Por Carina López Monja
Nadie a nivel global previó la victoria de Trump, así como pocos daban ganador a Macri hace un año. Causas y consecuencias 2016: modelo económico, creciente desigualdad y xenofobia, con Argentina marchando para atrás.
Recalculando. El apoyo explícito del gobierno argentino y de la canciller Susana Malcorra a Hillary Clinton, derrotada por el republicano Donald Trump, no augura el mejor inicio en las relaciones de Macri con el nuevo gobierno norteamericano. Llamar chiflado al candidato anti-sistema pocos días antes de la victoria presidencial, tampoco parece ayudar a las relaciones diplomáticas.
Acaso, tal vez por eso, Malcorra se desesperó para poder transmitir en los medios nacionales que había logrado un vínculo con el entorno de Trump y, tras varios intentos, trascendió un diálogo de la canciller con uno de los hijos del presidente estadounidense electo, que pidió transmitir el mensaje “Dígale al presidente Macri que mi padre siempre lo recuerda con cariño”.
Más allá de las anécdotas personales que puedan tener los dos empresarios millonarios devenidos presidentes, lo cierto es que la preocupación está vinculada a las consecuencias de lo que puede implicar un gobierno de Trump para Argentina.
En primer lugar, si Trump sostiene el eje del proteccionismo versus la globalización y cumple sus planteos de campaña, el mercado norteamericano buscará cerrarse sobre sí mismo, lo que llevaría a medidas similares para los mercados europeos. La posibilidad de abrir las fronteras de EE.UU. para el limón y la carne argentina, caerían en saco roto y el horizonte de avanzar en tratados de libre comercio y “abrir la economía” terminaría en el freezer. Una paradoja macrista: “abrirse cuando el mundo propone cerrar sus economías y retomar con fuerza el proteccionismo”.
En segundo lugar, a Macri le preocupan las tasas de interés en el mercado financiero internacional, centrales a la hora de financiar el “gradualismo económico” de su gobierno. La suba de tasas de interés en los EE.UU. está casi confirmada, pero podría ser más elevada en 2017 ya que Trump ha criticado el bajo nivel de la tasa de la Reserva Federal (FED). Sin crecimiento económico y con deuda alta, el horizonte no parece auspicioso. Finalmente las relaciones que Trump establezca con China –y con el resto de las economías– determinará también la relación con América Latina.
El 2016 finaliza con varias decisiones que giran hacia el proteccionismo. El voto de Inglaterra a favor de una salida de la Unión Europea, la victoria de Trump, la posibilidad de una victoria de la extrema derecha en Francia, son algunas de las expresiones del descontento hacia la globalización y las medidas económicas que han generado mayor desigualdad y concentración de la riqueza.
Algunos analistas consideran que se termina la etapa neoliberal y comienza una Contrarreforma, basada en la recuperación de autonomía y políticas nacionales, muchas veces enraizadas en una derecha xenófoba y racista que canaliza las demandas de sectores que han sido víctimas de la desigualdad y la pobreza.
¿El muro de la desigualdad o de la xenofobia?
Hace poco Mariano Feuer, director de @esviral detallaba el nuevo mundo en el que vivimos: en donde las redes sociales, por vía de algoritmos y la carga viral de la indignación, refuerzan nuestro consumo de opiniones y noticias homogéneas, similares a las nuestras y, de esta manera profundiza la intolerancia a otras ideas que no concuerden con las de uno mismo.
Acaso de la misma manera, en Argentina desparecieron los espacios en donde “se crucen” sectores con distintas ideas, provenientes de distintos sectores y de poder adquisitivo diverso (escuelas públicas, clubes de barrio, espacios públicos) y se refuerza el colegio privado y los countries, para quienes pueden pagarlo, claro está.
En ese mismo plano, la “cuestión migratoria”, tanto en Estados Unidos como en Argentina refuerzan esta idea “de iguales”, en donde el otro es extranjero, en donde la expulsión aparece como sentido común, y en un revival de los 90, el inmigrante es aquel que viene a “sacarnos el trabajo”. Las posiciones de Trump, más allá de los impactos a nivel mundial de lo que puede ser su presidencia en el país más poderoso del mundo, refuerza y “legitima”, para algunos, las peores versiones de xenofobia e intolerancia a lo largo y ancho del planeta, pasando por los políticas de extrema derecha en Europa, hasta la versión local de Pichetto y las nuevas medidas que busca implementar Cambiemos contra la inmigración de países limítrofes.
No es casual que el mismo día que Trump anuncia la deportación de inmigrantes, el gobierno argentina prepara decreto para endurecer política migratoria. El debate que inició Pichetto diciendo que Argentina “siempre funcionó como ajuste social de Bolivia y delictivo de Perú” por la falta de control inmigratorio genero malestar y fue condenado por gran parte de los sectores políticos. Según el periodista Eduardo Van Der Koy “la cuestión migratoria disparo reacciones histéricas”, pero permitió que el macrismo tome el guante y hoy avance en la aceleración de la expulsión de los inmigrantes irregulares y habilitación de lugares de retención hasta la deportación (léase cárceles).
De la misma manera, el gobernador del Chaco, Domingo Peppo tiene en agenda una visita con el Presidente Macri a Paraguay para reclamarle al país vecino una compensación por la cantidad de ciudadanos paraguayos que se atienden en hospitales chaqueños.
La Ministra de Seguridad aseguró que estudian medidas para que el ingreso a la Argentina sea de quienes quieren trabajar pero no los que tengan antecedentes penales, mientras que el director de Migraciones quiso tranquilizar: “No queremos fomentar ánimos xenófobos, que están en la sociedad. Nuestro adversario a vencer es la migración irregular, no el inmigrante”.
Si un candidato machista, xenófobo y violento como Trump puede hablar de sus vecinos mexicanos como basura y reclamarles que paguen el muro para separarlos de Estados Unidos y luego ganar una elección apelando al nacionalismo y al sueño americano, queda claro que la derecha puede ser el emergente de una crisis del capitalismo que multiplica la pobreza y la desigualdad. El descontento puede ser canalizado por distintos sectores, pero claramente no por la política tradicional que es parte de ese entramado desigual.
La preocupación de muchos, volviendo al plano local, es que ese descontento no lo termine capitalizando un empresario devenido político, sino otros. En palabras de Joaquín Morales Solá, Macri debe resolver la pobreza y desigualdad “por razones humanas, pero también para evitar el regreso del populismo”.
Diciembre en Argentina: sin pan dulce y con presos políticos
Macri llega a fin de año con un aprobado en la lección. El gobierno demostró su capacidad para llegar a acuerdos en el Congreso, negociar –cual experimentado dirigente del PJ– dinero por votos y aprobación de leyes, sumó a sus filas y dividió a parte de la oposición política y logró contener el conflicto social, a pesar del brutal ajuste y las movilizaciones que se sostuvieron (contenidas) durante todo el año.
Logró un gesto del Papa y con el apoyo del Vaticano, desactivó el paro de la CGT, cuando la lógica ante la desesperante situación económica de millones de trabajadores no dejaba lugar a dudas de que habría una huelga nacional. El presidente se mantiene impávido, a pesar del reclamo de las Naciones Unidas de dejar en libertad a Milagro Sala, detenida en enero pasado. Todo indica que se llegará a diciembre con movilizaciones importantes, como la marcha multitudinaria que reclamará la Ley de Emergencia Social en el Congreso Nacional el próximo 18, pero sin grandes sobresaltos.
El fin de año, sin embargo, no termina de sonreírle a Macri. Una nueva suba de la inflación, despidos en el ámbito industrial, inversiones que no llegan y economía que no despega. Frente a eso, Macri toma una postura “gradualista” y, aunque no alcanza para recuperar el poder adquisitivo perdido, el paquete de medidas de diciembre busca reactivar el consumo: un plus de 1.000 pesos por familia en la AUH, bono de fin de año a privados y estatales (aun en negociación), bono y aumento del Programa Argentina Trabaja, y Repro Vip, son las precarias medidas con las que el gobierno buscará llegar a fin de año. Aún debe lograr aprobar en el Congreso las leyes de privatización y precarización laboral, como son la ley de participación público privada y la Ley de Riesgos del Trabajo.
Diciembre también pasará. En palabras del ex presidente y responsable político de la Masacre de Avellaneda, Eduardo Duhalde: “los descartados del Papa están acostumbrados” a la pobreza. Sin embargo, es bueno advertir que la obscenidad de la desigualdad y la violencia que genera la concentración de la riqueza, no caen en saco roto.
El dietazo de los diputados que se aumentaron un 47% los salarios, las declaraciones del ex presidente Federico Pinedo diciendo que no podía vivir con 83 mil pesos por la inflación, el viaje de egresados a EE.UU. de los diputados y senadores para ir a observar las elecciones, hablan de la obscenidad. La ostentación no ayuda, cuando hay funcionarios como el secretario de Empleo, Ezequiel Sabor, que andan en su country en una camioneta Dodge RAM de $750.000 mientras que el ministro de economía bonaerense dice que no tienen fondos y no habrá bono de fin de año a los estatales.
La crisis y el emergente de años de creciente desigualdad, pueden disparar en cualquier momento. Al decir de Alejandro Bercovich, “Es la misma lección que les dio Trump a los demócratas: el descontento está ahí, latente, y puede estallar para cualquier lado”.