Por Laura Salomé Canteros @laurasalome / Foto por Ayelén Rodríguez
Llega un nuevo Encuentro Nacional de Mujeres, evento único en el mundo que se realiza de forma autogestiva e ininterrumpida hace 31 años. Con un cambio de paradigma político y social en el país y en la región, llegaremos a Rosario, una ciudad militarizada pero ansiosa de gozar de todos los rituales y colores de las mujeres organizadas.
“El patriarcado, nos oprime como trabajadoras, nos esclaviza como cuidadoras, nos cosifica como mujeres, y encima nos quiere hacer creer que eso, y que nos violen y nos maten, es lo normal”, afirma Irantzu Varela, la feminista vasca que (me) enloquece de cordura con sus reflexiones a través de “El Tornillo”, el microespacio digital de “Faktoría Lila”.
Es notable el paternalismo. A menos de una semana del 31 Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) que se realizará en la ciudad de Rosario, donde llegarán cerca de 70 mil mujeres a hacer política de forma horizontal, debatir sobre las problemáticas de las que se ocupan y les interesan durante el resto del año divididas en 69 talleres temáticos y a concretar actividades públicas y de visibilización de sus construcciones de poder; el fascismo social y el machismo mediático empresarial nos dicen cómo tenemos que salir a luchar.
Lo demostró con los carteles en vía pública que se difundieron en las redes sociales hace días y que “rezan”, “Así no. En octubre, Rosario espera mujeres sin violencia”; y con ridículos artículos de opinión en medios digitales que aseguran que las “Feministas amenazan con quemar la Catedral de Rosario durante en Encuentro Nacional de Mujeres”.
Sin embargo, histórico y de coyuntura, las instantáneas colectivas que dejaron las masivas movilizaciones en reclamo de los derechos de las mujeres este último año, cubiertas por el activismo, el periodismo ciudadano y los medios populares, son indiscutibles. Y así, sensibles, enlazando historias y atareadas por lo cotidiano, llegamos a Rosario.
De ENM a ENM: el año feminista (y popular)
La vuelta del #30ENM en Mar del Plata fue simbólica e inédita e inauguró una etapa en que los poderosos y privilegiados comenzaron con persecuciones y represión hacia las mujeres, desde simbólicas hasta materiales. En nuestro país y en toda Nuestra América.
En esa ocasión, la policía bonaerense -uniformada y de civil- en alianza con integrantes de la iglesia católica y un grupo de neonazis locales, reprimieron la llegada de una de las columnas a la catedral de la ciudad. Montaron una escena tirando sus propias vallas, esperaron a que las mujeres ingresaran a las escalinatas y dispararon gases lacrimógenos y balas de goma, hirieron y detuvieron a activistas, y ensayaron cacerías por la plaza que se encontraba enfrente. Ese fue el día en que una catedral se convirtió en comisaría.
Luego, volvimos a marchar por una vida sin violencias y a honrar a las obreras del 8 de marzo; activamos desde abajo el “ni una menos” (que sólo en ciudad de Buenos Aires congregó a 200 mil personas) y reclamó al Estado y a los gobiernos que “vivas y libres nos queremos”. Rabiamos hasta lograr la #LibertadParaBelén, exigiendo en cada acción el reconocimiento del derecho al #AbortoLegal y el freno al avance de la criminalización de las mujeres porque no (nos) queremos #NiMuertasNiPresas. Y asistimos al golpe de Estado parlamentario y patriarcal que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff.
Denunciamos la situación de las mujeres y el trabajo, y advertimos sobre el riesgo de la feminización de la pobreza para que no haya “ni una olla menos”.
Nos indignamos con la alianza criminal del patriarcado racista y la ineptitud del funcionariado salteño que violentó a “Juana” de solo 12 años. Reclamamos por la aparición con vida de Diana Colman y visibilizamos en red cada vez que una piba desaparecía en un barrio. Nos emocionamos gritando en la primera marcha nacional “Justicia para Diana, ¡basta de travesticidios!”; clausuramos la Embajada del Estado asesino de Honduras por “Justicia por Berta”; y lloramos recordando a la Comandanta de las mariposas en cada eco del “¡Lohana Berkins, presente!”. Ya que será nuestro primer ENM sin ellas.
Mientras Reina Maraz sigue cumpliendo su condena perpetua.
Los ENM, actos de liberación
¿Hasta cuando se va a seguir vendiendo que las mujeres somos naturalizadas e inmutables víctimas?, ¿hasta cuando se va a seguir desde los medios y el ejercicio del periodismo empresarial justificando represiones y reproduciendo el estereotipo de “brujas contemporáneas” que todo lo quemamos a nuestro paso? ¿Por qué se pide a las mujeres que seamos pasivas, delicadas, débiles, sumisas, desvalidas, sacrificadas?, ¿o acaso sostenemos que necesitamos ser (y estar) protegidas a la sombra de los varones?
Será como dice Sarah Babiker, periodista de la agencia Comunicar Igualdad, “desde la Revolución Francesa hasta las milicias femeninas de las Unidades de Protección Popular kurdas, las mujeres hemos puesto el cuerpo para defender nuestros derechos, así como han hecho los varones con otros deseos y reivindicaciones. Estas resistencias, sin embargo, han sido siempre desacreditadas al amparo del respeto a las buenas costumbres y el recato, conductas que no se les reclaman a los revolucionarios masculinos”.
O retomando a Irantzu, que “hasta que todas seamos sujetas de derechos, y hasta que toda mujer o niña violada o asesinada o explotada, no se considere como un conflicto que atañe a toda la sociedad, a todas las personas, a toda la humanidad, nosotras no vamos a parar de luchar”.
Las mujeres no necesitamos del sistema que nos violenta para validar las formas de expresión, empoderamiento y apoderamiento de todos los derechos que nos arrancaron, revolución que se da de forma pública y colectiva, activa, fuerte e insurrecta, y en pleno desarrollo de estrategias políticas de supervivencia y de cambio sociocultural que les devuelva, inmediata o mediatamente, el control de sus vidas.
Porque las exigencias, las políticas, los cambios a los que ponemos el cuerpo son el verdadero sentido de lo irreversible. Un camino masivo y popular, feminista y subversivo, destituyente, y a la vez pacífico y violento. Está claro. Nos tienen miedo porque somos poderosas.
- El máximo ritual: la marcha de las mujeres luchadoras
Emocionante hasta erizar la piel, la marcha de los ENMs es la mayor demostración de la construcción del poder feminista. En Rosario, se realizará el domingo 9 desde las 18 y saldrá de la plaza San Martín, espacio dominante de las actividades públicas (por Moreno), y recorrerá las calles Santa Fe, Bv. Oroño, Av. Pellegrini, Corrientes, San Luis, Sarmiento, Santa Fe y terminará en la explanada del Monumento a la Bandera, del lado del río Paraná.