En un aniversario atípico por la propagación del Coronavirus, este 24 de marzo levantamos nuevamente las banderas por Memoria, Verdad y Justicia, aunque nos encuentre sin posibilidad de movilizarnos.
Por Redacción Marcha / Foto MAFIA y Eitan Abramovich
Es el primer 24 de marzo del gobierno de Alberto Fernández, que se inscribe en la tradición del respeto a las políticas de Memoria, Verdad y Justicia y que no podremos marchar. En una jornada atípica, el primer 24 de marzo en la era post Macri devolverá una imagen de plazas y calles vacías ante la necesidad de cumplir con la cuarentena obligatoria establecida por el gobierno.
Hoy recordamos que hace 44 años se dio inició a la más oscura noche. Un Estado ocupado por las fuerzas armadas secuestró, torturó, desapareció personas, se quedó con sus bienes, se apropió de bebés cuyas identidades aún no se conocen e intentó borrar la historia para escribir la propia. La violencia terrorista por parte del Estado produjo horrores cuyos responsables aún no terminan de ser juzgados y asesinos como Astiz y Etchecolatz exigen la prisión domiciliaria, pero no son los únicos.
Entre tantísimos otros, se alcanza la escalofriante cifra de casi 60 represores pidiendo esta condición. Es importante destacar que aunque parezca tenebroso, al día de hoy son cientos los genocidas que cumplen su condena en la comodidad de su hogar.
Con esa memoria activa es que encaramos este día. Cada 24 de marzo lo esperamos decididos y decididas para llenar las plazas y las calles, para movilizar, para recuperar los sueños y las luchas de las y los 30 mil. Nos conmovemos, recordamos, reflexionamos y nos entusiasmamos con cada derecho que aún tenemos que conquistar.
La propagación del Coronavirus no ha sido ajena a este escenario. Puso al descubierto la necesidad de un sistema público de salud de calidad, cascoteó las proclamas liberales, mostró la generosidad humana de Cuba y aquí, en nuestro país, planteó nuevamente la vulneración de derechos básicos para aquellos sectores que no tienen vivienda, trabajan en la informalidad, no tienen acceso a información clara y precisas. Evidenció a todas luces lo que muchos y muchas ya venían denunciando y por la cual se hace más indispensable que nunca recuperar el linaje de las y los 30 mil.
Sin embargo, aquí están. Aquí estamos. Sin poder llevar en andas nuestras banderas, las banderas de aquellos sueños, pero enrolandonas en nuestros corazones por memoria, verdad y justicia. También, por los DDHH de ayer, hoy y mañana.
La complicidad civil en el gobierno de Macri
Fue hace solo unos meses que concluyeron cuatro años del Poder Ejecutivo conducido por un gobierno integrado por los cómplices civiles, económicos y comerciales de la dictadura y que nunca fueron juzgados. Un gobierno que, como nunca antes, se atrevió a tomar posiciones negacionistas desde la hegemonía del Estado tratando de transformar la historia y de imponer en el sentido común las más nefastas expresiones de la reconciliación y la teoría de los dos demonios.
El propio ex presidente Mauricio Macri, integrante de una de las familias que más se enriqueció en el período 1976-1983, estuvo a la vanguardia de esta línea e incluso de manera vergonzosa el Secretario de DDHH Claudio Avruj sostuvo la mencionada posición, afirmando el 24 de marzo de 2017 que “los 30 mil son una construcción”. La memoria activa también debemos ejercitarla sobre nuestro pasado inmediato. Cuando algunas y algunas pensaban que era un libro abierto por esclarecimiento de los crímenes de Estado, hubo un grupo de poder que trató de cerrar esas páginas.
En esa sintonía, fueron cuatro años durante los cuales nuestras Madres y Abuelas fueron humilladas, ofendidas y maltratadas por el gobierno. Desde el “fin del curro de los derechos humanos” prometida durante la campaña hasta la persecución a ellas y a los distintos organismos de DDHH, materializadas con denostaciones públicas y hasta móviles policiales en la sede de Madres.
Cada 24 de marzo tuvimos que inundar las calles de consignas pero también cada día en nuestros ámbitos de estudio, trabajo, militancia. Y no es que no lo hiciéramos antes ni que dejemos de hacerlo ahora, sino que tenemos el deber de destacar esos procesos que estuvieron emparentados con la desaparición forzada y posterior crimen de Santiago Maldonado, el fusilamiento de Rafael Nahuel, el gatillo fácil de todas las fuerzas de seguridad que se envalentonaron y aplicaron esta modalidad como nunca antes había pasado desde la vuelta a la democracia. Fueron los cientos de miles que movilizaron y derrotaron el 2×1 a genocidas, fue cada nieto y nieta recuperada, cada derecho defendido, cada conquista alcanzada, cada vez que se llenaron las calles aún ante los oídos sordos del gobierno.
Los años del macrismo fueron un hito en esta democracia que aún nos debe tanto. Y fueron años de inclaudicables luchas por vivienda, salud y educación pública, trabajo digno. La organización de nuestros contemporáneos pudieron homenajear de la mejor manera a quienes nos precedieron.
El feminismo al frente
El retorno de la democracia tuvo en sus primeros años un hito sustancial: en 1986 se organiza el Primer Encuentro Nacional de Mujeres, que venía a cristalizar años de demanda y organización que la historia oficial no contaba. Hoy ya hablamos de Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias.
La lucha feminista ha tenido un dinamismo demoledor, poniendo en agenda no solamente las demandas históricas de las mujeres y cuerpos gestantes como el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, sino que atacó todas las estructuras de nuestra sociedad organizada según los parámetros del patriarcado y el capitalismo. Es así que no solamente se avanzó en derechos que beneficiaron a las disidencias sino que también se puso en discusión como hacía mucho tiempo no pasaba las relaciones laborales y de poder, disputando incluso a su interior con las miradas más liberales que no cuestionaban nada de fondo.
Durante los años del macrismo, la marea verde inundó las calles, llevó el Derecho del Aborto Legal, Seguro y Gratuito al Congreso e incluso hoy lo disputa como nunca, destacando la construcción de la Campaña en este proceso abierto.
Con el transcurrir de los hechos políticos se podrá discutir la orientación, pero la existencia hoy del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es también una conquista de este movimiento.
Podríamos extendernos mucho en cada conquista del feminismo que, aunque resulte obvio, no es solo para el beneficio de las mujeres. Podemos destacar la demanda por implementación de Educación Sexual Integral (ESI), el cuidado y acompañamiento de cada mujer violentada y la denuncia furiosa a violentos y abusadores, la construcción de vínculos centrados en la igualdad y la solidaridad en lugar del egoísmo y la competencia.
Por supuesto que hay varias trincheras por llenar y disputas que resolver, incluso al interior del movimiento. Pero resulta indispensable este punteo porque la misma historia oficial que esconde a las grandes mujeres y disidencias de los acontecimientos que nos precedieron, es la misma que no cuestiona las vulneraciones, vejaciones y violaciones a las que estos sectores fueron sometidos así como también, por otro lado, el lugar destacadísimo que han tenido en la organización, resistencia y lucha ante los genocidas. Para ellos debe ser un Nunca Más. Para nosotres, un Para Siempre.
¿Como no volver el hecho solo una efemérides?
Este 24 de Marzo será por demás atípico. Por primera vez se ausentarán los abrazos, el mate de mano en mano, las sonrisas y las lágrimas colectivas, las imágenes de los que están más vivos que nunca, los gritos de presente, ahora y siempre, se ausentará también ese aire especial que recorre las calles y las plazas los 24 de marzo. Ese aire que contagia memoria, que mezcla amor y dolor, llantos y risas, conquistas y deudas, dolores viejos y nuevos, pero que nos abraza y nos devuelve memoria y verdad para seguir construyendo.
Sin embargo, la mayor particularidad es que por primera vez desde 1986, un 24 de marzo encontrará a un pueblo encerrado en las casas, individualizado, mientras que Policía, Gendarmería y Prefectura coparán las calles, a la espera de un posible estado de sitio. El estado de emergencia nos encuentra ante un escenario tan atípico como cuestionable. Luego de los últimos cuatro años de crecimiento abismal de gatillo fácil por parte de la policía, de Gendarmería culpable de la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado, de la Prefectura asesinando a Rafael Nahuel, y con mecanismos de control ciudadano y guberamental sobre estas fuerzas totalmente nulos o vetustos, la militarización de las calles parece devolvernos varios casilleros atrás.
A 44 años las deudas con la democracia todavía son muchas y el estado de emergencia que inició el Coronavirus nos devuelve un panorama claro. Son estas tres fuerzas que hoy copan las calles con un millar de detenidos por día las que se encuentran apostadas en villas, asentamientos y barrios marginados desde el comienzo de la democracia, más allá del color de los gobiernos, monopolizando la violencia así como también imponiendo autoridades supra estatales y supra constitucionales, violentando y deteniendo a gusto y piacere.
En ese mismo sentido, la cuarentena y el submundo Netflix, chocolate, libro y siesta nos devuelve la realidad de la cantidad de trabajadores y trabajadoras excluidas o precarizadas, que no pueden darse el gusto de quedarse en casa porque no hay pandemia que les pare la olla, sumado a la situación de vivir en una vivienda precaria con limitados accesos a los servicios esenciales. Según el último relevamiento del INDEC, son casi un millón y medio de personas las que viven en hacinamiento en territorio argentino.
Es en este contexto que gran parte de la sociedad sale a los balcones al grito de “Quédate en casa” seguido de insultos y justifica la presencia militar en las calles por “cuidado y precaución”. Los medios hegemónicos transmiten 24/7 a quienes no cumplen con la cuarentena, muestran las detenciones con un formato símil Gran Hermano y hablan de los beneficios de instaurar el estado de sitio y de que el ejército cumpla labores sociales.
El gran desafío de este 24 de Marzo será replicar las grandes movilizaciones en la individualidad de nuestros hogares. Los hashtags pomposos y las stories desde el balcón sumarán su granito, pero el ejercicio de memoria activa nos debe desafiar a ir más allá, a seguir pensando, reflexionando y construyendo la sociedad que queremos, a preguntarnos por qué ante una situación de crisis, solidaridad y compromiso social es necesario que haya fuerzas represivas en las calles, a dejar de dividirnos en algo tan simple como el que sale de la casa y el que no sin preguntarnos por qué, a pensar qué pasa si este o cualquier virus entra dentro de un barrio hacinado, con casas hacinadas y con cuerpos con las defensas por el suelo, qué pasa si colapsa el sistema de salud, cuál debería ser el rol de los poderes económicos y financieros ante estas crisis.
La democracia es nuestra mayor conquista del siglo pasado, pero las deudas pendientes con los derechos humanos son muchas, se renuevan y son urgentes. La memoria y 30 mil compañeros y compañeras presentes son nuestra fuerza y juegan a nuestro favor.