Por Mabel Bellucci*. El feminismo logró desestabilizar los sentidos de la práctica del aborto voluntario que se cristalizan en las regulaciones restrictivas. Los años 80 en particular, encarnaron una etapa de crecimiento como expresión de pluralidad.
México: puerta de llegada
México, país de grandiosas dimensiones culturales, demográficas y naturales, se convirtió en la casa de miles y miles de personas que a lo largo del siglo XX se vieron obligadas a salir forzosamente –tanto por razones políticas como económicas– de sus lugares originarios. Por esa evidencia, a esta nación de mariachis y consagrados muralistas, se la llamó Puerto de Llegada. Es conocida la solidaridad mexicana del presidente Lázaro Cárdenas hacia los republicanos y anarquistas españoles que, durante la década de 1930, vagaban como almas trashumantes para salvar sus vidas de las garras del franquismo y de los otros fascismos europeos. Para ellos, México era su destino y allí había algo que flotaba en el aire. En efecto, fue, y seguirá siendo, pueblo de recepción de exilios, no sólo de América Latina sino también de Europa y de Estados Unidos.
A partir de las dictaduras militares del Cono Sur, un sinnúmero de refugiados de Bolivia, Uruguay y Chile, junto con haitianos, centroamericanos, guatemaltecos, venezolanos, se encontraron en este país durante el gobierno de Luis Echeverría. Paradojas de la historia: su mandato presidencial fue conducido con mano implacable y despiadada para sus compatriotas y, a la vez, les procuró un clima de libertades a los extranjeros. Tanto es así que se les otorgaron facilidades extraordinarias en términos políticos, educativos y laborales a los que llegaban escapados con lo puesto. El primer contingente de exiliados argentinos ancló en México en septiembre de 1974, espantados de la debacle de un gobierno constitucional en descomposición y del grupo paramilitar que funcionó bajo las órdenes del entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina.
José Steinsleger, escritor y periodista, da cuenta de la mixtura de la fuga de una Argentina montada en llamas: “Entre 1974 y 1983, llegaron casi cinco mil compatriotas. Un contingente compuesto tanto por académicos e intelectuales como por dirigentes obreros, políticos y estudiantes”. La ruta de los connacionales expulsados por la fuerza sanguinaria de la dictadura se diseminó por Brasil, Venezuela, España, Francia, Italia, Estados Unidos, Israel, entre otros tantos países. Pero fue México el receptáculo más importante del destierro argentino. Asimismo, se enfrentaron como pudieron a las complejas diversidades étnicas de un pueblo mestizo e indígena. Sin más, este país en espera se transformó en el sitio donde se afincarían alrededor de ocho años y, en muchos casos, en su lugar de radicación definitiva.
Escrituras abocadas al trazo de la propia vivencia del exilio se reproducen en la Argentina como una marca, una huella traumática. Esas memorias sirven para dilucidar, por ejemplo, el significado de los años transcurridos en México en la vida de las mujeres argentinas que encontraron allí un refugio donde repensar y problematizar su militancia política anterior para luego vincularse estrechamente con ese feminismo tan decisivo para América Latina. Para la investigadora Estela Serret el desarrollo del feminismo mexicano ganó sustento en la riqueza del movimiento estudiantil de Tlatelolco, en 1968, que con su terrible desenlace incitó a una permanente actitud crítica de la sociedad civil y alimentó el desarrollo de una activa resistencia al orden. Además, sus mujeres se permearon de la influencia desbordante de los feminismos estadounidenses que esparcían sus acciones y conocimientos con una expansión gravitante que atravesaba sus fronteras.Pero no solo se nutrieron del Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) de los años 60, sino que también giraron su mirada en dirección a las corrientes europeas, en especial hacia Francia e Italia.
Ahora bien, en los años 70, las mexicanas fueron influidas por el masivo ingreso al mercado laboral, a la educación superior, al uso difundido de los métodos anticonceptivos y los cambios en su situación jurídica; además del importante crecimiento de la izquierda, donde ciertos referentes del feminismo se nutrieron para después abandonar sus filas definitivamente.
En cuanto a sus inicios, fue un movimiento con características similares al del resto de América Latina: sus militantes provenían de sectores medios, universitarios, con una convocatoria reducida, concentrada en grupos autónomos y de reflexión, sin estrategias de luchas pensadas a largo plazo ni tampoco con la necesidad de interpelar al Estado ni a las instituciones. Con todo ello, desparramaron idearios que germinarían años más tarde. Una de las principales investigadoras del movimiento feminista en su país, Ana Lau, recuerda que “entre 1970 y 1975, se constituyeron cinco grupos que fueron los pioneros de este movimiento: Mujeres en Acción Solidaria (MAS) y Movimiento Nacional de Mujeres (MNM). Del primero surgieron tres escisiones: el Movimiento de Liberación de la Mujer, en 1974 (MLM); el colectivo La Revuelta, en 1975, y en el mismo año el Movimiento Feminista Mexicano (MFM). Este último adquirió una incidencia decisiva en las hileras feministas al emprender la lucha por la conquista del aborto libre y gratuito. Para ello hospedó a los distintos grupos feministas y de mujeres independientes que atravesaban en ese momento un receso.
Al año siguiente, se presentó a la Cámara de Diputados un anteproyecto de ley de maternidad voluntaria, desde la Coalición de Mujeres Feministas, (CMF) luego de haber sido reproducido por el Partido Comunista Mexicano. Fue una de las primeras instancias de coordinación de los grupos feministas junto con el primer colectivo de lesbianas, Lesbo. Todas ellas tomaron una decisión suprema al entender qué era lo que las unía más que lo que las dividía. Sin embargo, hubo una reacción defensiva de las heterofeministas, temerosas de perder la legitimidad social que habían ganado, a partir de la decisión de Lesbo de querer presentar sus propias demandas en el listado de reclamos generales, como así también de hacer pública su condición de lesbianas. A esta altura, el movimiento feminista mostraba su rostro lesbofóbico y discriminador. Al no poder desarrollar estrategias en común, este colectivo decidió abandonar el espacio sin demasiada espera.
Segunda parte en la edición de mañana…
* Periodista. Activista feminista queer y ensayista, en adelanto inédito de su libro “Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo”, de Capital Intelectual, minucioso ensayo sobre el derecho a la interrupción del embarazo en la Argentina, que se presentará en la Feria del Libro el domingo 11 de mayo de 18,30 a 20 horas. Sala Adolfo Bioy Casares, pabellón Blanco.