Por Gabriel Casas
En otra entrega del diálogo entre el Director Técnico Ángel Cappa y el periodista Gabriel Casas, los temas que duelen en el fútbol argentino actual: la falta de juego de la selección, la connivencia de las barras bravas con la dirigencia, fuerzas de seguridad y políticos. Y el fútbol de la gente, como dice don Ángel: “El fútbol es nuestro, no de ellos”.
Hola Angel, ¿cómo estás? Espero que muy bien.
Te imagino disfrutando de los choques Real Madrid-Bayern Munich y Barcelona-Juventus (aunque este último sufriendo por el resultado final de la serie) en tu trabajo para la televisión española.
Sin embargo, quiero meterte de nuevo en el barro de nuestro bendito (o quizás maldito) fútbol argentino. Estarás enterado de que la violencia en las canchas se cobró otra muerte. Un hincha de Belgrano de Córdoba que fue arrojado por varios de sus pares desde la tribuna al vacío. Una locura como tantas otras de las décadas del ochenta en adelante. Cuando el poder político partidario (de todos los colores políticos, eh, menos la izquierda) le dio riendas suelta a las barras bravas como mano de obra barata de aprietes para las campañas electorales en organismos estatales y en sindicatos, estos se organizaron como asociaciones ilícitas porque son mercenarios. Su lugar de mayor poder lo sienten en las tribunas. Donde mandan ellos. En política partidarias, son mandados por otros. Como dijo “el filósofo” Rafael Di Zeo, de la 12 de Boca, “ustedes se equivocan si mandándome preso a mí o a otros jefes, se acaba el problema. Esto es herencia, herencia y herencia”. Más claro echémosle agua. Por eso se matan por las jefaturas de las tribunas en peleas internas. Hay un club, como Almirante Brown, por ejemplo, que tiene tres barras bravas que van cada una a diferentes populares.
Lo que no aclaró Di Zeo (a propósito) es que los jerarcas son socios de los comisarios de la policía de cada seccional que corresponde a cada estadio. Por ese código tribunero de “no podemos ser amigos de la yuta”. Entonces, mientras la policía que cuida el ingreso a los estadios le pide documento a los hinchas comunes para ver si no tienen antecedentes delictivos o prohibición de entrar a la cancha, y les hace soplar el test de alcoholemia (dos cosas que veo muy bien de que se haga), ahí cerquita, en el estacionamiento de la calle (cobrándolo al precio que a ellos se los canta) o en el mismo complejo del club, los mulos de la barra ofrecen las entradas de reventa a todas y todos los que pasamos. Hasta los puestos de ventas de bebidas y comidas, tienen que “colaborar” con ellos. Y de ese botín.la barra le da un vuelto a la policía. Entonces, la hipocresía es total y todos somos cómplices. Yo trato de aliviar mi parte de culpa, de que las familias no puedan volver al fútbol tranquilas como antes, escribiendo sobre esto en todos los medios que pueda hacerlo. Quienes estamos habitualmente en los clubes de los que somos hinchas o los que están trabajando como periodistas, los conocemos con pelos y señales. Sabemos quién es el jefe de la barra y que el presidente de cada institución lo legitimiza porque es a quien debe bajarle el dinero mensual, por alguien de su riñón en la comisión directiva. Y también lo conocen todas y todos los hinchas no violentos que quieren verdaderamente los colores de su camiseta, a la historia de la institución, que pagan su cuota y se alegran o se entristecen si su equipo gana o pierde. Sin embargo, muchos de ellos, los legitimizan hasta pidiéndoles autógrafos a Di Zeo (lo menciono por ser el de perfil más alto de todos los capos de las barras importantes), más que a muchos jugadores cuando se lo cruzan en el playón de La Bombonera.
Y los medios de prensa dominantes (los deportivos, pero también los informativos y hasta los de espectáculos) harán su show de la indignación como ante cada muerte. Porque la noticia que vende es la muerte. No, que todos los fines de semana se está cerca de tragedias en muchas canchas y no suceden de casualidad. Ahora con el regreso de los hinchas visitantes de Boca y River en algunos partidos en tribunas que son desbordadas por su convocatoria, se estuvo al borde de la tragedia. Fue pura suerte de que no hubo muertos por avalanchas o por peleas fuera del estadio. Y los dirigentes de la AFA se pasan la pelota entre ellos (Tapia, Armando Pérez, Angelici, Moyano, y ahora falta Tinelli porque se corrió para tomar aire después de estar en la foto con el resto como prenda de unidad que exigía el gobierno para poner la plata de la rescisión del contrato de Fútbol para Todos) y no quedar pegado por si explote todo. Ya que si Argentina llegara a quedar afuera del Mundial, no se salva ni Messi.
Quizás me haya vuelto un poco insensible ante tantas muertes en el fútbol argentino. Lo naturalizo, lamentablemente. Vivo indignándome con ciertas cosas cada fin de semana que voy a la cancha, por eso cuando la tragedia se hace realidad, lo vivo como una crónica anunciada previamente. Esto, si me lo permites el término bélico, es una guerra que la venimos perdiendo por goleada todos los que queremos lo mejor para nuestro fútbol. Ir a disfrutar como yo lo hacía cuando nos llevaba mi viejo (los tres hermanos) y, a veces, hasta nos acompañaba mi mamá, al Viejo Gasómetro en la década del 70.
Abrazo y besos a la familia,
Gabriel
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Amigo Gabriel.
Yo creo que el tema de las barras en el fútbol argentino, y su aparente imposibilidad para solucionarlo, no es mas que una muestra del caos absoluto en el que vive desde hace años.
Ocurre que ahora ese caos explotó y quedan al descubierto desde las cuestiones mas acuciantes e importantes, hasta las insignificantes.
El fútbol argentino no tiene una idea que lo guíe y camina a la deriva buscando algún triunfo que tape la mugre.
En otras palabras, nadie se preocupa por encontrar el significado de este deporte que es mucho más que un juego para la mayoría de los argentinos.
El único que han encontrado, y que al parecer les viene fenómeno, es el del negocio. Y el negocio, sobre todo, consiste en la venta de jugadores al exterior. Miles de jugadores se han vendido en los últimos 30 años y la mayoría de los clubes están en la miseria. La pregunta que surge sola es entonces ¿para quién o quiénes es el negocio?.
Para colmo, es un negocio apresurado, berreta, chapucero, que deja todo patas para arriba y que no cuida para nada el origen; es decir, las divisiones inferiores.
En general, los jugadores aparecen superando todos los obstáculos que por incapacidad, por desidia, y porque a nadie le importa nada, encuentran en el camino. Surgen en contra de estructuras y de supuestos preparadores que no miran otra cosa que su futuro y por eso en vez de ayudar a formar jugadores, son en realidad conspiradores de su progreso.
Hace rato que se abandonó la identidad, el estilo, nuestra forma de entender y vivir el fútbol, que por supuesto va mas allá de los resultados.
Hace rato que se reemplazó el ser como somos, por ganar como sea, creyendo que ganar es el único objetivo.
Hace rato que a la ignorancia atropellada se la confunde con el pragmatismo, y que pretender jugar bien es considerado poco menos que una idiotez de perdedores.
También hace mucho tiempo que la mayoría de los dirigentes del fútbol argentino no tienen otra idea que ganar el próximo partido para durar un rato más. Y dejan a los clubes en la miseria, mientras nada ni nadie les impide seguir gastando como si tal cosa. Como si fuera normal deberle a todo el mundo y no pagar nunca sus deudas, y seguir funcionando hacia el desastre.
Los políticos no hacen otra cosa que aprovecharse del fútbol, como siempre, para robar algo de popularidad.
Y ahora mucho peor, porque el gobierno impulsa la privatización de los clubes en una última maniobra para arrebatarle del todo a la gente lo que le corresponde.
Y vos me hablás con razón de las barras que en realidad son organizaciones delictivas a la vista de todos, sin que nadie tenga la mas mínima voluntad de encarar el problema para darle solución.
Organizaciones donde entran todos, por supuesto: políticos, sindicalistas, policías corruptos, dirigentes de los clubes, y autoridades, en una corrupción gigantesca.
Podría hablarte de la AFA pero es tan evidente, tan absurdo casi todo lo que hace, tan a la vista de todos, tantos desastres, todo es tan ridículo y al mismo tiempo tan trágico para el fútbol argentino, que me parece que sería redundante.
Yo creo que la solución solo podrá venir de la gente, de los socios, de los hinchas de los clubes, para recuperar lo que les han robado.
El fútbol es nuestro, no de ellos. Ellos se apoderaron del fútbol para sacarle plata, para negociar, para arruinarlo en su beneficio.
El fútbol es de la gente, de los jugadores, no de los dirigentes, no de los políticos, no de los empresarios, y tampoco de las empresas.
De no ser así, las cosas irán a peor irremediablemente.
Un abrazo. Ángel.