Por Lisa Buhl / Foto: Luciana Gouiffes
Adentro, comienza el debate del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Cámara de Diputados. Afuera, ya se celebra el triunfo de sabernos juntas y por eso estas palabras para empezar la jornada.
Todo lo que nos vamos a abrazar hoy. Todo lo que nos vamos a querer y reconocer, lo que nos vamos a decir, lo que vamos a compartir reproduciéndonos la vida en vigilia.
Estamos haciendo historia y ya no hay duda, no solamente por esta votación, sino por todos los años de construcción; por todo lo que pusimos en palabras y a lo que pusimos el cuerpo en estos años y en estos días; por las locas que insistieron en juntar firmas en la esquina del Molino frente al mismísimo Congreso, creyendo en que era posible porque era necesario; por el trabajo de las compañeras y compañeres de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, por su persistencia, su inteligencia, su capacidad de construir en lo diverso; por las consecutivas presentaciones de la ley sin aflojar y a contracorriente; por lxs profesionales por el derecho a decidir y las amigas socorristas que abrigan a mujeres empujadas a abortar en clandestinidad, atajando sus dudas, acompañando su decisión; por nuestras voces que rompieron el silencio y el estigma.
Porque aprendimos a peinar la historia a contrapelo y a encontrar esos nombres, esos cuerpos, esas experiencias necesarias e invisibilizadas para poder decir ni una menos y poder ser lo que somos: niñas, adolescentes, mujeres, travestis, trans, lesbianas, no binarias con el orgullo bien puesto, con la furia suficiente como para hacernos ver, como para contestar a las ofensas, como para señalar y denunciar los odios en sus múltiples formas, las agresiones abiertas y camufladas, las manipulaciones de nuestras palabras, de nuestros cuerpos, de nuestra historia, de nuestro deseo y el derecho a decidir cómo y con quiénes queremos vivir – en este territorio, con estas identidades, con estas raíces y portando estos rostros y estas ancestras, los cinco siglos, las muchas historias escritas en la piel.
Hoy anhelamos encuentro, nos desbordamos de actividades, vestiremos de verde el Congreso, manifestaremos, consignaremos, y en todas las esquinas, con un pañuelo de contraseña, esperaremos el voto del aborto legal en Argentina.
Hoy, los llamados de las 4 a.m. y la desesperación de no saber qué hacer y las noches que nos escuchamos y las que lloramos y las que dormimos abrazadas con la cabeza apoyada en la espalda sostén de la otra y las madrugadas en que extrañamos a las que partieron y los días sin saber qué pensar y sin entender qué sentir y las cuadras y cuadras que caminamos a la par y las horas de charla y de talleres que nos hicieron crecer y los momentos de duda y los de certeza y las pequeñas revoluciones cotidianas y el despojo de las culpas y de los silencios encarnados y el reconocimiento del dolor y las desandanzas del miedo y la fuerza con que seguimos caminando en manada y en marea y las ganas de reír y bailar y sentirnos vivas y fuertes y los momentos en que desearlo todo a pesar de todo; hoy, entonces, todo ese todo se congregará entre la llovizna, el frío y la hostilidad política creciente para decir: Ahora es cuando. Será feminista o no será. Esto no empezó ahora. Esto no termina hoy.
Vivas, libres, deseantes y desendeudadas nos queremos.