Por Mauricio Polchi y Nadia Fink/ Foto por Reinaldo Ortega y Nayko fotos
Ayer fue la marcha 2000 de las Madres de Plaza de Mayo. Crónica de un jueves como tantos en cuarenta años, de uno anterior en el que la Justicia quiso apresar a una de ellas; y de la historia de las primeras, las fundacionales, con el coraje intacto y los sueños puestos en el futuro.
Ante la multitud que hoy daba vueltas a la Pirámide de la Plaza de Mayo conmemorando la marcha 2000 de las Madres de Plaza de Mayo fue imposible no regresar en el tiempo hacia la número 1, aquella fundacional: ¿Qué sentirían esas madres, con los pañales de sus hijos e hijas secuestrados a modo de pañuelo en sus cabezas? ¿Qué miedo les atravesaría el cuerpo, los huesos y, a la vez, poco importaba con esa ausencia que les pesaba en la mesa y en la cotidianeidad? Azucena Villaflor, Mirta Baravalle y un puñado de mujeres comenzaron a marchar en silencio, con la fuerza de su presencia, y con la convicción creciente de que esos hijos y esas hijas tenían que aparecer, y que eran de todas.
Ese girar en silencio, ese enfrentar a los militares, se fue transformando en una voz poderosa y colectiva que se terminó convirtiendo en el movimiento político de resistencia más poderoso y emblemático de la historia argentina. Así supieron resistir el neoliberalismo de los años noventa, enfrentar al gobierno de Menem que les pedía silencio y les obligaba miedo a través de los indultos a los militares (que guardaron silencio, que lo siguen guardando hoy en sus prisiones domiciliarias); supieron enfrentar a la montada en aquella Plaza que estallaba a fines de 2001; supieron transitar y acompañar otras injusticias y otras tragedias.
1999
Hebe sabe que la policía va a ir a buscarla. A los 87 años, se refugia en la sede que las Madres de Plaza de Mayo tienen en la zona de Congreso. Está en la cocina, sentada delante de la mesa, junto a su entorno más cercano. El resto de sus compañeras, Evel de Petrini (Beba), Mercedes de Meronio (Porota), Elsa de Manzotti (Elsita), Josefa de Fiore (Pina) y Celia de Prósperi (Chela) llegarán al promediar la mañana.
Es jueves 4 de agosto, y mientras Hebe reparte unos conitos de chocolates rellenos con dulce de leche, desde Comodoro Py notifican que el juez federal Marcelo Martínez di Giorgi ordenó detenerla. En cuestión de minutos, decenas de oficiales y varios agentes de civil intentarán llevarse por la fuerza a este ícono de los derechos humanos. “Desde el año 1977 vengo padeciendo las agresiones de la mal llamada justicia. Que me metan presa”, desafió Bonafini, tan dura, obstinada y confrontativa como siempre. A Martinez di Giorig poco le importó esa explicación: la declaró en rebeldía, resolvió impedirle salir del país, y así se transformó en el primer juez que dicta una orden de detención contra una madre de Plaza de Mayo. Todo, porque no fue a declarar a la segunda indagatoria por la causa Sueños Compartidos.
Ya es mediodía y la artillería mediática hace su trabajo y difunde la resolución emitida desde Tribunales, pero la información trasciende, se escurre en las redes sociales y se genera una inusitada reacción popular. Ante la ofensiva policial, algunas personas se acercan hasta el edificio ubicado en Hipólito Irigoyen 1584 para evitar el arresto. Cuando su abogado distrae al subcomisario de la Federal, un grupo de pibes y pibas escoltan a las Madres hasta una camioneta que las espera sobre la vereda. Hay empujones, insultos, golpes y un fuerte cuerpo a cuerpo entre la gente y los uniformados. El vehículo zafa, arranca, y enfila hacia la plaza, donde las espera otra marea humana. El juez, con el correr de las horas, da el brazo a torcer y levanta la sanción. Las mujeres de pañuelos blancos no descansan y otra vez dan vueltas a la pirámide. Es la marcha número 1999, y se viene la 2000.
2000
Unas horas antes de la marcha número 2000, el presidente Mauricio Macri arremetió contra la memoria colectiva de los argentinos, desconoció el genocidio cívico militar y reivindicó la teoría de los dos demonios. La provocación verbal de Macri, cuestionada incluso por algunos miembros de la gobernante Alianza Cambiemos, fueron hechas todas juntas y en una misma entrevista. El mandatario reflotó la “guerra sucia”, trató de “desquiciada” a Hebe de Bonafini y dijo no tener “idea” del número de desaparecidos: “No sé si fueron 9.000 o 30.000, si son los que están anotados en un muro o muchos más. La guerra sucia fue una horrible tragedia”.
El destrato del Presidente se sumó a la ofensiva contra las políticas de memoria, verdad y justicia, que son monitoreadas de Casa Rosada. Con ese popurrí de frases ingratas, Macri empujó a miles de personas a participar de la marcha del jueves 11 de agosto.
Por eso hoy, como hace dos mil semanas, 40 años seguidos, sin faltar una sola vez, muchos y muchas hacen un cordón, en círculo, rodean la Pirámide, se repite el ritual. En un vaivén que no cesa, porque nunca retrocede, ya empiezan a avanzar hacia el jueves que viene, una vez más.