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    Sin categoría

    100 % Lucha: la estafa de la intelectualidad progresista argentina

    18 mayo, 20126 Mins Read
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    100 % Lucha: la estafa de la intelectualidad progresista argentina

    Por Omar Acha. La intelectualidad progresista argentina no se dará por vencida jamás. Otras palabras, otras voces, deberán hablar y escribir, dibujar y danzar para dejar de lado esos cadáveres vivientes que colonizan la escena “intelectual”.

    En un estadio repleto de niños que oscilan entre los 4 y los 12 años, se abre una compuerta. De una humareda entre blanca y azulada emerge la figura de Rotwailer, el Hombre-Perro de112 kilogramos, ataviado con un bozal, pero con tachas mortíferas alrededor del cuello. Rotwailer, “el luchador más rabioso que hay”, sube al cuadrilátero haciendo aspaviento de sus músculos, prometiendo sufrimientos sin igual a quien se atreva a enfrentarlo.

    Segundos después aparece otro grandote, La Masa, de 130 kilos, asustando con igual celo a los infantes, y prometiendo dolores inauditos a su contrincante. Cuando ambos luchadores se traban en combate, los manotazos que no llegan a destino provocan vuelos acrobáticos. Golpes no dados son recibidos con muecas horribles. La Masa aplica su famoso “mandoble descendente”, y Rotwailer replica con su topetazo atroz. El ringside parece contener una carnicería humana.

    Pero la batalla que rompería los huesos de cualquier mortal tiene aun otro condimento. Locutores que sabe del oficio relatan, como si hiciera falta, la violencia, las trampas, la furia desatada entre las cuerdas. Los golpes que destruyen hígados y quijadas, en la voz de los comentaristas, tienen la fuerza para aniquilar ejércitos enteros. Un tiranosaurio huiría despavorido ante los dientes amenazantes de Rotwailer. Más o menos así es el programa 100% Lucha, uno entre otros de los espectáculos infantiles de lucha libre. 

    Pues bien, así es también la máscara de debate en la intelectualidad progresista en la Argentina, la vida intelectual de las dos curvas del progresismo. La intelectualidad progresista es reformista, democrática, tiende onda, es realista: rechaza la apostura revolucionaria que considera de “otra época”. Hasta hace unos pocos años, sus dos variantes, la republicana y la populista, tenían debates retrospectivos. Así, una Beatriz Sarlo y un Horacio González, discurrían en sus revistas y libros sobre el pasado nacional con alguna que otra alusión al presente.

    Una explicación apretada de cómo surgió la progresía intelectual argentina debería comenzar con una doble situación: la represión que rodeó a la dictadura militar de 1976, represión que sabemos comenzó en 1974, y la crisis de los paradigmas de transformación setentista. Lo cierto es que hacia mediados de la década de 1980 se había producido una mutación ideológica: el ideal revolucionario entre la intelectualidad dejó lugar al sentido común reformista. Este asumió dos veredas: una corriente liberal republicana, preocupada por las instituciones democráticas, más alguna vocación incluyente del Estado, y una corriente liberal populista, también democrática e incluyente, un poco más deseosa de intervencionismo estatal. Qué hacer con el peronismo marcó algún matiz: los intelectuales liberal republicanos veían allí un obstáculo para la “democracia”, mientras los liberal populistas encontraron allí una precondición de la misma “democracia”. Lo esencial es que ninguna de las corrientes progres cuestionó la democracia liberal ni el capitalismo. Los años noventa fueron bastante agradables para la coexistencia de las progresías intelectuales porque todas sabían que lo hecho por el menemismo estaba mal. El tímido reformismo kirchnerista creó problemas para los que no estaba preparado.

    Parece que el conflicto agrario de 2008 despertó los sentidos dormidos de los intelectuales progresistas locales, que se conservaban en el formol de sus revistas, retozando en las querellas del pasado, para ver si tal o cual publicación estaba más a tono con los tiempos, o a destiempo con los tonos, pero sin proponer ninguna crítica radical de la sociedad, ni de la configuración actual del quehacer intelectual que pudiera conectar con los dilemas del cambio social ni se alce contra la desigualdad estructural del capitalismo.

    Entonces nació la versión “intelectual” del programa de “catch” 100% Lucha. Asistimos en su momento a un intento de lifting semimediático de la “intervención” de los intelectuales de izquierda en el tema del “campo” y el “gobierno”. El grupo “Carta Abierta” parecía haber elevado el humor cazador de las publicaciones que lucraron durante años con alguna novedad intelectual, pues parece que hemos asistido a importantes debates, que permitieron aflorar los caudales profundos del amor crítico al saber. En efecto, también se supone que desde otras veredas, antikirchneristas, se pronunciaron perspectivas que se quisieron críticas. Los temas recientes relativos a las Islas Malvinas y la estatización parcial de Yacimientos Petrolíferos Fiscales agregaron algunas páginas a los manifiestos intelectuales progresistas, mas no agregaron gran cosa.

    Basta recorrer los textos proclamados, las notas periodísticas publicadas, los diálogos entablados, para notar, sin dificultad, que las actitudes intelectuales fueron y son incapaces de evitar posicionarse en la dicotomía en que coinciden tanto el gobierno kirchnerista como “el campo”, o más recientemente entre el gobierno y la oposición. ¿Qué decir de quienes asumen desde el diario conservador La Nación, esa usina de clasismo impenitente, la representación de la democracia republicana? La ausencia de una posición crítica que abra el juego político-intelectual, sin asumir las dicotomías de los contendientes, pero tampoco sin lavarse las manos en una batalla cuyo destino no es indiferente para el bienestar del pueblo, delata la superficialidad de la situación intelectual contemporánea. 

    No es importante notar esta desolación sólo para revelar la franciscana pobreza de los análisis intelectuales, ni señalar la senilidad ilevantable que atraviesa las presuntas polémicas de nuestra época. Lo lamentable es que la juventud intelectual no logre instalar sus voces en un diferendo a la altura de las dramáticas épocas que venimos de vivir (me refiero a la historia reciente y no únicamente al post marzo de 2008) y, sobre todo, de las que vendrán.

    Impidamos que revistas como Ñ –esas relatoras de nuestros Rotwailer y La Masa culturales–, programas periodísticos de TN, y tantos otros espacios sedientos de “debates”, inventen vigores o ideas intelectuales, esa gran imaginería apta para madrugar al consumismo cultural. Está bien que tengan sus propios medios, revistas, colecciones de libros, centenares de “paneles”, e incontables “entrevistas”. Pero hagamos más que sonreír ante tanta agua en los tendones de nuestra intelectualidad progresista, para preguntarnos si ese panorama mercantil articulado alrededor de las momias merece un protagonismo que, quizás, requiere algo más que el rechazo: exige pensar que las dos líneas del progresismo son igualmente inútiles para cuestionar las bases de lo existente.

    Mientras la intelectualidad de la Argentina prepara sus vituallas, suena como una letanía el himno deLa Masa: “La Masa/ Mirá lo que te pasa / Te agarra / Te acogota y despedaza”. Pero no crean que todo terminó. Todavía vendrán Megabite Fighter y Rulo Verde. La intelectualidad progresista argentina no se dará por vencida jamás. Otras palabras, otras voces, deberán hablar y escribir, dibujar y danzar para dejar de lado esos cadáveres vivientes que colonizan la escena “intelectual”. Para hablar de clase obrera, de plebe, de pasión, de revolución.

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