Por Laura Salomé Canteros @laurasalome / Fotos: Florencia Bertolini, Ayelén Rodríguez, Analía Cid y Oswaldo Ameg Ramos
En ciudad de Buenos Aires, se realizó del Congreso a la Plaza de Mayo la marcha del día internacional de lucha contra las violencias hacia las mujeres. Con diversos reclamos y la mística que sale en cada fecha a las calles, seguir gritando hasta que todas seamos libres.
La sensible emotividad en la lucha cotidiana, la fuerza y la potencia a pesar de la rabia de conocer cada historia detrás de los femicidios y las lágrimas de superación de las violencias machistas, se hicieron, una vez más, cuerpo colectivo en la organización de las mujeres y feministas; en los abrazos vividos, retratados, sostenidos; en las discusiones y los acuerdos.
El 25 de noviembre es día de lucha desde 1981, cuando el movimiento feminista latinoamericano la instauró como fecha de la agenda en conmemoración del cobarde asesinato de “las Mariposas”, las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal organizado en 1960 por la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana.
Desde ese momento, los movimientos de mujeres y feministas de Nuestra América, pero también del mundo, comenzaron a denunciar en todos los ámbitos posibles la desigualdad de poder que se traduce en diferentes formas de violencias que se ejercen sobre los cuerpos y las identidades femeninas y reclamar políticas y realizar acciones para su erradicación. Señalando así el camino de la organización para la emancipación y la libertad.
“El patriarcado y el capitalismo se combinan para explotar a las mujeres trabajadoras del mundo entero”, afirmaron desde el escenario montado en la Plaza de Mayo, centro político del país, de costado a la Catedral Metropolitana y de espaldas a la Casa de Gobierno, las integrantes de campañas y decenas de organizaciones y colectivas que marcharon por las calles desde el Congreso al grito de “ni una menos, vivas nos queremos”, “ni golpes de Estado, ni golpes a las mujeres”, y “aborto legal para no morir” entre otros.
Al final de las caravanas, de las asambleas populares, de las intervenciones artivistas frente a ministerios, de las marchas -más o menos masivas-, de las jornadas de sensibilización y las charlas, de ir y venir buscando banderas, sonido y cotillón; hubo tiempo para cantar haciendo uso del espacio público, otrora destinado sólo a las prácticas de los varones encumbrados tras cualesquiera banderas.
Somos luchadoras señalando a los poderes cómplices, lo fuimos cuando pocas voces se animaban a denunciar y lo somos ahora, cuando asoman tiempos de demonización de las feministas, evidencia indiscutible del avance de nuestro poder en las plazas, trabajos, hogares, camas y calles; y también en el escenario político actual. Aunque aún haya quienes se resisten a sumarse a este movimiento de liberación que camina organizado a paso firme.