Por Maru Correa. Gollán cambió de opinión. En pocos días y después de que Aníbal Fernández saliera a marcar la cancha, aclaró que él no estaba a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. Mientras, las mujeres mueren.
Qué poquito valen las palabras, a veces. Apenas unos días persistió la ilusión de que el Estado propicie “un debate serio y maduro” sobre la despenalización y legalización del aborto, tal como lo había propuesto a principios de este mes el nuevo ministro de Salud de la Nación, Daniel Gollán, quien luego prefirió desdecirse para ser leal al proyecto de gobierno actual, que le concedió el cargo pero no acompaña el histórico pedido antipatriarcal.
Una crónica cortita y penosa
Cuatro días después de asumir como titular de la cartera sanitaria, Gollán se mostraba preocupado por la cantidad de abortos clandestinos que se practican en nuestro país (unos 500 mil por año) y señalaba que tal condición de inseguridad es “la principal causa de muerte materna”, por lo que “hay que hacer un debate serio sin ponerse en los extremos ideológicos y religiosos”. Asimismo, exhortaba a todas las provincias a cumplir con los protocolos para abortos no punibles.
“Desde el punto de vista del sanitarismo, uno tiene que hacer algo. Vamos a propiciar un debate maduro con todos los sectores de la sociedad”, había prometido, en relación a la clandestinidad, el incumplimiento de los abortos no punibles, la mortalidad de mujeres gestantes y la legalización. De hecho, puso como ejemplo la experiencia de Uruguay, que desde 2012 tiene ley.
Sin embargo, parece que el Poder Ejecutivo que conduce la presidenta Cristina Fernández no había dejado ni un lugarcito en blanco entre las prioridades del almanaque. A las pocas horas de la propuesta esperanzadora del flamante funcionario, el jefe de Gabinete Aníbal Fernández salió a desautorizarlo y advirtió que el tratamiento de esta problemática “no está en la agenda del Gobierno”.
Yo nunca dije
Lo de Fernández fue una clara bajada de línea que se tradujo días después en declaraciones totalmente opuestas: el obediente Gollán se retractó y aseguró que él nunca dijo estar de acuerdo con legalizar la interrupción voluntaria del embarazo y que, ciertamente, esa discusión no está en agenda.
El sábado último, el ministro participó de un encuentro en Neuquén organizado por el gobernador de esa provincia, Ramón Rioseco, junto a equipos de salud. Después de la actividad y, al ser consultado por 8300 Web sobre cómo avanzaría el Ministerio de Salud en relación a los abortos clandestinos, Gollán respondió que sólo se moverá dentro del marco de la Ley 25.673 del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproducción Responsable, en referencia a la incorporación de la barrita subcutánea, un método anticonceptivo para chicas de 16 a 19 años que ya hayan tenido un episodio obstétrico.
Después, titubeó un poco pero al final fue tajante sobre la discusión por la interrupción voluntaria del embarazo: “No es un tema nuestro, yo en ningún momento planteé eso, yo no estoy de acuerdo con la legalización del aborto, ni personalmente ni como médico”.
En el mismo reportaje, afirmó livianamente: “En particular yo no me meto con el tema del aborto, yo me meto con el tema de cómo podemos lograr que mujeres que tienen algún problema no terminen muriendo por ese problema”. Además, negó haber dicho que los abortos inseguros son la principal causa de mortalidad materna: “Las primeras (causas) son las obstétricas, perinatales. (El aborto) es la segunda causa, pero por muy lejos”, se desdijo.
Y como para que no queden dudas del correctivo que le propinaron desde arriba y de lo fiel que un funcionario debe ser a esas directivas, recalcó sobre su intervención como titular de Salud: “Es simplemente la parte sanitaria, nada más. Nosotros con el resto no nos metemos porque somos ministros del Poder Ejecutivo y la agenda está muy claramente marcada, como dijo el jefe de Gabinete, y nosotros estamos completamente alineados a esa posición”.
Se trata de un amague, de una crónica cortita y penosa de declaraciones públicas, obediencias e intentos de remiendos desprolijos que siguen dejando en el aire el derecho de las mujeres de decidir sobre sus cuerpos cuando no quieren ser o volver a ser madres.
La voz de las mujeres
Lo que el ministro dijo primero fue claro. Ninguna excusa posterior de agendas y desdichos forzados harán olvidar esta oportunidad fallida de debatir el aborto con todos los sectores de la sociedad, lo cual es una deuda de la democracia y de la “década ganada”.
En ese sentido trabajan la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y el colectivo Socorristas en Red. Este último reúne a grupos de feministas que abortaron y acompañan a otras a hacerlo con misoprostol, una droga muy segura y efectiva para interrumpir el embarazo hasta la semana doce de gestación pero limitada en la venta, debido a que solamente se consigue bajo receta, no todos los profesionales aceptan recetarla y no todas las farmacias la comercializan.
Ruth Zurbriggen, de la Colectiva Feminista La Revuelta -organización que impulsó el armado de Socorristas en Red-, afirma que “ya existen acciones que limitan la venta de misoprostol” y que “por acción u omisión, el Estado no garantiza la venta sin obstáculos”. Al mismo tiempo, no descartó que puedan “sobrevenir medidas explícitas más restrictivas” de parte del Estado para que las mujeres no consigan el medicamento, a sabiendas de las declaraciones contradictorias de Gollán y la estricta sentencia de Aníbal Fernández.
Sin embargo, opinó que, si esto ocurre, “las mujeres no van a dejar de abortar. Serán muchas más las que recurran al mercado clandestino de la venta del medicamento, que ya existe y sin dudas arroja importantes ganancias, lo que afecta así la decisión de las mujeres y la salud también”. Seguramente Ruth diga eso sin contar los abortos “caseros” e inseguros que se hacen las mujeres, especialmente las más pobres, ante la desesperación de tampoco acceder a la práctica en el hospital, no criminalizada.
¡Basta!
El Estado no acompaña y no solo se vuelve irresponsable, sino también cómplice de la violencia institucional, del negocio de la clandestinidad y de las muertes de mujeres gestantes. Lo que pasa por alto el Gobierno es que el debate serio y maduro sobre la descriminalización y despenalización del aborto ya lo vienen dando hace muchos años las mujeres, las feministas, las que pelean en las calles, en los congresos, en los encuentros nacionales, en las organizaciones populares, en los barrios, de Ushuaia a La Quiaca y más allá de esas fronteras también.
Es hora de que los legisladores y legisladoras desempolven el proyecto de ley -ya perdió estado parlamentario cuatro veces-, lo traten, se pronuncien públicamente y lo aprueben. ¡Basta de mujeres muertas por abortos inseguros!