Por el Colectivo Editorial. Marcha cumple hoy su primer año. A continuación, balances y perspectivas, en semanas en que la comunicación y el periodismo están al centro del debate público en nuestro país. De dónde venimos, cómo andamos y cómo la vemos.
Hace exactamente un año periodistas, comunicadores, estudiantes y militantes, discutimos cómo intentar romper con la polarización mediática encarnada por la ‘corpo’ y los ‘medios k’. Veíamos -y vemos-, una vacío en el panorama periodístico argentino y tuvimos la iniciativa de querer colmarlo con nuestro trabajo diario.
Los desafíos que se presentaban eran múltiples. “¿Cómo evitar que la palabra caiga presa del relato dominante, oficialista u opositor? ¿Cómo construir un medio popular que exprese un proyecto de cambio, masivo, amplio, que no tema incluir distintas miradas? ¿Es posible volver a encontrarse con noticias bien escritas? ¿Y con análisis que incomoden, que generen crisis, que nos propongan volver a pensar(nos)?”. Esas preguntas, planteadas hace un año, aún hoy nos definen, en tiempos de debate y disputa acerca los alcances de la comunicación en nuestro país.
Batalla de ideas
El rol de los medios masivos en la construcción de un relato de la historia de nuestro pueblo es fundamental. Que ese mismo pueblo no pueda acceder a la construcción de su relato, sin embargo, parece no tener igual importancia. Ejemplos de esto hay en toda la historia del periodismo argentino. La Masacre de Avellaneda, hecho que marcó la vida profesional y personal de muchos de quienes hacemos Marcha, es uno de esos ejemplos. La necesidad de un medio hegemónico, de hacer pasar una atroz represión y viles asesinatos por “enfrentamientos”, o aún peor como productos “de la crisis”, responde al interés de grupos que buscan silenciar o instrumentalizar la oposición real de los sectores populares al dominio que sobre ellas se intenta imponer. Colocar cada pieza, reconstruir los sentidos del discurso de los protagonistas de esa historia, sin perder de vista su actualidad, es lo que cada medio que se precie de ser popular debería intentar.
Marcha puso su granito de arena en esa tarea. Sin poder ofrecer -aún- un impreso periódico, decidimos retomar la elogiable costumbre de la revista uruguaya que nos da el nombre y comenzar la publicación de nuestros Cuadernos, justamente en ocasión del décimo aniversario de aquellos hechos en los que fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Intentamos rastrear las huellas que aquellos acontecimientos dejaron en el desarrollo político de los movimientos sociales de Argentina y Latinoamérica, desde una práctica periodística profesional y comprometida, respetando aquellas ideas con las que comenzamos este proyecto.
Y una vez más nos interpeló el deseo de acompañar a millones de personas que en todo el continente clamaron para poder construir su historia. Esta vez fue en Venezuela, donde “grandes medios” internacionales intentaban distorsionar la visión acerca de las elecciones que vieron ganador al presidente Chávez. El segundo Cuaderno de Marcha, quiso recoger distintas miradas que hoy existen acerca del proceso bolivariano, y reflexionar sobre la importancia que éste tiene en la actual coyuntura latinoamericana.
De un #24O al #7D
El esfuerzo para construir un relato de la realidad argentina distante de los intereses de los sectores hegemónicos, y cercanos a lo que entendemos por sectores populares, nos ha llevado a invertir tiempo y pensamiento en torno a cómo situarnos en la coyuntura mediática nacional. Asistimos hoy al inacabado intento gubernamental de disolver el monopolio mediático opositor ley mediante, en un intento de dibujarse como defensor del interés nacional y las clases subalternas. Asistimos al pataleo de empresarios de medios conservadores, que se creían dueños de una única verdad constituida alrededor de sus intereses, su forma de vida y sus bolsillos. Y mientras tanto, trabajadores de la prensa de ambos bandos son despedidos y censurados -el último, escandaloso caso, ayer en la Editorial Perfil-, pequeños medios ahogados ante la imposibilidad de acceder a las promesas de una ley que no los contempla, y el panorama periodístico nacional, se concentra cada vez más detrás de las ‘trincheras para todos’ del gobierno, y la interesada indignación de Clarín y sus aliados.
La disputa, planteada como un choque con fecha de vencimiento, se corrió del lugar que durante veinte años le dieron los centenares de movimientos populares, trabajadores y comunicadores de todo el país, es decir qué comunicación queremos construir y para quienes. La polarización, como planteamos en muchas de nuestras producciones, es fruto del ingenio de quienes intentan imponer un relato dominante, sea cual fuere su alineación. Ante ella nos planteamos la necesidad de generar un nuevo paradigma, que se nutra de la tradición de medios populares y críticos de América Latina.
Y mientras tanto seguimos trabajando en un proyecto que ya está bien encaminado en este sentido. Con un ritmo de visitas diarias que viene creciendo, referencia en las redacciones periodísticas y entre los trabajadores de prensa, presencia en los acontecimientos nacionales e internacionales, continuamos haciendo periodismo desde una perspectiva propia, con constancia y reflexión, tratando de dar esa disputa por la construcción del sentido con humildad y firmeza. Porque así es Marcha, una mirada popular sobre Argentina y el mundo.