A 66 años de los asaltos al cuartel Moncada en Santiago, y al cuartel Céspedes en Bayamo, un llamado de atención a la figura de José Martí, inspirador de tan atrevida misión, porque el asalto al Moncada no solo fue un parteaguas en la historia contemporánea de Cuba, sino también un rescate de su mejor pasado.
Por Juan Pablo Sorrentino
“Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo”; con estas palabras, en su histórica autodefensa hoy conocida como “La historia me absolverá”, Fidel Castro develaba a quien fuera el legado que los y las moncadistas traerían a su presente, a José Martí.
Estas líneas no son una reconstrucción de los hechos de aquel 26 de julio de 1953, sino una reflexión sobre la presencia de José Martí en esta jornada, en Fidel y en sus compañeras y compañeros.
La decisión de atacar el cuartel Moncada, traza una ligazón con la figura de Martí, por estar ubicado en Santiago de Cuba, una región oriental que fue cuna y escenario del inicio de las luchas revolucionarias del pueblo cubano en el siglo XIX, donde también Martí inició su gesta patriótica en pos de la independencia cubana.
Cabe preguntarse porqué se decidió atacar el Moncada y no algún otro centro de poder político en La Habana, teniendo en cuenta el objetivo de derrotar al dictador Fulgencio Batista. Nuevamente en la respuesta a este interrogante se hace presente Martí: el cuartel Moncada era una muestra viva de opresión sobre el pueblo cubano, presente desde épocas coloniales, antes como prisión, ahora como guarnición militar.
Aquellos principios del pensamiento martiano del siglo XIX volvían a hacerse presentes en 1953 para demostrar a toda la población cubana que era posible quitarse las ataduras que aun los oprimían; para demostrar cuan vigente continuaba siendo la lucha de José Martí; para despertar en el pueblo cubano una rebeldía tal que permita concretar aquel proyecto libertador, independentista, antiimperialista, americanista y soberano del Apóstol. En sus palabras: “El patriotismo es un deber santo, cuando se lucha por poner la patria en condición de que vivan en ella más felices los hombres”.
Aquellas cadenas que sujetaban a la población cubana en 1895 ahora se personificaban en la dictadura de Batista y en la presencia de Estados Unidos que, lejos de tambalear, se afirmaba en suelo cubano a más de medio siglo después de la muerte de Martí. Esta problemática era la que preocupaba a los moncadistas y la que los conducía a actuar. En este sentido se expresará Fidel posteriormente: “Esta es la hora decisiva que anunció Martí, hora de la segunda Emancipación: y con este movimiento de avance, unánime y continental, Cuba es el portaestandarte de las reivindicaciones sociales, la voz vibrante de la nueva ciudadanía, el brazo fuerte de los derechos de las naciones tras ser tratadas con respeto y equidad”.
Era necesario quitarse esas cadenas de opresión y dependencia política, económica, social y cultural. Así lo entendieron los y las moncadistas en 1953, cuando aun fallando en sus acciones, continuaron su gesta revolucionaria hasta el triunfo de 1959, a riesgo de dejar su vida y la de sus pares, por que como sostenía Martí, “cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe; empieza, por fin, con el morir, la vida”.
No caben dudas que aquellas palabras de Martí, que enaltecían la lucha por su patria, por tener una Cuba libre, digna y soberana, que sea parte del proyecto nuestoramericano como una nación independiente, hicieron eco en los y las héroes y heroínas del Moncada, siendo fuente de inspiración y de decisión para dicha jornada.
Será este legado martiano el que guíe al gobierno revolucionario y a sus líderes tras el triunfo de 1959. No solamente Fidel Castro remite a Martí en La historia me absolverá, sino que serán recurrentes las citas del Apóstol en escritos, discursos, leyes y exposiciones en general, referenciando aquel ideario al que se hace alusión en esta nota: la lucha por la libertad, la independencia, la soberanía popular, el americanismo, el antiimperialismo, la dignidad de los pueblos y la construcción de una vigorosa conciencia histórica cuya principal preocupación sea garantizar y ampliar los derechos de su pueblo.
No fue azaroso haber elegido Santiago y Bayamo, no fue azaroso el Moncada, no fue azaroso 1953, no fueron azarosas las palabras de Fidel en su autodefensa, no fue azaroso el creciente apoyo de cubanas y cubanos, no fue azaroso que aquel proyecto prematuro de 1953 triunfe en 1959, no fue azaroso que donde funcionaba el cuartel Moncada hoy se emplace la Ciudad Escolar 26 de Julio, no es azaroso que aun hoy José Martí sea parte del presente cubano. No es azar, es coherencia y sentido histórico. Es el ideario legado de una lucha revolucionaria a la otra, donde el pueblo y sus líderes son el canal transmisor y quienes hacen posible que aquellos proyectos truncos se transformen en realidad.
Pueden terminarse estas líneas nuevamente con palabras de Fidel, a propósito de aquello que los motivó hace 66 años a embarcarse en la lucha revolucionaria: “solo adquiere un pueblo concepto verdaderamente de su patria, cuando los intereses de las minorías privilegiadas resultan liquidadas, y cuando el país, con sus riquezas y sus oportunidades pasa a ser un país para todos, patrimonio de todos, oportunidad de todos y felicidad de todos”.