En una noche como ésta, cinco años atrás, un 2 de marzo, madrugada del 3 de marzo, unos sicarios entraban a la casa de Berta Cáceres. Le disparaban. La asesinaban. Nos mataban con ella… o así creímos cuando a las 5 de la mañana circulaba ya la noticia. Nos mataron a Berta. ¡Nos mataron!
Por Claudia Korol
Escucho todavía la voz de Joel, que me decía en un grito desde Cuba. ¡Nos mataron a Berta! Y mi incredulidad. ¡No puede ser! ¡No puede ser! Llamé a Norita casi mecánicamente y sin lágrimas todavía. ¡Nos mataron a Berta! Y su incredulidad. ¡No puede ser!
Fue difícil conectarse con las amigas, con las compañeras, aprendiendo una vez más cómo duele la distancia. Ahora que todo se resume en la distancia social obligatoria o voluntaria, recordar a Berta me vuelve al estado de rebeldía que nos encendió la sangre cuando no había abrazo posible que contuviera el derrame de dolor.
¿Cómo seguimos sin Berta? Nos preguntábamos en el territorio de las distancias. La presencia de Berta era amalgama de esas amistades nacidas en puras luchas por defensa de los territorios, por la resistencia al poder malvado patriarcal que tanto la lastimó, en el cuidado de las comunidades y de los ríos, en la insurrección frente al golpe de estado.
¿Cómo seguimos sin Berta? Meli nos contó que ya se lo había preguntado a Berta, alguna vez, cuando la muerte le soplaba demasiado cerca, en la nuca. Berta con su sonrisa inolvidable le respondió: ¡sigue el pueblo compañera!
Tenía razón. El pueblo siguió. El río Gualcarque no fue represado, y todavía corre libre, gracias a la lucha tensa y persistente del pueblo lenca. Quienes eran niñas cuando Berta se llegaba a Río Blanco, ya son adolescentes que cuidan a las comunidades. El pueblo sigue. Pero Berta nos falta.
Berta nos falta no para continuar la lucha, sino para respirar. Ahora que en la pandemia valorizamos lo importante y necesario que es respirar una respiración tras otra, sabemos que esa falta de aliento que nos oprime la garganta cuando decimos “Nos mataron a Berta”, no es un síntoma sino una herida antigua que no cicatriza.
Sabemos que el tiempo no cura las heridas Berta. Te necesitamos, para pensar al mundo en clave de revoluciones. Para sentir al mundo no como un caldero de maldades, sino como un laboratorio de nuevas rebeldías. Te necesitamos para que la amistad sea el color más intenso de nuestro paisaje afectivo.
Mientras tanto, Berta, te cuento que tus hijas e hijo crecieron. Sé que las y lo mirarías con orgullo, al ver cómo ocuparon su lugar en el COPINH, en cada grito de Justicia, y cómo Salva se volvió un médico con sentido de lo popular. Te cuento Berta que el COPINH sigue siendo una referencia como movimiento indígena y popular, a pesar de todos los golpes recibidos. Te cuento que tu nombre se ha regado, que tus ideas se han sembrado, que tu lucha se ha multiplicado.
Hoy son tantas las Bertas en distintos rincones del Abya Yala, que sentimos que estás ahí, donde los pueblos se plantan frente a los poderes. Estás ahí, y nos seguís faltando.
Tengo la esperanza amiga, que el dolor afloje en cada triunfo del pueblo, en cada mujer que se levante con indignación y ternura, en cada desafío a la crueldad que nos imponen como costumbre y como horizonte.
Te extrañamos Berta. Seguimos exigiendo justicia.
Al criminal que organizó el atentado contra tu vida, David Castillo, lo queremos preso.
A los Atala, que financiaron el crimen, los queremos presos.
No se trata de punitivismo, como algunos y algunas creen, ideas que se difunden y crean para sostener la impunidad.
Se trata de que haciendo justicia por vos, la hacemos también para todas las defensoras de territorios, cuerpos y comunidades. Si no hay impunidad por tu crimen, será más difícil que haya impunidad frente a tantos feminicidios políticos con los que pretenden paralizar a los pueblos.
El 4 de marzo, Berta, cumplís 50 años. Prometimos hacer una celebración, y la estamos haciendo. Trayéndote a nuestros días, para abrazarte como se abraza ahora, para chismosear como siempre lo hemos hecho sobre las hijas, hijos, la vida misma. Como tantas veces buscamos inventar alguna salida provisoria: ¿y si nos vamos al sur, si nos vamos pal oeste?
Es tu cumpleaños Berta. Nos hablamos entre las amigas, tan desperdigadas como estamos, como estuvimos siempre, pero al pie del cañón para buscarte. ¿Dónde es el encuentro? ¿En qué esquina de la memoria?
Hasta siempre Berta. Hasta todas las libertades y deseos. Hasta la amistad que no se olvida, que no se distancia, que no perdona, que no se reconcilia. Hasta pronto compañera.