Por Francisco Farina @Panchofarina y Laura Cabrera @LauCab
En los próximos días la editorial El Colectivo, de Buenos Aires y el Fondo Editorial El Perro y la Rana, de Caracas, lanzarán el libro “Marx populi. Collage para repensar el marxismo”, de Miguel Mazzeo, con ilustraciones de Martín Malamud. El texto y las imágenes proponen una reflexión sobre el marxismo a 150 años de El Capital, 100 de la Revolución Rusa, 50 de la caída de Ernesto Che Guevara y 200 del nacimiento de Karl Marx. A modo de adelanto, seleccionamos algunos fragmentos.
Siguiendo la lògica “collage” que caracteriza a este libro, Marcha dialogó con Miguel Mazzeo quien eligió responder a través de fragmentos -en forma de adelantos de todo el material- del libro. Y con la libertad que nos caracteriza, Malamud prefirió contarnos cómo nació su trabajo a través de la experiencia personal e hizo hincapié en la relación de las partes dentro de esta obra compuesta y colectiva. “Como ilustrador siempre pienso en un diálogo entre textos e imágenes donde ambos contribuyan a una obra final. Esta idea fue absolutamente concretada en este caso”, explicó.
-150 años de El Capital, 1OO de la revolución Rusa y 50 años de la caída del Che, momento más que importante para repensar la historia. ¿Cómo se da el anclaje entre estas tres temáticas y Marx?
– En 2017 se cumplieron unos cuantos aniversarios vinculados al marxismo. Hablamos de cifras redondas, por supuesto. Cifras capaces de hacer sonar algunas campanas doradas y de activar los dispositivos de la evocación. De algún modo, todos los aniversarios están hilvanados por la conmemoración de los 100 años de la Revolución Rusa. Hacia atrás y hacia adelante, la Revolución Rusa instituye un horizonte de sentido que comprende los 150 años de El Capital de Marx, los 80 años del fallecimiento de Gramsci, o los 50 años de la caída de El Che, pero también la producción de algunos textos claves para el pensamiento emancipador como Las tesis de abril o El Estado y la Revolución de Lenin.
Casi toda la política emancipatoria del siglo XX, casi toda la estrategia socialista radical, cabe en el horizonte de sentido (político) y en la constelación cultural que instituyó la Revolución Rusa: liquidación de la servidumbre asalariada y de cualquier tipo de servidumbre y poder popular: poder de los soviets, de los comités de fábrica, soldados y campesinos, de las milicias obreras, de todos los movimientos populares y organizaciones de base en lucha. Sus derivas soviéticas y dogmáticas, toscas y esquemáticas, no alteraron los alcances de esta afirmación. Por otra parte, estas derivas no deberían esgrimirse como argumentos para negar los avances populares auspiciados directa o indirectamente por la Revolución Rusa en el mundo entero y durante varias décadas.
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Se nos imponen algunos interrogantes: ¿el ritual monótono de las efemérides, no consiste acaso en una ratificación de los usos y costumbres como forma de garantizar la voluntad de los muertos? ¿Este tipo de ritual, no inhibe acaso los procesos de autorreflexión y reevaluación mientras rinde tributo a la banalización del marxismo y favorece su composición como teoría cómoda y lengua muerta? ¿Con tanta repetición, no se corre el riesgo de desarrollarle al marxismo algunas patologías autoinmunes, según la expresión de Jacques Derrida? ¿No será que la izquierda dizque radical, por motivos diversos, se siente más cómoda en las prácticas conmemorativas? ¿Revolución permanente o conmemoración permanente? ¿No será que muchos y muchas marxistas de este tiempo prefieren los ejercicios evocativos inofensivos y relajados a los oficios más intensos y riesgosos? ¿No será que una parte importante de las organizaciones de la izquierda, ante el agotamiento de una matriz política centenaria y ante una crisis del capital de dimensiones sistémicas y civilizatorias, no sabe hacer otra cosa que anclarse en las viejas certezas y apelar a los remanidos recursos litúrgicos? ¿No será que nuestras representaciones del capitalismo y, por consiguiente, del marxismo, son anacrónicas? A veces, las conmemoraciones ocultan limitaciones, petrificaciones y abdicaciones; en fin: disonancias cognitivas. O amnesia. En Espectros de Marx, Derrida decía: “Se acepta la vuelta con tal que no vuelva la revuelta”.
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Porque el marxismo no fracasó desde el punto de vista epistemológico, más allá de que los últimos treinta años no hayan sido precisamente de auge paradigmático. Por supuesto que no estamos considerando al rudimentario marxismo de manual, con sus apologías dogmáticas y sus severas limitaciones epistemológicas. Ese marxismo sí que fracasó en toda la línea: contribuyó en forma pareja a la indiferencia política y a la irresponsabilidad política. Estamos hablando de otro marxismo, afincado en lugares de saber relativamente marginales, fundado en estrategias teóricas muy diferentes. Esta afirmación no pretende negar el desarrollo y la pervivencia en este último marxismo de algunos costados contaminados por los principios epistemológicos del enemigo. Pero el marxismo, sobre todo el marxismo de Nuestra América, viene avanzado en la crítica (autocrítica) a estos tópicos, al tiempo que viene deslastrándose de esos costados. Insistimos: no cabe hablar de taras epistemológicas.
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Lo que no funciona bien en el marxismo, sus principales dolencias, remiten a discursividades, rituales, prácticas e inscripciones institucionales; a sus vínculos con la sociedad civil popular, el mundo del trabajo y la naturaleza; a los procedimientos para incidir en la lucha de clases en el contexto del capitalismo neoliberal y el nuevo imperialismo, y para conformar un bloque histórico de las clases subalternas y oprimidas. Por carácter transitivo también funcionan mal las “liturgias” y el “sacerdocio”. ¿Cómo debería ser hoy una política inspirada en el marxismo? ¿Cuáles serían las exhortaciones performativas más competentes para pasar de la enunciación a la acción en este, nuestro tiempo? ¿Qué recursos del marxismo resultan imprescindibles para la preparación colectiva de un proyecto liberador/emancipador? ¿En qué aspectos se deberían poner de manifiesto tanto las continuidades como las rupturas respecto de la tradición marxista precedente? Nos referimos a una política y un proyecto con posibilidades de arraigarse en el mundo de los y las de abajo, capaz de encontrar los lenguajes que contribuyan a su masividad y eficacia performativa, capaz de poner “en movimiento una potencia práctica”, como decían Marx y Engels en La Sagrada Familia de 1844.
Entonces, el problema a dilucidar es cómo el marxismo puede servirnos de base para impulsar, articular y proyectar una práctica política emancipatoria en nuestro tiempo; o cómo podemos recomponer la “unidad paradigmática” entre teoría y práctica, proposiciones generales y acciones concretas, pensamiento y política, concepto y poder; o cómo reconstruir la autoridad y legitimidad de sus lugares de enunciación, o cómo el marxismo puede contribuir a crear las condiciones adecuadas para que la lucha de clases se constituya en materia para la política. Decimos: dilucidar para reparar. Esos son los déficits que, hoy por hoy, más nos importan.
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En 2018, con más precisión el 5 de mayo, se cumplirán doscientos años del nacimiento de Marx. Jacques Derridá decía que los “Estados Generales”, son convocados cuando una crisis convoca a la deliberación colectiva. Él partía del sentido que los Estados Generales adquirieron a partir de las circunstancias que los instituyeron como la antesala de la Revolución Francesa, y se refería específicamente a unos Estados Generales del psicoanálisis. ¿Estaremos frente a una oportunidad para plantear la necesidad de convocar a los Estados Generales del marxismo? ¿Podremos recurrir a la historia para “dar magnificencia a las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas”, tal como planteaba Marx en el Dieciocho brumario de Luis Bonaparte (1851-1852)?
Esperamos que la conmemoración del bicentenario del natalicio de Marx sea una buena oportunidad para debatir sobre posibles renacimientos.
(Fragmentos del Capítulo 2
“Efemérides marxistas” o el marxismo como problema.)
-Más allá de esto, nuestro contexto histórico actual nos interpela, ¿cuál es la vigencia de Marx hoy?
Va de suyo que consideramos históricamente agotada a la vieja conciencia política que supo producir el marxismo. (Lo mismo cabe decir en relación al horizonte instituido por la Revolución Rusa). Concretamente: esa vieja conciencia política ha perdido el poder de seducción que otrora ejercía sobre intelectuales y militantes sociales y políticos del mundo entero. Ha perdido su antigua capacidad de crear sujetos políticos. Desde la perspectiva del poder dominante, dicha conciencia política, ha perdido algunas posiciones como expresión de lo diabólico. Aunque la posibilidad de articulación de marxismo y polis sigue intacta. Como sigue íntegra la aptitud para constituirse en paradigma donde confluyen el pensamiento crítico y la política radical. En buena medida depende de la vocación militante por desarrollarle nuevas “encarnaciones” y una nueva conciencia política, de recuperar sus aptitudes de crear sujetos políticos sobre bases nuevas, distintas al “progreso” entendido como el desarrollo de las fuerzas productivas y a la democracia reducida a las políticas del “como si”. Creemos que esa vieja conciencia política –junto al viejo arsenal simbólico– puede servir para luchar contra la inhumanidad de las clases dominantes, principalmente para resistir (en un sentido acotado que refiere más a la preservación de una posición adquirida que a la “creación”). Pero el punto es que ya no alcanza para inspirar trayectos emancipatorios, desbordes democráticos y vocaciones constituyentes, en fin: sujetos políticos, discursos utópicos y programas activos de transformación radical de la realidad que remitan a lo que Walter Benjamín llamaba “verdades épicas”. Tal vez las “efemérides marxistas” de 2017 y 2018, y las de los próximos años, contribuyan a discutir estos tópicos.
La pregunta por el sentido del marxismo podría formularse apelando a modos más indirectos: ¿es posible una existencia humana digna y una autorrealización plena bajo la ley del capitalismo? ¿Pueden los grupos sociales explotados y oprimidos del planeta satisfacer su interés existencial en los marcos de esa ley? ¿Cómo contribuir a que estos grupos (incluidos todos nosotros y todas nosotras) vivan sus existencias limitadas y hasta miserables y espectrales como contradicción lacerante y no como parte de lo instituido y naturalizado como “lo real”? ¿Cómo contribuir a que los y las de abajo desarrollen un interés antagónico al interés por lo que es y lo que está? ¿Puede haber caminos hacia el futuro en el marco del capitalismo y el mundo burgués?
El marxismo sigue siendo uno de los antídotos más intensos y eficaces contra la reificación de las relaciones humanas, contra el proceso de desencantamiento del mundo, contra la universalidad totalitaria y la esclavitud ideológica impuestas por el mercado. También es un antídoto frente a un conjunto de supuestas heterodoxias que impulsan proyectos que no buscan otra cosa que fortalecer las estructuras y los imaginarios capitalistas (capitalismo “regulado”, capitalismo con “rostro humano”, o similares); que promueven políticas tendientes a neutralizar los desequilibrios constitutivos de la dinámica objetiva del capital, en especial la desigualdad. Más allá de la complejidad de los recursos teóricos y retóricos puestos en juego, no hacen más que reeditar viejos reformismos ignorando resignadamente la unidad estructural que, como ya señalamos, caracteriza al sistema capitalista. El propio Marx, demostró la inviabilidad sistémica de estas alternativas. ¿Alguien conoce un antídoto mejor? El marxismo sigue siendo un insumo indispensable para intensificar los flujos de lo que late y vive, para que los seres humanos puedan realizarse plenamente y reapropiarse del mundo escamoteado, para conjurar todo lo que el mundo tiene de atrofiado y para que el mundo no le quede tan grande e inabarcable a la verdad y a la belleza. El marxismo fue, es y será imprescindible en toda experiencia popular contrahegemónica, que anticipe otra sociedad posible y que ponga en marcha un proceso de control del trabajo sobre el capital.
(Fragmentos del capítulo 15
Los sentidos del marxismo)
Malamud y el diálogo inevitable entre textos e imágenes
¿Qué hechos puntuales podemos ver ilustrados?
Malamud: -Una vez hechos los dibujos, me siento un espectador más y me alegra a veces encontrar algún sentido en el que no había pensado. Como tal espectador, creo que en los dibujos hay una intención de expresar la esperanzadora conjunción de lo visceral, lo plural, lo popular, lo vivo, lo emotivo por un lado; y lo racional, lo abstracto, la potencia del pensamiento por el otro. También expresan los peligros de que ese segundo aspecto deje de dialogar con el primero y se convierta en rigidez, dominación y muerte.
Pensar la historia en imágenes y de ahí darle el toque creativo, ¿qué estilo toman estas ilustraciones?
Malamud: -Personalmente tengo un gran interés por los temas desarrollados por Miguel en estos textos. Los leí en profundidad, diría que me sumergí en cada capítulo, y a partir de allí hice una lista de las frases que me resultaban más significativas y de las preguntas que me surgían. Eso iba depurando en una única frase que era la que más me impactaba. También leí los capítulos en voz alta y los grabé. Me ponía a dibujar escuchando el texto con una particular atención en la frase elegida. La idea del dibujo se iba desplegando allí mientras lo voy haciendo. Pretendo no pensar en el estilo, creo que el estilo es inevitable y aparece más claramente cuanto menos uno piense directamente en él.
El libro está compuesto por 15 capítulos cortos, cada uno de ellos con su correspondiente ilustración.
- Marxismo para náufragos.
- Efemérides marxistas” o el marxismo como problema.
- Los mil y un marxismos.
- La idea de necesidad histórica y otras asperezas similares.
- Tensiones. Releer el marxismo desde Marx.
- Marx y Felipe Varela. A 150 años de El Capital y de la batalla del Pozo de Vargas.
- Desgarros y contradicciones.
- Elogio de la anormalidad.
- Sobre los modos de implantación del marxismo
- El marxismo del Che.
- La revolución contra El Capital.
- Marxismo y autodeterminación.
- La Revolución Rusa y sus derivas.
- ¿Sueñan los proletarios con revoluciones eléctricas?
- Los sentidos del marxismo.
Cuenta además con una bibliografía general, un prólogo de Aldo Casas y un epílogo de Hernán Ouviña.