Por Iván Messina. El lunes pasado, una marcha acompañó a familiares y amigos de Ismael Sosa en su reclamo por justicia. Tras la aparición de su cuerpo antes de que ingresara al recital de La Renga en Córdoba, la policía y el caso Walter Bulacio son una sombra que persiste en democracia.
El lunes pasado nos encontramos en el Obelisco quienes deseábamos justicia por Ismael Sosa y que el asesinato masivo y mayormente impune de los pibes y pibas por parte de las fuerzas represivas se acabe de una vez por todas.
Esos fueron los principales reclamos de una multitudinaria concentración que se desarrolló en el mismo lugar en el que, tiempo atrás y en un clima de premundial, los villeros porteños se hacían visibilizar en un acampe que duró casi dos meses. Esta vez, las plazoletas del Obelisco fueron ocupadas por fanáticos de La Renga, agrupaciones de izquierda e independientes y el movimiento Evita, todos acompañando a la familia de Ismael. El corazón de una ciudad que insiste en convertir en ajeno e indiferente la desgracia de buena parte de sus habitantes fue perforado por esta movilización.
Ismael tenía 24 años y había viajado desde Merlo, provincia de Buenos Aires, para el recital que La Renga dio el sábado pasado en Villa Rumipal, Córdoba. La policía lo habría sacado de la fila, golpeado y nada supieron de él hasta que apareció sin vida en el lago de Embalse Río Tercero. Todo parece indicar, y la denuncia de la familia lo sostiene, que fue muerto por la policía y tirado al lago.
Minuto a minuto, el centro de la plaza que se encuentra a un lado del Obelisco comenzó a llenarse de organizaciones sociales, políticas y centros de estudiantes con sus respectivas banderas. De fondo, se escuchaban canciones del grupo La Renga desde unos parlantes y mientras sonaba “Triste canción de amor” la gente comienza a moverse, al seguirlos descubrimos a un conjunto de remeras del grupo en la plaza de enfrente en una acción que parecía parte de un ritual. Al canto de “Isma no se murió, Isma no se murió…” acercaban todas las banderas de La Renga que había y las izaban en el mástil.
Mientas, la madre de Ismael hablaba con algunos medios masivos, de repente “preocupados” por la noticia. También habló Natalia, una seguidora de la banda que fue al recital, quien resaltó su desprecio hacia la violenta conducta policial el día 24 de enero en la fila para entrar al show, cuando aseguró ver una actitud agresiva de parte de la policía dirigida a varios jóvenes. Para terminar, destacó su furia y su dolor, porque ella asegura que “Ismael pudimos ser todos”.
Se hicieron las 21:15 y entre cánticos que iban y que venían contra la policía empezó la movilización. No eran exagerados ni excesivos por el contexto esos cánticos si tomamos en cuenta que según un informe de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI, también presente) son 4.321 pibes asesinados por las fuerzas represivas desde el retorno de la democracia y 2.778 desde el inicio de la “década ganada”, sumado a 238 desapariciones en poco más de 31 años “primaverales”.
“Nosotros todavía no terminamos el recital”
A pesar de algunas tensiones entre las organizaciones sociales y los seguidores de La Renga quienes portaban el deseo de llevar a cabo una movilización “apartidaria”, finalizó la movilización con una perspectiva de muchísima unidad. Cuando se abrió el micrófono hablaron amigos y amigas de Ismael quienes lo recordaron como “ese pibe sencillo que pateaba la calle siempre con nosotros”.
Luego, se acercaron familiares de víctimas que también sufrieron el accionar represivo de la policía. El primero en hablar, fue Rubén, el padre de Rubén Carballo, tal vez junto con el caso de Walter Bulacio el más similar con el de Ismael. Cargado de fortaleza y bronca por lo que significa revivir en Ismael lo que pasó con Rubén, sostuvo que estas cosas que no pueden seguir sucediendo eran a causa de la “corrupción de este sistema perverso” pero que a lo largo de estos años “tuvimos muchos logros sin vender nuestra dignidad y el amor de nuestros hijos”. Y se puso a disposición de la familia para estos primeros días en los que el sendero se hace muy difícil si se camina solo.
Otra de las que se acercó para darle mucho a aliento a Nancy, a su familia y a los amigos de Ismael fue Carla Lacorte, autodenominada “la única víctima viva del gatillo fácil”. Carla recibió en el 2001 un tiro en la espalda de parte de un policía cuando salió de la facultad y hasta el día de hoy está en silla de ruedas. Luego fue el turno de Angélica, la mamá de Kiki Lezcano, quien le dijo de madre a madre, tal vez en el momento más angustiante y a la vez emocionante de la jornada, que nunca iba a estar sola, que cuando “nos tocan a un pibe ahí estamos las madres” y que “nunca va a morir tu hijo, siempre va a estar con vos adonde vayas” a la vez que rescató la compañía de todos los jóvenes en esa movilización porque así como hay mucha gente que no le importa el dolor ajeno también hay un montón de jóvenes a quienes si les importa y hacen el aguante.
Fueron pasando también, el papá de Lucas Guzmán, fallecido en Cromañón; Nico, amigo de Luciano Arruga, una amiga de Franco Zárate, un chico de nacionalidad boliviana matado en un kiosco por xenofobia hace menos de 15 días y por último tomó la palabra Yanel, amiga de Ismael, para expresar el deseo más genuino de una juventud harta de la policía, “queremos ir a un recital y pasarla bien, y terminarlo: nosotros todavía no terminamos el recital” con una voz cargada de dolor pero a la vez de mucha fuerza para lo que sigue. Repitió que quieren que se esclarezca “ya” lo que pasó con Ismael “y no dentro de 20 años como funciona acá la justicia.
El aparato policial tiene como blanco preferido a los pibes pobres, que en complicidad con los medios hegemónicos y masivos de comunicación “terroristas” en palabras de Nico, amigo de Luciano, los criminaliza, los condena y los mata. Ayer, como el sábado 31 en Lomas del Mirador con el aniversario del secuestro y asesinato de Luciano Arruga, se volvió a evidenciar que cada vez más los pibes no están solos ni sus familias, sino que tienen todo un respaldo por parte de otros familiares de víctimas y de mucha gente que no soporta ya que haya un pibe menos en las calles, en el barrio, en los recitales o en la canchita porque la policía decidió asesinarlo.
No son días alegres, pero sí esperanzadores en tanto cada vez hay más unidad contra la impunidad policial, sin ganas de tolerar una bala más de parte de las fuerzas represivas y para exigir justicia por los pibes que ya no están pero que, como dijo Nico, “están en cada puño, cada joven”. Tanto el sábado de la mano de una Vanesa inmensa, como hoy lunes hay algo que se respira. No es un crimen ser joven. Ni un pibe menos se hace cada vez más carne en nosotros.
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