Por Gerardo Leclercq
La ciudad de Bratislava, en la República de Eslovaquia, fue la sede para la reunión de los máximos líderes europeos. Celebrada por primera vez sin la presencia del Reino Unido, la cumbre puso de manifiesto hasta qué punto la Unión Europea se encuentra en una profunda crisis de identidad y proyecto, una crisis de carácter existencial que amenaza toda la Eurozona.
El objetivo principal de la cumbre fue intentar devolver la estabilidad y la confianza a una Unión Europea golpeada y debilitada por múltiples factores, principalmente el “drama de los refugiados”, las consecuencias del terrorismo y la crisis económica.
Las divisiones históricas entre el norte y el sur, el este y el oeste del bloque regional, sumadas al surgimiento en toda Europa de movimientos reaccionarios y de corte fascista, mantienen paralizado al bloque continental.
En los países del este europeo se consolida la idea de la defensa de su soberanía contra los planes de “reparto de refugiados” diseñado por Bruselas. En Hungría se convocó a un referéndum contra la “aceptación obligatoria” de refugiados en ese país (será el 2 de octubre). Y en conjunto con Polonia, Eslovaquia y República Checa, presentaron un documento donde plantean la necesidad de crear un Ejercito Comunitario Europeo (ECE) para la defensa de las fronteras, el rechazo a recibir las “cuotas obligatorias de refugiados” y, fundamentalmente, limitar el poder de Bruselas en los asuntos internos de cada Estado.
Ahora bien, el “drama” de los refugiados no es el único punto de discordia entre los gobiernos europeos (aunque actúa como disparador): la gestión económica y la “renacionalización” de las competencias gubernamentales son importantes puntos de conflicto, especialmente en los países del este, críticos del diseño y la gestión de la agenda europea.
Un panorama complejo en el mediano plazo
Cada uno de los jefes de Estado que llegó a la capital Eslovaca para participar de la cumbre carga sobre sus espaldas crisis internas y desafíos complejos. En el caso de Alemania, Angela Merkel -la líder indiscutida del bloque europeo-, tiene que lidiar con la reaparición de la extrema derecha en su país (Alternativa por Alemania), y además está siendo fuertemente cuestionada tanto por la coalición de gobierno como por sectores de su propio partido (Unión Democrática Cristiana) que la responsabilizan y le cuestionan las políticas migratorias aplicadas con la UE.
En peor estado llega el gobierno francés, socio indiscutido de Alemania. El presidente Francois Hollande atraviesa una fuerte crisis política y social, malestar generado por la reforma laboral que, entre otras cuestiones, aumenta la edad jubilatoria. Y ante el crecimiento de la extrema derecha en las encuestas, a ocho meses de las elecciones en el país galo todo hace parecer que el próximo gobierno estará aún más a la derecha que la actual gestión, abriendo la puerta a una profundización de las tensiones con Bruselas.
Este punto resulta interesante analizarlo más detenidamente, ya que a nivel general se observa que la gran mayoría de los movimientos de derecha y extrema derecha del viejo continente tienen un fuerte contenido nacionalista en sus discursos, apelando a la estigmatización del extranjero y en muchos casos proponiendo cerrar las fronteras para evitar su ingreso, por eso la cuestión de los refugiados actúa como disparador del conflicto en la euro zona.
Otro gobierno que llegó a la cumbre en una situación delicada fue Italia. La tercera economía europea se encuentra en graves problemas tanto políticos como económicos. Con los bancos en el ojo del huracán y un aparato estatal fuertemente endeudado, es considerada como el –actual – “enfermo económico de Europa” que puede llevar al “contagio” a toda la región.
El Brexit y una situación no resuelta
La salida británica del bloque europeo desató una situación impensada en el armado regional: la “erosión de la confianza” respecto de la administración de Bruselas.
Este hecho sin precedentes hace que hoy sea más palpable el sentimiento de escepticismo en la población europea en general sobre los beneficios de pertenecer al bloque continental. Las bases sobre las que parecía estar apoyada la UE, ya no parecen tan sólidas post Brexit y la puerta está entreabierta para que se produzcan nuevas salidas (tanto por derecha, que es lo que más fuerza está tomando, como por izquierda).
Pero el punto de inflexión que marcó un antes y un después para la UE ha sido el desarrollo de la crisis mundial. El 13 de septiembre se cumplieron ocho años de la caída del Banco Lehman Brother, y hoy se puede afirmar que la crisis puso al desnudo las contradicciones del sistema europeo, dejando claro que el bloque no era tan homogéneo como se lo intentaba mostrar, que las asimetrías existen y no fueron debidamente contempladas.
Como punto de acuerdo en este mar de diferencias que se vio en la cumbre de Bratislava, aparece la buena recepción de las principales economías europeas a la creación del Ejercito Comunal Europeo y la aplicación de mayores controles fronterizos, dejando claro que en Europa las lógicas derechistas van ganando terreno en un contexto de crisis para la Eurozona. Una crisis que, a esta altura, pareciera entrar en un punto de no retorno.