Por primera vez desde el retorno de la democracia, el 24 de marzo nos encuentra en una situación inédita. Ante la imposibilidad de colmar las calles al grito del Nunca Más, se torna indispensable repensar: ¿Qué es hacer memoria? ¿Cómo hacer memoria en tiempos de pandemia?
Por Luz Ailín Báez / Foto por Nadia Petrizzo
Desde hace una semana, los rostros de desaparecidxs vienen inundando las redes sociales incansablemente. En blanco y negro, generalmente en fotografías estilo foto-carnet de jóvenes vestidxs con estilo setentoso, se instalan como un instrumento de protesta pública, de denuncia de una ausencia. Si bien hace tiempo que la mediatización de la vida social avanza de a zancadas gigantes, con consecuencias en todos los niveles, desde lo institucional a lo individual el uso de las diferentes herramientas tecnológicas para contactarnos ha tenido un boom con el consumo desenfrenado, producto de las cuarentenas y de la necesidad de seguir adelante.
“Este año el 24 de marzo será particular porque no podremos estar donde siempre estamos: en las plazas. No habrá marcha, pero sí Memoria. Haremos un pañuelazo mostrando pañuelos blancos en ventanas, balcones, puertas y paredes, compartiendo las fotos con el #PañuelosConMemoria para hacer una marcha virtual que reivindique 30.000 luchas. En la Ciudad de Buenos Aires, el discurso se emitirá en los medios que quieran hacerlo, para que la palabra de los organismos de derechos humanos siga estando, aunque no sea en Plaza de Mayo por esta vez”. Quien habla es Giselle Tepper, militante de H.I.J.O.S. Capital y periodista. “Hacer memoria es recordar. Es hacer presente la lucha histórica y pensar la realidad en términos colectivos. Desde nuestras casas podemos hacer memoria hablando sobre lo que pasó en la dictadura genocida y sobre sus consecuencias, como también sobre lo pendiente, como es la búsqueda de las y los jóvenes que siguen apropiados. También se puede hacer memoria reivindicando las luchas de las y los 30.000 poniendo a la solidaridad como bandera en tiempos que requieren unidad y que, para cuidarnos, nos impiden estar en las calles y plazas”.
La búsqueda de la irrupción en lo cotidiano forma parte del recorrido de resistencias que los organismos de derechos humanos en Argentina poseen. Según Tepper, “el principal ejemplo son los mismos pañuelos blancos”. Dibujados en baldosas en medio de la plaza central, en grafitis y hasta en obras de orfebrería, los entonces pañales de tela con un nudo son un atajo simbólico a la lucha por los derechos humanos. En esa misma sintonía disruptiva de la cotidianeidad se encuentra la propuesta del Espacio por la Memoria, la Verdad y la Justicia del Cordón Industrial San Lorenzo, provincia de Santa Fe, que desde su cuenta de Instagram (@memoriacordon) hacen presentes a lxs desaparecidxs y asesinadxs de la región, mostrando sus fotos y contando sus ocupaciones o cómo fueron secuestradxs de sus domicilios. Nelly Richard, ensayista cultural francesa sostiene que “si el dispositivo de la fotografía contiene en sí mismo esta ambigüedad temporal de lo que todavía es y de lo que ya no es (de lo suspendido entre vida y muerte, entre aparecer y desaparecer), tal ambigüedad se sobredramatiza en el caso del retrato fotográfico de seres desaparecidos”. Las imágenes de lxs santafesinxs detenidxs-desaparecidxs pasan así de un uso íntimo a su instalación masiva en el espacio virtual, asaltando pantallas en las diferentes apps.
“En Córdoba, la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos que nuclea organismos pero también muchas otras organizaciones viene trabajando varias propuestas en este sentido”, expresa María Eleonora Cristina, miembro de la Comisión Provincial de la Memoria de Córdoba. Cristina trabaja en el Archivo Provincial de la Memoria desde sus comienzos en el año 2006, espacio que funciona en lo que fuera un ex CCDTyE conocido como D2 (Departamento Dos de Informaciones de la Policía de la Provincia). Cristina ha militado en H.I.J.O.S. Córdoba y ha participado en el espacio pedagógico << ¿Vivimos en el país del nunca más? >>.
“Para mi hacer memoria es el ejercicio constante de buscar un futuro más juste para todes, pensando en lo que me/nos pasó, cómo eso se hace presente y qué preguntas me hago/nos hacemos para proyectar futuros inclusivos, de respecto y sin impunidad”, sostiene Cristina y agrega que “desde el Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba creemos que hay muchas formas de hacer memoria en estos tiempos. Desde la expresión en medios virtuales (propias o replicando todas aquellas a las que somos invitadxs), desde el lugar de cada une haciendo pañuelos, flores o pensando maneras de cómo hablamos de estos temas con nuestres padres, hijes, parejas, amigues. Desde el APM venimos ya hace bastantes días con mucho trabajo en redes, una decena de propuestas pedagógicas para todas las edades -Ejercicios de Memorias, disponible en el sitio web de la APM cordobesa– ejercicios como los de las flores, las fotos, los pañuelos, compartir otras producciones que hemos hecho en estos 14 años de funcionamiento. Hasta sumarnos junto con la comisión a la propuesta de que en nuestras ventanas o balcones nos acompañen flores y pañuelos para a las 6 de la tarde del 24 salir a gritar bien fuerte ‘30000 compañeres detenides, desaparecides PRESENTES AHORA Y SIEMPRE’. Este 24 de marzo nos encuentra con el inmenso dolor de no poder marchar ni encontrarnos en las actividades, por eso les invitamos a compartir memorias escritas, cantadas, en poesía, en verso, dibujadas, actuadas con los hashtag #24MarchoEnCasa #Memoriasparaelnuncamas, #Son30000”, expresa Cristina.
La creatividad a la hora de mantener viva la memoria ha caracterizado al movimiento de derechos humanos argentino. “Los escraches de H.I.J.O.S fueron, a fines de los 90, una nueva forma de de pensar y hacer política. Una nueva forma de “contar para hacer memoria” porque a diferencia de cómo los mostraban los medios de entonces, como la venganza de los hijos de los subversivos o como actos violentos, los escraches desplegaron en los barrios un sistema de comunicación alternativo que, a través de volantes, pintadas en las paredes, radio abierta, charlas en las escuelas y plazas y una marcha por las calles del barrio, señalaban al genocida impune pero también generaban el espacio para contar ‘otra historia’, una historia común a los argentinos y argentinas y que incluso aparece en un artículo de nuestra Constitución: el derecho que tienen los pueblos a resistir cualquier intento de opresión por parte del poder”, cuenta Julieta Colomer.
Fotógrafa y comunicadora social, el padre de Julieta y sus tíos fueron detenidos y desaparecidos por la dictadura cívico-eclesiástico-militar que se institucionalizó en nuestro país entre 1976 y 1983 pero que había comenzado a actuar años antes desde la clandestinidad. Julieta se incorporó a la agrupación H.I.J.O.S a fines de los noventa y allí comenzó a producir piezas comunicacionales en torno a la construcción de memoria, verdad y justicia. “En el año 2015 publiqué mi primer libro de fotos Escrache. Imágenes de una generación que nos devolvió a la historia, con el sello editorial Mónada Nómada, proyecto editorial independiente que ideamos y sostenemos con mi compañero, Hernán Cardinale”, cuenta. “Hace ya unos años con Hernán cubrimos fotográficamente los juicios y tomamos nota de lo que acontece en las audiencias con el objetivo de dejar registro y contribuir en la construcción de la memoria de nuestro pasado, del horror y el terror que produjo la dictadura pero también en el rescate de una tradición emancipadora desaparecida. Las ideas, sueños y proyectos de la generación revolucionaria de los 70, sus identidades e historias que fueron borradas y por eso olvidadas”, agrega.
Monada Nómada acaba de editar el libro Dibujos Urgentes. Testimoniar en juicios de lesa humanidad. Otra forma desde el arte que contribuye a seguir contando para hacer memoria. Se trata de un libro-archivo que reúne 100 dibujos y fragmentos de testimonios que Eugenia Bekeris y Paula Doberti registraron a lo largo de una década asistiendo a las audiencias de los juicios por delitos de lesa humanidad. Las dibujantes tomaron la iniciativa de registrar a los genocidas frente a la Justicia, convocada en 2010 por la agrupación H.I.J.O.S. y el Departamento de ideas visuales de la UNA. “Con el libro buscamos dar visibilidad al testimonio y a quienes lo encarnan en el marco de la continuidad de los juicios de lesa humanidad, donde mujeres y hombres nos cuentan en primera persona su experiencia concentracionaria, así como el trauma por la ausencia de seres queridos y también los pequeños actos de resistencia y reorganización de la vida cotidiana en el lugar de muerte”, explica Colomer. “Estos testimonios hacen a una historia que no suele conocerse públicamente con la cercanía o detalles que en su conjunto expresan, y de los señalamientos en común entre un testimonio y otro, deviene la verdad de una trama colectiva. Es en las resonancias entre testimonio y testimonio donde verdad histórica y verdad jurídica se alinean. El proyecto conlleva un descubrimiento, especialmente dedicado a los modos de legar memoria a las próximas generaciones: ¿Por qué son urgentes estos dibujos-testimonios? Son urgentes porque los testimonios necesitan ser escuchados para hacer historia. Una historia que nos involucra a todos”. Para aquellxs que deseen tener un primer pantallazo virtual, está disponible parte del libro en Tumblr.
Por su parte, desde el Espacio Memoria y Derechos Humanos de la Ex-ESMA se promovió un Proyectorazo por la Memoria ayer 23 de marzo desde las 21 a las 00 horas.
“Hacer memoria requiere tomar una actitud activa. Nunca dejar de preguntarse por lo ocurrido en el pasado. Rescatar las historias de vida y militancia que han sido tergiversadas y ocultadas por el discurso oficial que construyó una memoria también oficial pero fragmentaria, que impuso el olvido y el silencio, quitándole responsabilidad a la sociedad desde la teoría de los dos demonios”, apunta Colomer. “La memoria colectiva se construye de fragmentos. Pero esos fragmentos son los que podemos rescatar del olvido oficial, de las voces que fueron silenciadas y borradas. Es en la disputa de sentido que hoy podemos seguir construyendo una memoria común que nos involucre a todas y todos como sociedad. Sobre todo pensando en las próximas generaciones para que sigan haciéndose preguntas sobre un pasado común pero situados en su presente. Si hoy la coyuntura social y política nos exige quedarnos en casa, inventaremos las formas para seguir haciendo memoria desde nuestros hogares. Y aunque sea raro para el movimiento de derechos humanos no marchar, no estar en la Plaza un 24 de marzo, quizás esta novedad, los nuevos hábitos que estamos produciendo y la responsabilidad que implica cuidarse unx, pero también cuidar al otrx, sea una buena oportunidad para parir una nueva humanidad basada en estos valores”.
Confeccionar pañuelos blancos y tejer flores rojas para luego colgarlas en las puertas y ventanas, convocar a un aplauso colectivo el día 24 a las 15hs de Buenos en homenaje a los 30 mil (a las 18hs en Córdoba), sacarse una foto los familiares de los detenidxs-desaparecidxs para subirla a las redes junto con su testimonio, mirar una entrevista, hojear libros con dibujos de los juicios o leer con les más pequeñxs cuentos prohibidos durante la última dictadura militar. Una multiplicidad de propuestas y formas online y offline se nos presentan y nos invitan a seguir haciendo memoria y a conectarnos en la distancia en la resistencia. Siempre, siempre, de manera colectiva.