Por Gustavo Veiga*
El fútbol bajo la lupa en el dossier realizado por Marcha y Contrahegemonía. En esta primera parte, la AFA, el Mundial 78, la (vergonzosa) elección de presidencia actual. Una continuidad que da cuenta del organismo sin fines de lucro más redituable del país.
Materia prima por excelencia entre las industrias culturales, el fútbol se ha vuelto tan omnipresente, que todo lo que toca o rodea puede transformarse en una mercancía apta para el consumo masivo. El periodista Dante Panzeri (1921-1978) lo definió como “un comercio de fervores sentimentales” en su obra Burguesía y gangsterismo en el deporte , que, de tan vigente, es inevitable releerla. Desde el año de su muerte, un mes y medio antes de que comenzara el Mundial 78, o incluso antes, con el golpe de Estado genocida de 1976, el fútbol argentino ha tenido más continuidades que rupturas. Al punto de que la sociedad, entre el deporte más mediático y la televisión, modeló los usos y costumbres de las audiencias sin interrupción hasta hoy.
El 24 de marzo de 1976, con el partido que el seleccionado nacional de César Luis Menotti le ganó ese día 2-1 a Polonia, en Chorzow –a 11.205 kilómetros de Buenos Aires–, el régimen cívico militar estableció que el fútbol era prioritario. Fue el único espectáculo que se transmitió en vivo y en directo. Lo corrobora el comunicado número 23 de la Junta que encabezaba Videla: “Se ha exceptuado de la transmisión de cadena nacional de radio y televisión la propalación programada para el día de la fecha del partido de fútbol que sostendrán las selecciones nacionales de Argentina y Polonia”.
Otra curiosa semejanza se agrega a la línea de continuidades entre aquel período de oprobio y la actualidad. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se quedó sin dirigentes el 31 de marzo de 1976. Durante casi un mes, la condujo su gerente, Ernesto Alfredo Wiedrich. A los militares no les hizo falta intervenirla porque el 3 de mayo se designó a su frente a Alfredo Cantilo, un abogado, hincha de Vélez y socio del Jockey Club. Tampoco lo hubieran hecho porque aspiraban a organizar el Mundial 78 y valerse de él con fines propagandísticos. La FIFA podría haber sancionado al fútbol nacional si la dictadura se entrometía en su organización interna.
Continuidad corrupta
Cuarenta años después, la zozobra institucional de la sociedad civil sin fines de lucro más cuestionada del país ha tenido consecuencias en su gobernabilidad. Dos candidatos para conducirla, el expresidente de Argentinos Juniors, Luis Segura, y el conductor televisivo Marcelo Tinelli, se enfrentaron en una parodia de elecciones el 3 de diciembre de 2015. No hubo un ganador porque se traspapeló una boleta electoral en comicios donde apenas votaban 75 asambleístas. El resultado dio 38 a 38. La cuenta fallida es obvia.
En los días siguientes la AFA quedó a la deriva por una indefinición política que se convirtió en el hazmerreír de propios y extraños. “Estamos boludeando”, reconoció el presidente de Boca, Daniel Angelici. “Tranquilamente la AFA podría estar intervenida”, comentó el de Lanús, Nicolás Russo. “Quedamos como infradotados”, reconoció el de Belgrano de Córdoba, Armando Pérez. Aunque por fortuna la asociación no pasó al área controlada por el Ejército como había sucedido en el76 –con el general Omar Actis como máximo responsable hasta su asesinato en agosto de ese año–, sí transitó por un desfiladero legal donde la intervención del gobierno del presidente Mauricio Macri no fue más allá de una advertencia.
Finalmente, los candidatos se pusieron de acuerdo, establecieron plazos y terminaron con los devaneos electorales. Los medios ya habían soliviantado demasiado sus audiencias con la vana interpretación de que existían dos proyectos en pugna. Nada más falso. Porque a Segura y Tinelli quizás los diferencie el estilo conductivo o la época que representan. Pero no tienen propuestas esencialmente distintas.
El primero se formó como dirigente durante la Dictadura. Gozó de la confianza del genocida Carlos Suárez Mason en Argentinos Juniors, el socio de uniforme 322.082 que manejaba importantes asuntos en la asociación civil. Era el poder real y ostentaba dos distinciones que le habían conferido en el club: presidente de la comisión patrimonial y socio honorario. Segura tal vez pueda responder por ellas. Era el vicepresidente de la institución en esa época.
Tinelli, casi 18 años más joven que su adversario, es el paradigma de lo que el filósofo José Pablo Feinmann llama la “culocracia”, esa cultura nacida en los años 90 y cuyos valores llevados al fútbol son la razón de ser del marketing y del espectáculo deportivo. El empresario consiguió dividir a la dirigencia de la AFA con una meditada campaña que se mimetizó con la de Cambiemos, la alianza política de derecha que gobierna el país. Es el pregonero de un nuevo orden que no es tal, y que remite más al decenio menemista donde la transferencia de ingresos a los sectores más concentrados de la economía y la desnacionalización de empresas clave tuvo su sucedáneo en el fútbol bajo la figura del gerenciamiento, como ocurrió en varios clubes: Racing –el más emblemático–, Ferrocarril Oeste, Talleres y Belgrano de Córdoba, entre otros.
Tinelli se aprovechó de esa ola privatizadora, aunque la barrenó en España, en una humilde institución regional de Extremadura. El showman televisivo que criticó al multimillonario y precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, por un intento luego desmentido de comprar a San Lorenzo –lo publicó el diario The New York Post–, festejó en 1998 la adquisición del humilde club Badajoz de España. Una pequeña pero más que centenaria institución que sobrevivió a su aventura de propietario, aunque quedó lejos del sueño que les inoculó a sus socios de jugar en la Liga española con el Barcelona y el real Madrid.
El fútbol argentino podría establecer su propia escala axiológica a partir de otras continuidades que han prosperado de acuerdo a la época. Panzeri las definiría así: “Muchos son los problemas de difícil solución por escasez de dineros. El del fútbol es quizás el único en el que las soluciones son difíciles por abundancia de dinero”1. En efecto, hay continuidad entre 1976 y 2016, cuarenta años después. Como ocurrió casi siempre durante la extensa gestión de Julio Grondona en la AFA (1979-2014) y la de Cantilo que la precedió, los balances arrojaban superávit. El año del golpe ascendió a 48.967.972 pesos. En comparación, la TV de aquella época aportaba una suma menor a la tesorería de la asociación: 3.903.800 pesos. El PRODE recaudaba casi cuatro veces más (21.277.352). Hoy esa relación se invirtió a favor de la televisión por una diferencia tan holgada que transformó a los pronósticos deportivos en un vuelto.
Por este desequilibrio en las cuentas se recuperó la idea de volver a un sistema de apuestas que provoque un shock en las tesorerías de los clubes y de la propia AFA. No hay certeza de que esto pueda garantizarse, ya que las instituciones deportivas nunca consiguieron evitar la caída en picada de sus economías, aun después de que el Estado tomara para sí los derechos televisivos de los partidos en 2009 una vez que desplazó del negocio al Grupo Clarín. El programa Fútbol para Todos, que inyectó 1.742,7 millones de pesos anuales en 2015, no generó una evolución saludable de las cuentas en rojo, menos en obras de infraestructura y mucho menos en programas destinados a paliar la violencia en los estadios de fútbol. Un fracaso que, hasta hoy, también marca una continuidad.
1. Panzeri, Dante (1974). Burguesía y gangsterismo en el deporte. Buenos aires, ediciones Líbera.
*Publicada en Revista Ciencias Sociales UBA.