Por Mariano Féliz* / Foto: Analía Cid
En el paro general convocado para hoy, millones de trabajadoras y trabajadores podrán expresar sus demandas frente a un proyecto de desarrollo capitalista que muestra sus límites y un sistema político que niega el protagonismo del pueblo en la definición del destino del país.
Paro general y democracia
Se realiza hoy un nuevo paro general al gobierno de Cristina Fernández. Este paro es convocado por un amplio abanico de organizaciones sindicales, que incluye (pero supera ampliamente) a algunas que hace no tanto eran abiertamente oficialistas pero que, como siempre, “juegan su juego”.
La medida tendrá, seguramente, una mayoritaria participación desde las bases del conjunto del pueblo trabajador. Más allá del cuestionamiento a las burocracias de turno (acomodaticias y oportunistas) que conducen algunos de los sindicatos convocantes, las demandas que rodean al paro y el contexto socio-político más general crearán una amplia adhesión.
Será, también, la oportunidad para que millones expresen su sentir, frente a la imposibilidad de hacerlo un día común bajo el ojo vigilante del patrón y en condiciones de extrema precariedad laboral. Por ello, de cierta forma, el paro general es un momento para la expresión democrática de las demandas populares.
El contexto económico
Este paro se convoca en el final de un gobierno cuyo segundo mandato cierra un lustro de estancamiento relativo en la economía y marca un deterioro perceptible en las condiciones materiales de vida de las mayorías populares. El crecimiento económico en los últimos cuatro años fue de sólo 3% anual, es decir, cerca de la mitad de aquel en el primer gobierno de Cristina Fernández. Desde 2010 el empleo total se ha estancado, y cayó leve pero sostenidamente en los últimos años. En ese marco, una inflación persistentemente elevada por encima del 25% anual ha impedido que el poder de compra de los ingresos del trabajo continúe el ciclo de recuperación relativa de 2003-2008. En 2014, el consumo de masas cayó por primera vez en más de una década.
El resultado general de este proceso ha sido el estancamiento en la llamada “redistribución” del ingreso, un renovado ciclo de aumento en la pobreza y la indigencia, y la profundización de la precarización del empleo y la vida. En la actualidad, las y los asalariados se apropian de menos de 40% del ingreso total, más del 50% de los trabajadores del sector privado permanece en la precariedad laboral, la mitad de los ocupados ganan menos de 5500 pesos y millones apenas sobreviven con transferencias de ingresos que los mantienen en la pobreza (Asignación Universal por Hijo, Argentina Trabaja, etc.). Que el ministro de Economía, Axel Kicillof, niegue la magnitud del problema, estigmatizando él a millones de compatriotas cuya existencia precaria pretende ser negada con sus palabras, no hace sino constituir motivos adicionales para llegar al paro de hoy.
Injusticia tributaria
En este clima social se montan las razones mediatas del paro. Las demandas inmediatas remiten a un componente que exacerba al ajuste más reciente sobre el conjunto de las y los trabajadores. En efecto, la estructura tributaria argentina carga de manera creciente el peso de la recaudación sobre el pueblo trabajador. Por un lado, persisten los impuestos al consumo como elemento central en la recaudación total; el IVA, Ingresos Brutos, y otros impuestos similares siguen siendo pilares fundamentales de la estructura de recaudación de impuestos. A esto se agrega el peso creciente del impuesto sobre los salarios o el ingreso por el trabajo personal (el llamado “Impuesto a las Ganancias” sobre la 4ta. categoría de ingresos). En la actualidad, el 43% de la recaudación total del Impuesto a las Ganancias recae sobre casi 2 millones de trabajadoras y trabajadores, mientras que el resto recae en un puñado de empresas; en 2010 los asalariados aportaban el 32% de la recaudación total de ese impuesto.
Mientras tanto, el consumo suntuario y las ganancias financieras, la minería a cielo abierto y otras actividades que apropian ganancias y rentas extraordinarias y especulativas mantienen bajísimos o nulos niveles de tributación. Para cerrar el círculo, un porcentaje creciente de los recursos fiscales se destina a pagar al capital financiero (deuda pública) y como subsidios al gran capital, a las escuelas privadas, a la Iglesia, etc.
En lugar de abordar integralmente los límites del proyecto neodesarrollista, el gobierno nacional avanza con parches en un intento de sostener los niveles de consenso hasta octubre. En vez de favorecer el desarrollo de paritarias y promover negociaciones que promuevan aumentos salariales mayores a la inflación y permitan alcanzar la canasta familiar, el kirchnerismo ha tomado la actitud de barrer el problema bajo la alfombra, creando múltiples programas de crédito subsidiado (Ahora 12, Pro.cre.auto, etc.). Así no compensan los dramas que atraviesan las vidas de millones pero envuelven en montañas de deuda a las familias trabajadoras, que hacen milagros para subsistir con ingresos muy inferiores a los 12 mil pesos mensuales que se requieren para tener una vida digna, sin lujos, en la Argentina (según la Junta Interna de ATE en el INDEC).
Proyecto y poder popular
Todo lo mencionado compone el caldo de cultivo del paro nacional. Pero en el fondo, la medida nace como producto de una manera de hacer política y, por lo tanto, de una forma de construir un proyecto de país. El paro resulta de un sistema político (y una fuerza política en el gobierno) que niega al Pueblo trabajador la soberanía sobre su destino. El kirchnerismo, al igual que otras alternativas políticas pro-sistémicas, ven en el Pueblo a un objeto de manipulación, una masa de maniobra para colocar en una tribuna o detrás de una urna. No ven en el Pueblo un sujeto político, con derecho y capacidad para definir su camino, y tener voz y voto todos los días en la política económica. Los tecnócratas de turno ponen argumentos ficticios, aparentemente “técnicos”, para intentar neutralizar lo que a los ojos del pueblo son demandas sentidas, necesidades urgentes, soluciones que no pueden esperar.
Una reforma tributaria integral, un salario igual a la canasta familiar, la urbanización y desarrollo integral de los barrios populares, junto a otras exigencias, son esas demandas de los miles de sujetos organizados que se expresarán hoy y las luchas por venir.
* Profesor UNLP. Investigador CONICET. Militante del Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional.