A 38 años del apagón de Ledesma, entrevista exclusiva con Luis Álvaro Vasco, uno de los sobrevivientes de aquella terrible noche que dio comienzo al calvario de las más de cuatrocientas personas secuestradas.
La noche del 27 de julio de 1976, en plena dictadura militar en Ledesma, provincia de Jujuy, se cortó el suministro eléctrico de todo el departamento para que policías, gendarmes, militares y capataces de la empresa azucarera Ledesma allanaran y saquearan las viviendas en Libertador General San Martín y Calilegua. En el sombrío operativo, se secuestraron a más de 400 trabajadores, estudiantes y profesionales, trasladándolos a galpones de mantenimiento del ingenio azucarero. Fueron atados y encapuchados y sufrieron toda clase de torturas e interrogatorios. Si bien algunos de los secuestrados fueron liberados o enviados a comisarías y cuarteles militares, y otros destinados a cárceles de distintas provincias, 30 personas permanecen aún hoy desaparecidos y sin justicia.
La semana pasada, y con motivo de cumplirse 38 años del Apagón, se realizó la histórica marcha de las antorchas exigiendo juicio y castigo a todos los responsables, principalmente al empresario Carlos Pedro Blaquier, cuyo juicio aún no comienza.
Marcha estuvo presente y dialogó en exclusiva con Luis Álvaro Vasco, uno de los sobrevivientes de aquella terrible noche que dio comienzo al calvario de los más de 400 secuestrados.
“Me llamo Luis Alvaro Vasco, soy ex alumno de esta escuela (escuela normal Nacional de Libertador General San Martín), una escuela que ha sido tocada terriblemente por la dictadura militar, aquí tenemos 16 compañeros desaparecidos. Y no es casual esto: porque Ledesma ha sido, sigue siendo todavía un feudo y ellos han sido beneficiarios por la muerte de nuestros compañeros que pensaban diferente, que pensaban por una sociedad diferente, una sociedad igualitaria y no una sociedad feudal” y así comienza Luis su relato.
Así recordó aquella fatídica noche: “La mitad de mis compañeros habíamos sido apresados y llevados a los campos de concentración, luego nos llevaron al campo de concentración de Guerrero Primero, luego al penal de Villa Gorriti y de allí nos trasladaron en un avión militar a unidad 9 la plata”. En el caso particular él, luego de la cárcel de La Plata fue exiliado a Noruega a través de Naciones Unidas y luego a Oslo, “y ahí –bueno- tuve que aguantar el exilio, pero siempre resistiendo porque en Oslo conocí a muchos compañeros latinoamericanos que también estaban exiliados, chilenos, bolivianos. Y armamos una organización trabajando la resistencia desde el exterior, siempre pensando en cómo sería la resistencia de los compañeros que se quedaron”, continua Luis. Y es que los exiliados consideraban que dentro de todo estaban “más o menos bien, a salvo porque estábamos en el exilio”. La gran construcción desde el exterior durante los años de dictadura era para este grupo y de propias palabras de Luis “trabajar para ayudar a los que se quedaron resistiendo, esa era la gran preocupación”.
-¿Cómo era tu vida antes de la noche del apagón?
Yo era estudiante del la universidad, estudiaba abogacía y militaba en la izquierda. Pero a mí me apresaron mucho antes del proceso de la dictadura militar, a mí me empezaron a apresar durante el gobierno de la formula Perón -Perón, porque realmente ahí comienza la represión, y el terrorismo de Estado. Ustedes saben bien lo que fue la triple A. En ese período estuve apresado dos veces en Tucumán y mi familia me dijo: “porque no te vienes a Jujuy, ahí en Tucumán ya te tienen marcado”, y me vine a Jujuy y luego me apresaron varias veces antes del apagón, una semana una vez, diez días otra vez y luego ya en la noche del apagón han sido años hasta que terminé exiliado en Oslo.
-¿Cómo fue tu situación de secuestrado y los traslados luego de la noche del apagón?
Primero yo nunca voy a saber cuántos días estuvimos detenidos en el campo de concentración de Guerrero, porque nos ataron de pies y manos, y nos vendaron. Yo recuerdo que nos sacaron de noche en camionetas de la empresa Ledesma, nos llevaron a Gerrerro y nos apresaron durante la noche, pero después…yo escuchaba cantar a los pajaritos, los pajaritos cantan durante el día dos veces: al amanecer y al atardecer. Yo no sabía si amanecía y atardecía, perdí contacto con el tiempo, con los días, no sabía si era de día o era de noche, estaba totalmente debilitado por las torturas en el campo de concentración. Y bueno hasta que me llevaron a la cárcel de Gorriti y ahí ya nos sacaron las vendas, estuvimos presos y aislados.
Después de ahí nos llevaron a la unidad 9 la Plata. Allí nos iban soltando de a uno, otras veces de a dos, y así, algunos íbamos recuperando la libertad.
-Una vez vuelto del exilio, ¿cómo siguió la lucha?
Me fui a Noruega, donde estuve exiliado junto a mi hermano. Luego en Oslo él se autorepatrió y volvió a Jujuy, yo también me auto repatrié acá. Y ahora estamos aquí participando de lo que podemos. Algunos participan más otros participan menos, pero yo lo que tengo bien decidido es que siempre donde me llamen voy a ir denunciarlo a Blaquier, es lo que más temor me da a mí; Que sigan ostentando tanto poder estos oligarcas y mientras ellos tengan el poder, sean dueños del poder, nunca vamos a tener cambios profundo en la sociedad. Los cambios profundos se producen, no desde los gobiernos, se producen desde el poder y mientras ellos tengan ese poder los cambios van a ser cosméticos, nada más.
-¿Cómo vincularías el pasado y el presente, con la continuidad del poder que tienen los empresarios como Blaquier?
Hablar de capitalismo es difícil, hablar de plus valía, de anti imperialismo casi ya son palabras prohibidas, te dicen “es un pelotudo setentista”, pero en realidad la lucha de clase va a seguir siempre, el poder va a seguir en manos de los ricos. Hoy no ha cambiado nada, hay cierta apertura democrática, y gracias a eso uno se puede parar ahí y decir lo que yo dije, denunciar. Pero nada más.
En los golpes militares las armas no las carga el diablo, las cargan los Manieto y las cargan los Blaquier. Mientras no le quitemos el poder a ellos, van a seguir cargando armas. Porque ellos defienden su poder a punta de armas, no de otra forma, porque no tienen argumentos tienen armas.