producto ni medios de transporte para llegar a los núcleos de consumo. Mar del Plata es desde hace años la sede de los frigoríficos que dominan el mercado interno del pescado. Sin embargo, estos trabajadores de la Economía Popular le buscaron “la vuelta” al mercado e inventaron alternativas para comercializar sus productos con muy escaso capital y una asombrosa creatividad. Con sus propias manos construyeron dos cámaras frigoríficas para conservar el pescado. Venden a vecinos y familiares puerta a puerta y participan de ferias populares gracias a los vínculos construidos con organizaciones sociales. Así se ganan el sustento y garantizan precios justos y populares a los consumidores.
Paradojas del mercado
Extrañamente los precios de exportación de algunos productos son más bajos que los que conseguimos en las pescaderías. Tomemos el caso de la merluza, el pescado que más se consume en Buenos Aires: mientras que el kilo para exportar cuesta alrededor de 31 pesos, en las pescaderías sale entre 60 y 80 pesos. Un precio muy similar al que podríamos conseguir a más de 10 000 kilómetros de distancia. En un supermercado español, el kilo de filet de merluza argentino sin piel cuesta 6,50 euros, es decir, alrededor de 67 pesos.
Parte de esta paradoja se explica por los intermediarios que participan en la cadena de valor desde que el producto de la pesca llega al puerto hasta que termina en la góndola del supermercado o el mostrador de una pescadería de barrio. Fileteadores, proveedores mayoristas, distribuidores intermedios, transportistas y minoristas hacen que el precio trepe en más de un 200% respecto de lo que cuesta recién salido del agua. Lo mismo sucede con lo que obtienen los pescadores artesanales. En la cercana localidad de Chascomús, el kilo de filet de Lisa cuesta 65 pesos. ¿Por qué? Porque los pescadores de la zona deben vendérselo primero a los frigoríficos marplatenses y de allí vuelve a los comercios locales con un precio dos veces mayor.
Además la merluza es una especie que se pesca mayoritariamente en las aguas frías del sur del país mientras que en las costas de nuestra provincia los pescadores artesanales obtienen una enorme variedad de especies: Lisa, Patí, Corvina Negra, Corvina Rubia, Bagre, Palometa, Carpa, Tararira, Pejerrey. Aquí también la concentración de la explotación en manos de unas pocas corporaciones y el monopolio de la comercialización en manos de intermediarios usureros nos acercan a una respuesta.
Por eso desde la iniciativa que se lleva adelante hoy, Coopechas busca acercar a los barrios pescado fresco y de calidad a precios populares y sin intermediarios. Pero, además de pescado, nos proponemos acercar una esperanza: que es posible construir una Economía Popular de y para nuestro pueblo.
*Equipo de Investigación Fm Riachuelo, OSyP Los Pibes