Por Lucio Garriga Olmo
Continúa la cuenta regresiva para las elecciones en Estados Unidos, determinantes para el mundo por su vigencia como potencia dominante. Similitudes y diferencias entre el excéntrico millonario y misógino Donald Trump y la conservadora belicista Hillary Clinton.
El próximo martes 8 de noviembre Estados Unidos enfrentará una de las elecciones más importantes de su historia. Por un lado, un multimillonario excéntrico que viene a romper con toda la clase política tradicional, y por el otro la primera candidata mujer de la historia a la Casa Blanca, más cercana a los grandes poderes de Wall Street que a los ciudadanos de a pie.
Los datos llamativos de estas elecciones son varios. Donald Trump es el candidato que más votos recibió en la historia de las primarias republicanas, a pesar de no contar con el apoyo del establishment del partido y, además, es candidato sin haber ocupado nunca un cargo público. Su historia política no es muy conocida ya que siempre se dedicó a aumentar su fortuna basada en construcciones y hoteles de lujo.
Por su parte, Hillary Clinton, a diferencia de Trump, es una mujer del riñón y del establishment político. Fue senadora desde 2001 a 2009 por el estado de Nueva York, fue primera dama y secretaria de Estado de Obama. Busca ocupar el único cargo político que no ejerció en su carrera.
Las diferencias entre ambos no son sólo históricas. Durante la campaña se han observado algunas diferencias claves entre ellos. En el ámbito donde se pueden observar más es en lo que respecta a política exterior, una zona donde Clinton sabe manejarse teniendo en cuenta que estuvo a cargo de la misma durante la presidencia de Obama. A pesar de esto, es un punto en el que recibió muchas críticas. Hay que recordar que Clinton estuvo investigada por el FBI por haber utilizado, mientras era secretaria de Estado, una computadora por la cual envió mails de carácter clasificado a través de un servidor no seguro. Esto, sumado que a la hora de presentar los mails que envió sólo presentó la mitad de los enviados, le significaron un duro golpe durante su campaña, del cual se logró recuperar tras pedir disculpas y confesar que fue “un error”.
La política exterior impulsada por Clinton se basó en el intervencionismo y la guerra. En 2011 apoyó la invasión a Libia junto a la OTAN y hoy este país africano, que supo ser uno de los más desarrollados del continente, no cuenta con un Estado central unificado y los terroristas del Estado Islámico crecen día a día. Además, apoyó la intervención en Siria para derrocar al presidente Bashar al-Asad, pero hoy el presidente sirio sigue en su cargo y los terroristas siguen atacando a la población no sólo en Siria.
Trump, que tiene a favor no haber estado involucrado en nada de esto, la atacó constantemente diciendo que el mundo es menos seguro que antes. Pero no sólo esto, también la criticó por los gastos multimillonarios que implicaron estas decisiones, dinero que falta para solucionar los problemas de empleo que hay en Estados Unidos. Trump, a diferencia de Clinton, es un gran crítico de la OTAN ya que Estados Unidos “no puede cuidar de todo el mundo” y llegó a decir que en caso de ser presidente no se sentirá obligado a defender a los países miembros en caso de ataque exterior, como estipula el tratado de la organización. “Hay muchos países miembros de la OTAN que no pagan las facturas”, dijo el excéntrico millonario en una entrevista con New York Times.
El paso de Clinton como jefa diplomática también estuvo manchado por las sospechosas donaciones que realizaron algunos países a la Fundación Clinton, la fundación familiar manejada por su esposo Bill Clinton. La agencia AP reveló en una investigación que mientras ella ocupó este cargo, más de la mitad de las reuniones que mantuvo por fuera del Gobierno fue con aquellos que donaban a su fundación. Además, otra investigación mostró que países bastante lejos de ser democráticos como Kuwait, Emiratos Árabes y Arabia Saudita donaron decenas de millones de dólares a esta fundación. Sólo Arabia Saudita le donó un mínimo de 10 millones de dólares y ahora aportó más de 40 millones a la campaña demócrata, lo que equivale a un 20% de lo recaudado por la campaña.
Las diferencias entre ambos también se observan en lo que respecta a la economía internacional. Trump, desde que lanzó su candidatura, criticó y repudió los Tratados de Libre Comercio como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y aseguró que sacaría a Estados Unidos de los mismos. Por su parte, Clinton empezó la campaña defendiendo estos tratados pero luego cambió su parecer y dijo estar “preocupada” por la pérdida de puestos de trabajos en Estados Unidos.
Hillary en el “patio trasero”
En relación a América Latina, Clinton también tiene un prontuario de intervenciones e injerencismo. En 2009, respaldó el golpe de Estado contra el presidente de Honduras José Manuel Zelaya. En ese sentido, aseguró: “La Corte Suprema (de Honduras) advertía que Zelaya quería ser un Chávez o un Castro más. Decididamente, la región no necesitaba a otro dictador”. En su libro “Hard Choices” (decisiones difíciles en inglés), admitió que el objetivo era que el país celebrara elecciones libres y justas de manera rápida y legítima.
Además, durante su gestión en la política exterior estadounidense se llevó a cabo, en 2012, el golpe parlamentario contra el presidente de Paraguay, Fernando Lugo. No sólo esto, también ha hablado del ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez, como “dictador” y aseguró que el líder bolivariano “se exalta a sí mismo”.
En 12 días se elegirá al nuevo presidente de los Estados Unidos y las cartas ya están sobre la mesa. Clinton aventaja a su rival en las encuestas y en los estados más grandes donde se decidirá la elección. América Latina tendrá que estar atenta a una nueva administración y más teniendo en cuenta que las fuerzas conservadoras y neoliberales se vienen recuperando en todo el continente.