Por Cezary Novek. Marcha conversó con Patricia González López, autora de “Maldad, cantidad necesaria”, su tercer libro de poesía, coeditado a fines de 2013 por Llanto de Mudo y Milena Caserola.
“Cuando me rayaron con lápices
yo esperaba pinceladas
Solo fui un dibujo
pintado fuera de los bordes”
-P.G.L.-
La voz poética de Patricia González López suena de a ratos como la de una nena enfurruñada que hace círculos furiosos con crayones hasta destrozar el papel y, en otros momentos, como la de una soberana que castiga injusticias y ofensas de forma ecuánime, dando a cada quien lo que corresponde. A veces parece desnudarse ante el lector, pero es engañoso, lo hace a la distancia y con la autoridad de quien se sabe a salvo.
El espectro del padre ausente entra y sale de sus páginas como jugando al gato y al ratón. La variación en las fuentes tipográficas sugiere un deseo de patear el tablero de vez en cuando, de espasmos de liberación y de furia que permiten volver con más serenidad a las formas. Bajo el rugir de la ira se puede adivinar, entre líneas, toda la ternura de una mujer que reivindica el poder coexistir con su fragilidad y sencillez en un mundo hostil. Parece necesitar decir algo para luego asesinar esas palabras con un tachón y exponerlas como un castigo ejemplar, una advertencia.
Los disparadores van desde vínculos cercanos hasta el orden social. Los ajustes de cuentas aparecen como un solapado pedido de ternura que logran retratar desde diferentes ángulos la doble cara del alma femenina.
“Poemas volubles y camorreros en la voz de una reina-plebeya que poseen tanto amor como frialdad despiadada”, así define el libro la poeta Mariela Laudecina en la contratapa. Por separado, se pueden leer -pasado el primer fogonazo- como breves piezas narrativas, lo que termina siendo el combustible que permite leer el libro de corrido, sin pausas ni respiro.
Sin decirlo -o diciéndolo a medias- el lugar de la voz es el de quien padece la soledad de la coraza, de quien llora en la intimidad por haber perdido la capacidad de llorar por los demás. Termina siendo difícil tomar distancia y no empatizar con su enojo y su dolor enunciado con voz de mando.
Patricia González López nació en Capital Federal en 1986. Es licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad de La Matanza y tiene una Maestría en Comunicación, cultura y discursos mediáticos. Es docente e investigadora de la misma casa de estudios. Trabaja en prensa y participó en varias antologías. Publicó Indecible (Poesía. 2009, Milena Caserola), Dos de Azúcar (Narrativa. Milena Caserola, 2010). Maldad, cantidad necesaria -su último trabajo, publicado en 2013- es una coedición entre Milena Caserola (Buenos Aires) y Llanto de Mudo Ediciones (Córdoba).
“a veces me olvido de que soy poeta
y me visto”
En diálogo con Marcha, Patricia González López habló sobre diferentes ejes y temas recurrentes en su producción.
Contemporáneos
Me vuelan la cabeza Víctor López Zumelzu, Juan Diego Incardona, Mario Levrero, Walter Lezcano, Sebastián Kirzner, Gabriela Clara Pignataro también. Sonia Budassi me copa, pero Gabriela me recuerda la ternura, la feminidad en estado puro. Y me gusta. Fui a un taller de Incardona hace un par de años, y a uno de Félix Bruzzone, por tiempo.
Lo autobiográfico
Hay todo de autobiográfico. Hay una serie de poemas dentro del libro que se llama Soy siendo. Los escribí en un boliche al que iba mucho. Era una etapa nueva. Y mis amigos eran muy merqueros y yo escribí una poesía que se llamaba el gordo que vende la merca. Se lo pasé a Sebastián Kirzner. Él me dijo: “Esto es una mierda, es pensamiento de televisión. Escribí sobre lo que sabés, porque de esto no sabés. Escribí de tu viejo ausente, de tu vieja sirvienta”. Pero para desnudarme así, tenía que asumir mi historia. Por eso puedo decir que es todo autobiográfico.
El humor
Es la salvación. En la primera clase de psicología de la facu el profesor dijo: “con humor se superan las situaciones traumáticas”, pero a la vez solo se puede utilizar el humor en una instancia más superada, una vez que se aceptó. Está aceptando o decís “ya fue”. Es esto, a mí el humor siempre me salvó. Pero lo uso siempre hacia mí, el humor como burla hacia el otro no, siempre conmigo.
Hay algo de trampa en esa dualidad que muestra la voz del libro: por un lado pide protección, consuelo, afecto… pero da la impresión de que cualquier mano tendida en esa dirección -aunque tuviera las mejores intenciones- será amputada de forma violenta. ¿Cómo te llevás con la idea de la venganza?
Con la venganza me llevo mal, me tienta, pero en general todo lo malo ha sido devuelto en forma multiplicada. Las manos son amputadas, sí, pero como gesto amoroso en el sentido de la administración del tiempo del otro, las ilusiones y mi ser a pleno o padeciendo. Siempre que tuve posibilidad de vengarme no lo hice. Como tópico es interesante, motivador. Para mí la venganza está en escribir, la revancha está ahí. Sobre todo cuando el protagonista sabe que es el protagonista. Mi vieja se ha ofendido, mi ex (mis ex) se han ofendido con cosas que escribí. Una vez me vengué pero fue excepción.
“Me hieren esas sonrisas
de los nenes que no ríen;
hay otras
que tienen una cadencia propia
del que nunca sintió dolor”
El padre
Existe por su ausencia. Lo vi tres veces: a los 4, a los 14 y a los 21. Pero hay un hilo ahí que es la promesa y la desaparición. La mentira.
¿Pensás que hay que matar al padre?
Esa pregunta me la hacía el otro día. Matar al padre es matar el punto de partida. Es sólo un punto. Sólo la semilla. Pero es fundamental. Yo aún lo sigo anhelando, tener un padre. Me maravillo viendo a un padre. Me emociona ver a mi sobrina amando a su padre, jugando y todo eso. Lo reivindico. Amo a los hombres. Un buen tipo es excepcional, es algo maravilloso. A los que quiero les rindo culto y a los que no, los ignoro. Aunque quiera nunca pude castigar. Si mato a mi padre me mato a mí. Mato la historia. Mato la poesía. Mato lo que soy. A lo sumo hay que mirar al padre a los ojos y avisarle que seguís viviendo, que hasta ahí llegó. Que después de cierto punto la vida es tuya.
La belleza
Para mí hoy la belleza es salud. Algo que va de adentro para afuera y que es inexplicable. La belleza de publicidad es una cruz para todas las mujeres. Una relación de miedo. Hace poco, un pintor me dijo: “la belleza es la asimetría de cada uno, porque la simetría es inventada”. Creo que ahora voy por ese camino, aceptar mi asimetría y pulirla.
¿Pensás que la belleza puede ser un obstáculo para la comunicación real entre las personas?
En principio sí, pero después de un rato no. El vínculo perdura por lo que no se toca. La belleza después de un vínculo fuerte es intrascendente. A mí me parece más importante el olor de las personas, más que su belleza. Una persona bella es la que huele bien. Porque me indica que convoca buenas cosas, que desea buenas cosas… sino, sospecho.
Publicar
En mi caso sucede con etapas claras y cerradas. Para mí publicar es dar a luz. Antes hubo gestación, hubo muchas otras cosas. Es presentar eso en sociedad. ¿Qué busco? Gritar. Con Indecible aprendí que el sentimiento grande -por decirlo de alguna manera-, el valioso, el que toma todo tu cuerpo, no se puede describir. La palabra no alcanza. Y es indecible en el sentido de que si lo decís, lo cagás, lo rasguñás, lo dañás. Dos de azúcar es la situación de confesión, del café, de lo común que no vemos. Y el pedido de ternura de cicatrización, que ves en Maldad, cantidad necesaria… yo digo que la cantidad necesaria es la justa para defenderse. Es un yo más descubierto, pero porque yo también descubrí otras cosas, y soy otra, o la misma pero sabiendo más cosas. No amar a costa de cualquier cosa, pero amar profundamente, el valor del silencio, de la palabra.
Proyectos
Tengo un poema a terminar que puede que lo haga hoy, y veo un nuevo libro, ya existe la carpeta. Es de poesía. Proyectos de novela, dos y abandonados, pero con ganas de retomar. De los temas a tratar… el padre en uno de los proyectos sigue, la muerte en el otro, el erotismo o la sexualidad. O ambos.
“El vacío levanta su casa en mi vientre
descansan los turistas
en la hospitalidad de mi concha
una pared helada que se agrieta
en cada visita”
La sexualidad
La sexualidad es libertad. El uso de la sexualidad es poder. Pero la entrega. La sexualidad como necesidad y dese de darle placer a otro y que alguien te genere lo mejor, lo más animal tuyo, es libertad pura. Si se practica como deporte, la sexualidad pierde eso animal; es más ficción o una trayectoria, digamos, necesaria, obligatoria. Hay gente que finge el orgasmo, que toma como liberación acostarse con gente que no le gusta o que después del acto sexual le da asco. Rendirle culto al otro dejando en segundo lugar el deseo ferviente de uno te hace sumar historias que te vacía. Si la boca es la entrada a la subjetividad, lo genital no sé. Todo se aloja ahí. Queda huella.
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