Por Francisco Parra – @frparrag
Millones de brasileños salieron a las calles el domingo para pedir la renuncia de la presidenta Dilma Rousseff. Brasil atraviesa una de las crisis económicas y políticas más importante de los últimos años, que puede remover las bases de los gobiernos progresistas del PT. El caso Petrobras, la gestión “neoliberal” de Dilma, el factor Lula y un acuerdo tácito con los sectores empresariales como claves para entender el conflicto.
“Cayó Cristina, cambió el Congreso en Venezuela, perdió Evo, y ¿quién caerá ahora? ¡Dilma!”, gritó uno de los organizadores de la multitudinaria movilización que se vivió el domingo en Brasil. Se estima que cerca de tres millones de brasileños salieron a las calles en más de 200 ciudades del país para exigir la renuncia de la actual mandataria y condenar la implicación del ex presidente Lula da Silva en el caso de corrupción de Lava Jato.
La actual crisis que atraviesa el Partido de los Trabajadores (PT) tiene los ojos del continente puestos sobre Brasil, sobre todo luego de las recientes derrotas electorales en Argentina, Venezuela y Bolivia. La derecha del continente sabe que la crisis del gobierno de Dilma es la ocasión perfecta para lanzar toda la artillería contra el proceso iniciado por Lula hace 13 años.
Aquí presentamos algunas claves para entender la actual coyuntura política brasileña:
1- Operación Lava Jato
En marzo de 2014 se hizo pública la operación Lava Jato (lavado de autos), con la detención de 24 personas. La policía Federal de Curitiba había descubierto un año antes una red de lavado de dinero que operaba en Brasilia y San Pablo. A partir de entonces, la investigación judicial fue creciendo hasta estallar la red de corrupción de Petrobras, la empresa petrolera brasileña más grande del país.
La estatal brasileña, aplicando una política de licitación de grandes obras a empresas constructoras brasileñas -creada por Dilma cuando era ministra de Energía- desvió sistemáticamente cerca del 3% de cada transacción en sobornos a políticos y empresarios. A su vez, ese dinero era transferido a una red de empresas de “fachada” y cuentas bancarias en el extranjero. La Fiscalía estima que entre 2004 y 2012 se desviaron cerca de 10.000 millones de reales.
El caso Petrobras extendió sus redes hacia la política brasileña, ya que gran parte de los partidos habrían recibido financiamiento ligado a la red de corrupción. El PT, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y el Partido Progresista (PP) han sido involucrados, además de los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso (Partido de la Socialdemocracia Brasileña-PSDB), Fernando Collor de Melo (Partido del Trabajo de Brasil-PTB), Lula da Silva (PT) y la actual mandataria.
2- Segundo mandato de Dilma: crisis económica y ajuste
Dilma no la ha tenido nada fácil en este segundo período presidencial. Más allá del impeachment o juicio político con que la derecha pretende destituirla, Brasil vive una de sus peores crisis económicas y políticas en años.
El analista internacional Atilio Boron escribió hace unos días: “Dilma entregó todos los resortes fundamentales del Estado a los personeros de la derecha, error garrafal que empezó tibiamente con Lula y adquirió una dimensión torrencial en el segundo mandato de Dilma”.
El segundo mandato de Rousseff ha estado marcado por las alianzas con sectores de derecha, explicado desde el oficialismo por la falta de mayoría parlamentaria del PT. Pero esto ha estado acompañado de una política económica de ajuste, ligado al modelo neoliberal que el PT dice enfrentar.
La designación de Joaquim Levy, un economista ortodoxo, como ministro de Hacienda, fue un golpe a los sectores más progresistas del PT, decisión con la que la mandataria pretendía “ordenar las cuentas” ante la baja de precio de materias primas que ha afectado a la economía local. En tanto, la inflación se mantiene cercana al 9% y desde mediados del año pasado el país entró en déficit.
Las políticas de ajuste promovidas por Rousseff -eliminación de ministerios, puestos de trabajo en el sector público y recortes presupuestarios que incluso han afectado los planes sociales- han tenido efectos: 6,9% de desempleo -más de 8 millones de personas-, el 75% menores de 24 años. Los 40 millones de brasileños que salieron de la pobreza durante el mandato de Lula contrastan con las nuevas cifras: un estudio estima que más de tres millones de familias perderán su condición de clase media de aquí a dos años.
Los índices de popularidad de la mandataria apenas llegan al 11% y su principal partido aliado, el PMDB, ha operado en contra del PT en el Congreso. De hecho, el pasado sábado en un congreso partidario, Michel Temer, vicepresidente del gobierno y líder del PMDB, anunció que en un plazo de 30 días definirán si continúan su alianza con el PT.
Una salida del PMDB dejaría solo a un PT que necesitaba dicha confluencia en el Congreso y abriría la puerta para que avance el impeachment contra Dilma. El partido de centro -implicado también en los escándalos de corrupción- tiene seis de los 31 ministros de gobierno y a 67 parlamentarios de la Cámara de Diputados.
3- El factor Lula
Ex sindicalista metalúrgico que se convirtió en presidente, la gestión de Luiz Inácio Lula da Silva estuvo caracterizada por la salida de la pobreza de millones de familias, marcos históricos de crecimiento económico -el PIB llegó a ser el séptimo del mundo- y un aumento de salario mínimo superior al 50%.
Todas políticas que convirtieron a Lula en uno de los líderes más populares de la región.
Su mediática llamada a declarar de la semana pasada en el marco del caso Petrobras, con 200 policías llegando hasta su casa, tiene antecedentes políticos inmediatos. Esa misma semana, el ex presidente había anunciado su postulación para retomar la presidencia en 2018. Pese a que se sabía que estaba ligado a Petrobras y que sería llamado a declarar, su “detención express” fue una sorpresa. El senador Delcídio do Amaral del PT declaró ante el Ministerio Público que tanto Lula como Dilma intentaron obstaculizar las investigaciones de la justicia.
Pero el ex mandatario fue llevado a declarar por acusaciones de corrupción, aceptación de coimas y tráfico de influencias, gracias a una jugada jurídico-política cuestionada por varios especialistas del derecho y que permitió que todas las cámaras de televisión captaran el operativo de Lula rodeado de policías, siendo que formalmente no estaba detenido.
En ese testimonio, según reveló O Globo, el líder del PT reconoció que miembros del Instituto Lula podrían haber pedido dinero a las empresas investigadas. “No es parte de mi vida política, o sea, desde que estaba en el sindicato tomé una decisión de no pedir nada a nadie porque eso significaría ser vulnerable ante ellos”, dijo en la ocasión, consultado sobre él pidió dinero a alguna empresa involucrada.
Por otro lado, el miércoles pasado el Ministerio Público de San Pablo pidió la prisión preventiva contra Lula. Aunque llama la atención los argumentos desligados por los abogados: dicen que sería muy fácil para él, en calidad de ex presidente, salir del país, que la prisión es necesaria para garantizar el orden público, de que incita a la violencia de sus seguidores en sus actos públicos y que “la conducta de Lula hoy dejaría muy avergonzados Marx y Hegel”.
4- El acuerdo con la élite brasileña
“Es lamentable que un líder histórico como Lula haya dejado de ser del pueblo para aliarse con las élites, gobernar con ellas y recibir por eso mismo cuantiosas comisiones y regalos”, dijo Luciana Genro, miembro de la Dirección Nacional del PSOL.
Pese a la retórica anti neoliberal, su apoyo popular y políticas sociales, hoy los ojos están puestos sobre el PT y su cercanía con el empresariado brasileño, reflejados en la relación con las empresas constructoras involucradas en caso Petrobras. El proceso brasileño liderado por el PT ha sido en ese sentido más similar al kirchnerismo argentino que a otros procesos latinoamericanos más profundos como el venezolano o boliviano.
Con el riesgo de hacer un reduccionismo de lo hecho por el PT, la actual coyuntura obliga a mirar a esos aspectos que la izquierda latinoamericana prefiere obviar: la continuidad macroeconómica de Lula con respecto a su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, reflejado en el régimen objetivo de inflación, libre flotación del cambio autonomía del Banco Central, ampliación de derechos a acreedores, ajuste fiscal para pago de la deuda, despolitización de la política económica, privatización del sector productivo y creciente traslado al sector privado de las previsiones, la salud y la educación son algunos de los elementos a los que hoy es necesario mirar.
Y el gobierno de Dilma siguió ese camino. Una profundización neodesarrollista con tasas de interés bajas, intervención en el mercado cambiario para una devaluación gradual del real y la actual fase de austeridad, como respuesta al estancamiento global de la economía.
Un acuerdo tácito con la burguesía que, para Atilio Boron, tiene consecuencias claras: “Si tratas de apaciguar a la derecha, terminarás siendo devorado por ella”.