Por Gladys TzulTzul* / Foto por Cristina Chiquin MujeresIxchel
El 26 de febrero de 2016 las mujeres indígenas de Guatemala lograron una sentencia histórica tras 34 años de lucha. Dos integrantes del ejército fueron condenados por los delitos de lesa humanidad en forma de violencia sexual, asesinato y desaparición forzada a partir de los valientes testimonios que brindaron 15 mujeres q´eqchi´s provenientes de diferentes comunidades.
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De nuevo las voces q’eqchie’s de las 15 mujeres de Sepur Zarco nos interpelan y emocionan a las comunidades indígenas y a la sociedad guatemalteca en general. Ellas, con sus testimonios narraron con gestos indignados los mecanismos de como funcionó la guerra en Guatemala, de ahí que nos queda claro que la esclavitud sexual y doméstica de las mujeres es piedra angular para querer someter a las comunidades y despojarles de su territorio.
Las palabras que salen desde Sepur Zarco nos alcanzan y nos hacen justicia a las mujeres indígenas y las del mundo en los siguientes términos: primero porque su presencia en el Tribunal de Mayor Riesgo A, nos muestran que después de 30 años ellas tienen la fuerza y el coraje para denunciar y exigir que nunca más se repitan la esclavitud sexual y doméstica; segundo porque a pesar del dolor han generado estrategias comunales para hacer posible la vida de ellas y de sus comunidades; si lo que la guerra buscaba era exterminar a las tramas comunales que luchaban por la tierra, no lo logró completamente, pues las mujeres son la muestra viviente de que la lucha comunal por la tierra y por la vida es actual. Y finalmente porque sus cuerpos y sus voces que día a día estaban en el tribunal resquebrajaron los imaginarios acerca del supuesto “sometimiento en un mundo casi oscuro sin amor, sin afecto y sin placer en el que vivimos las mujeres indígenas”, tácito consenso que comparten los sectores conservadores con los progresistas, contrario a ello, nostrxs con mucha emoción casi tanta como la indignación nos encontramos varias generaciones de indígenas en los pasillos de las torres de tribunales, y en la Sala de Vistas de la Corte Suprema de Justicia para escucharles a ellas y para llorar de rabia cuando ellas lloraban debajo de sus rebozos al recordar la muerte de sus esposo y de sus hijos a quienes seguramente amaron intensamente. –Éste es un punto de polémica con varios articulistas en Guatemala, me referiré mas adelante a ello-.
Pensemos simbólicamente: así como ocurrió cuando las comunidades ixiles sentaron en el banco de los acusados a Ríos Montt y a Rodríguez Sánchez, se puso al revés la estructura jurídica, porque llegamos las comunidades en calidad de acusadores de los militares y no a defendernos de ellos; vale la pena decir que justo por esos días en la misma torre de tribunales, estaban frente a una juez los presos políticos Rigoberto Juárez y Domingo Balatzar[1] acompañados de sus esposas. Entonces, Sepur Zarco fracturó efímeramente ese orden simbólico del estado colonial que criminaliza a los indígenas. Fracturarlo con más perdurabilidad es una tarea pendiente, es posible, así los muestra la herencia que nos dejan las mujeres de Sepur, de las ixiles y de las miles y miles de mujeres que lucharon contra el reclutamiento forzoso de sus hijos y buscaban a sus esposos, como doña Rosalina Tuyuc de CONAVIGUA –Comisión Nacional de Viudas de Guatemala-o a las que organizaron el refugio en México como doña María Guadalupe Domingo de Mamá Maquín. -Organización de mujeres que luchan por la tierra en la región de Huehetenango-.
Después de celebrado el juicio se exhibió con mayor claridad la triada: despojo territorial-esclavitud sexual y doméstica-formas de resistir y de gestionar la vida. Ésta triada puede dar luces para comprender desde otro lugar la lógica que operó en el período de la guerra guatemalteca; y son justamente las mujeres de Sepur Zarco quienes nos dotan de luz para ello.
Quiero proponer otra voz para comprender el esquema de la guerra desde el punto de vista de las mujeres, y es el que nos presenta Silvia Federici, cuando analiza que para establecer el sistema capitalista, fue preciso jerarquizar, someter y matar a miles y miles de mujeres; dice Federici que en la edad media se lanzaron una serie de ofensivas contra las mujeres para debilitar el conjunto general y con ellos lograron despojar de las tierras a las comunidades campesinas de las Europa medieval. La violencia de la matanza de estas mujeres y de esas comunidades en la edad media, es comparable a las masivas campañas de tierra arrasada que ocurrieron en las comunidades indígenas en Guatemala, y como ya evidencian los testimonios, los huesos y las osamentas de Sepur Zarco.
“Un ejército no funciona si no hay quien hace de comer y quien le hace sexo”, me dijo Silvia en una conversación que sostuvimos en noviembre de 2015 en Puebla, México cuando se refería la violencia ejercida hacia las mujeres en Kenia por el ejército de Boko Haram. Con más claridad y cargadas por más de 30 años de luchas las mujeres q’eqchi’s confirman este argumento cuando dijeron: “Cuando nos violaban, nos ponían una arma en el pecho y nos decían: en vez de patrullar tenés que hacer esto”; “Nos obligaban a cocinar y a lavar la ropa”, y “Mis hijos no tienen tierra para vivir y sembrar”. Hay una concatenación entre la tortura sexual y el despojo de las tierras de las familias y las comunidades, porque ahí estaban los cuarteles ocupando territorios.[2] Pero no perdamos de vista ni por un segundo que ante estas embestidas de violencia, las mujeres entre ellas mismas desarrollaron maneras de vivir y de seguir la vida; seguramente que entre ellas mismas y en alianza con algunos hombres de su familia lograron gestionar la vida después de la muerte de sus esposos. De lo contrario no se explicarían su vida actual. ¿Cómo analizan ellas las actuales luchas por la tierra en el Valle del Polochic? ¿Cómo han participado en las marchas que reclaman la restitución de tierras?, seguramente varias de ellas también participan activamente en esas luchas. Sin duda la fuerza de las luchas en Las Verapaces y del Polochic contra la devastación de los bosques, las que piden la expulsión de las empresas que contaminan el Lago de Izabal, o quienes quieren expulsar a la compañía petrolera, son alentadas por ellas. Las luchas de las comunidades en esos sectores siguen siendo potentes, porque lo que buscan es conservar y controlar los medios de vida.
“Imagina que nunca conociste el amor. Imagina que los noviazgos no existen. Que nadie jamás te explique qué es la menstruación, o cómo se produce un embarazo. Imagina que alguien extraño llega a “pedirte”, que da dinero a tus padres a cambio de “poseerte”. Imagina que para lo único que te han educado —sin saber leer ni escribir— en toda tu vida es para ser “esposa” pero no hay quién te indique lo que eso implica. Nadie tampoco te explicó cómo tener sexo —lo básico de un coito— y entonces, desde el matrimonio, te violan, te duele. Tu rol social, el único posible es ser la “esposa de alguien” que te mantiene, que te da ropa, comida. Imagina que ese es el status social, la mayor aspiración de toda tu vida. Imagina entonces que llegan los soldados, te esclavizan y te violan, y de tajo desaparecen todo aquello en lo que has creído”.
Así dice un extracto del polémico reportaje escrito por Oswaldo Hernández, titulado “La Justicia de los Perrajes” publicado en Plaza Pública un día después de que se leyó la sentencia; si bien el periodista comienza de manera enfática diciendo que no son mujeres débiles porque sólo mujeres fuertes pueden llevar a juicio a los militares; sin embargo cuando llega al punto denominado Ser mujer en el Valle del Polochic, Hernández queda inscrito en el imaginario que varios sectores, incluyendo los progresistas tienen sobre la vida de las mujeres y los hombres indígenas en las comunidades. El extracto que coloque al inicio de éste acápite inocente e ignorantemente clausura toda posibilidad de amor, sensualidad, erotismo y cálculo político de las mujeres indígenas. Dicho fragmento del reportaje fue de los más compartidos en las redes sociales, y no desde una posición crítica. Me pregunto acerca del objetivo del reportaje ¿Ese fragmento fue pensado cómo crítica, cómo apoyo a las luchas de las mujeres? ¿Qué respondemos ante tal agresión? Hago uso de las ideas de Kati Bethancourth Machoa, dirigente kichwa de la amazonia ecuatoriana, cuando en una entrevista que sostuvimos en Quito, en donde ella analizó la situación de los presos políticos en pleno levantamiento indígena del 2015, “Nosotras estamos movilizadas por la indignación, por el dolor y por el amor, pues como madres, esposas, o hijas hemos realizado acciones puntuales para sacar a nuestros hermanos presos”. Las palabras de Machoa nos presentan un universo de lucha que también es movilizado por el amor, que también es posible porque hay sentimientos de amor en juego.
Otro punto para contradecir al reportaje son las experiencias de muchas mujeres indígenas que conversan entre ellas mismas acerca de sexualidad y erotismo, esas conversaciones claro que no se desarrollan en talleres de sexualidad que llegan de la ciudad a querer interrogar a las mujeres; esas conversaciones suceden para animar el trabajo cuando las mujeres -nuestras madres, tías- cocinan para las grandes fiestas, o en el día de lavado de ollas después de tres días de fiesta; por lo menos esa es mi experiencia y la de muchas que coincidimos que fue mediante ese lenguaje locuaz y juguetón que aprendimos sobre sexualidad, sobre el coito, sobre la seducción. Acotemos a las mujeres de Sepur Zarco, pues es claramente un acto de amor a sí mismas que sigan buscando justicia para que se resarza el daño que sufrieron, es un acto de amor que después de 30 años sigan buscando justicia por la muerte y desaparición de sus esposos y su hijos ¿Acaso no es eso un acto de amor?. El párrafo en cuestión que las mujeres no sienten nunca amor y que fueron vendidas por sus padres a desconocidos no logra sostenerse cuando con lágrimas en los ojos reclaman que se haga justicia por sus esposos. Si estas mujeres no tienen amor, ni placer, ni deseo, ¿de dónde sacarían la fuerza que tienen para seguir la vida tal fuerza como para interpelar a la historia de Guatemala? ¿Por qué buscarían a un hombre al que ella fue vendida en contra de su voluntad?
No deja de sorprenderme que Hernández no tome posición crítica, pues dicho periodista se ha caracterizado por acompañar solidariamente las luchas de las comunidades con algunos de sus escritos. Lo que deja claro su reportaje es que hay que hacernos cargo de las representaciones que solo pueden mostrar la miseria de las mujeres, hay que poner especial cuidado sobre las tónica de cómo escribimos sobre las luchas de las mujeres. Que reproducen la estructura de privilegio racial de que unos escriban sobre las otras.
En todo caso las mujeres de Sepur Zarco nos liberan de esas representaciones miserabilistas. Su fuerza es innegable.
“Que no se repita nunca más” ése es el sentido común más o menos generalizado. Que no se repita nunca más la esclavitud sexual, que no se ejerza violencia sobre el cuerpo de las mujeres; pero eso no está garantizado. ¿Por qué? Porque la política extractivista del Estado Guatemalteco sigue impulsando proyectos de minería a cielo abierto, de hidroeléctricas y de geotérmicas, esos proyectos ponen en un esquema de agresión abierta contra las comunidades que defienden su territorio comunal. Basta ver lo que está ocurriendo en San Mateo Ixtatán, donde se han instalado dos nuevos destacamentos militares ¿Para qué instalar dos cuarteles militares? Las comunidades saben que es para garantizar el establecimiento de la hidroeléctrica. Pensemos también en lo que sucedió en agosto de 2014 en la Comunidad de Monte Olivo, cuando hubo ocupación militar y policial, que obligó a desplazar por la fuerza a las comunidades y la ejecución extrajudicial de tres comunitarios y meses antes ya había ocurrido el asesino de dos niños. Lo que está en juego es la disputa territorial entre comunidades y la instalación de una hidroeléctrica. Pero en medio de esas luchas las mujeres indígenas no descuidan flancos, se hacen cargo de su cuerpo, así como de sus seres queridos. Lucha por el territorio-cuerpo-tierra dicen las mujeres xincas para referirse a que se han defender el territorio junto con el cuerpo y que no hay una posible disociación de ello.
Sirva este texto para agradecer la experiencia y la fuerza que nos dan y heredan las mujeres de Sepur Zarco que siguen luchando por producir memoria, porque ella nos alertan de que no tiene que volver a repetirse ni el despojo de tierras, ni la violencia en los cuerpos. A ellas, las que en las marchas del 8 de marzo no se pusieron prendas de color lila, porque lucieron sus elegantes y coloridos guipiles.
*Artículo publicado originalmente en el portal Zur de Uruguay, escrito el 3 de marzo de 2016, día en que asesinaron a Berta Cáceres.
[1]Justo el día que dictaban la sentencia condenatoria de los militares por el caso Sepur Zarco, en la misma torre de tribunales, estaban frente a una juez las autoridades del gobierno plurinacional don Rigoberto Juárez y don Domingo Baltazar, encarcelados desde marzo del 2015.
[2]Este sentido también queda recogido en el peritaje de la antropóloga Rita Segato. Quien participo como perita experta durante el juicio.