Por Noelia Figueroa y Julia de Titto. El 2001 y sus efectos en el movimiento de mujeres y feminista. Nuevas problemáticas, nuevas formas de encararlas. Una mirada reflexiva sobre los avances y los actuales desafíos.
Del 2001 a esta parte el movimiento de mujeres y feminista fue protagonista de múltiples transformaciones, en clara relación con los cambios que afectaban al resto de la sociedad. En el siguiente artículo se intentará abordar la complejidad de ese dinamismo, tomando como puntos nodales la vinculación del movimiento con las organizaciones populares y tres ejes de reclamo centrales en los últimos años. En esta entrega se desarrollará la problemática de la violencia y una mirada sobre los últimos 10 años. Y la semana próxima veremos algunas reflexiones sobre los desafíos a futuro, entre los que incluiremos la lucha por el derecho al aborto y distintas cuestiones que hacen a la diversidad sexual y la discusión sobre la heteronormatividad.
Mirando un poco hacia atrás
En los primeros años posdictadura y en el marco de la reconstrucción de una sociedad democrática, pequeños grupos de mujeres que iban adscribiendo al feminismo comenzaron a trabajar problemáticas que antes parecían inexistentes en la agenda pública. Las influencias de los movimientos populares y feministas de América Latina y el mundo surten sin duda efecto en los debates en nuestro país. Las demandas que fueron colocando en escena se tradujeron en exigencias (y algunas conquistas) de ampliación de derechos, como por ejemplo la sanción de la Ley de Divorcio. Estas feministas que comenzaban a construir sus organizaciones e instituciones, fueron las que impulsaron el primer Encuentro Nacional de mujeres (ENM), en el año 1986.
Hacia fines de los ‘90, y como consecuencia de la crisis de representatividad de los partidos políticos tradicionales, los y las argentinos comenzaron a buscar nuevas alternativas de participación. Con las calles, plazas y barriadas populares como escenario, se produjo una transformación de las prácticas en que se manifiesta la conflictividad social. Como ya se ha planteado en múltiples ocasiones, las mujeres cumplieron un rol protagónico en todo ese proceso, y cruzaron nuevos umbrales que las llevaron a resocializarse en la esfera de lo público. Una vez producido ese desplazamiento, no hubo vuelta atrás.
Encontradas
En la Argentina contamos con una ventaja única en el mundo para analizar el movimiento de mujeres: poder visualizar las fotografías de los Encuentros Nacionales de Mujeres que se sostienen hace 26 años. Allí se pueden observar, cristalizados, los avances del movimiento. De los ENM, que se realizan una vez al año, participan miles de mujeres de diversos sectores sociales, procedencias geográficas e identificaciones políticas. Para una cuidada reconstrucción y análisis de los mismos, recomendamos el libro de Alma y Lorenzo, “Mujeres que se Encuentran” (Ed. Feminaria).
En este sentido, el encuentro del 2001 en la Plata, marcó el ingreso masivo de mujeres de los sectores populares. Consolidando un crecimiento sostenido, ese año participaron 15 mil mujeres en los talleres del Encuentro, según el diario La Nación. En la voz de sus protagonistas, este encuentro fue bisagra, ya que además de lo mencionado puso sobre el tapete la diversidad existente dentro del movimiento; ya no solamente era “la solidaridad, la simpatía de las mujeres” como algo ingenuo; sino que eran lugar de debate, discusión política, disputa de visiones y construcciones que existían y existen dentro de la sociedad en general. Cuando se produce esa irrupción, efectivamente surgen tensiones entre las feministas con mayores niveles de definiciones y formación teórica y las mujeres que por primera vez empiezan a reconocerse como tales colectivamente. Pero además, se disparan nuevos debates que enriquecieron y, sobre todo, llenaron de complejidad y diversidad al movimiento. Sin duda esto, a diez años de aquel encuentro, sigue dando sus frutos para poder pensar las disputas actuales.
Violencia es mucho más que mentir
Si tuviéramos que elegir un tema que atraviesa de cabo a rabo la historia del movimiento de mujeres, sin dudas es el de la violencia. Este surgía tanto en los primeros grupos de concienciación en los 70 como en cualquier taller inicial de mujeres en algún barrio de la Argentina de hoy. No obstante, como decíamos, el contexto 2001 supone una salida a la calle por parte de las mujeres que no tenía precedentes. La organización de los esquemas de supervivencia básico en los diferentes territorios, el salir a buscar la manera de sostener a la familia, cambian la forma en que estaba estructurado el adentro y el afuera de esas mujeres. Los casos de violencia comienzan a ser trabajados públicamente y con más frecuencia. Son, con más asiduidad, llevados del ámbito privado al público, erosionando la división que el feminismo supo denunciar entre lo personal y lo político.
Así, a lo largo de los últimos años al volverse transversal su discusión a distintos sectores sociales, se empieza a complejizar y a incorporar cada vez más aristas a la concepción de “violencia de género” (por ejemplo, la prostitución, la trata de mujeres, las formas del abuso sexual, las violaciones, los estereotipos, las desigualdades laborales, etc.). Al mismo tiempo, si bien se ha avanzado una enormidad en cuanto a su visibilización, no hay aún transformaciones notorias a nivel social. La Ley 26485 aprobada en 2009, que reconoce y sanciona las distintas formas violentas, representa un avance en este tema. Aunque la falta de reglamentación de la totalidad de la ley y la escasez de recursos presupuestarios, denotan una falta de voluntad política para su efectiva aplicación.
Uno de los avances notables, es haber logrado visibilizar en cierta medida los ataques machistas y femicidios como tales, cuestionando su abordaje desde los grandes medios de comunicación como anecdóticos “crímenes pasionales”. Este año no obstante, se observó un incremento en las cifras de mujeres asesinadas alcanzando hasta octubre de este año la cifra de 233 muertes, según INDESO (ver artículo Femicidios al por mayor). Esto, sumado a la forma en que se multiplican ciertos modus operandi, lleva a preguntarnos si el tratamiento de los medios, que hacen hincapié en las metodologías y no en las causas, no genera una suerte de efecto multiplicador.
10 años después
Sin lugar a dudas, el movimiento de mujeres y feminista ha dado un enorme paso adelante respecto del 2001. El mismo se complejizó al sumar a vastos sectores populares que, poniéndose en cuestión mutuamente los potenció a ambos. La incorporación, aunque incipiente en muchos casos, de las luchas antipatriarcales por parte de numerosas organizaciones sociales, da cuenta de este cambio. En estos años, fue posible visibilizar una gran cantidad de formas de violencia de género y se han logrado legislaciones que las penan. Si bien como señalábamos hoy en día la ley contra la violencia hacia las mujeres no está siendo aplicada como corresponde, su sanción fue sin duda una conquista del movimiento.
Deudas y desafíos son numerosos y profundos, pero es necesario a veces mirar hacia atrás y “cantarnos las verdades” como dice Mario Benedetti, para reconocer que las mujeres hemos avanzado, aunque más no sea pasitos, en nuestras reivindicaciones.
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