A 26 años del copamiento del cuartel de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria (MTP), compartimos en forma exclusiva la introducción del libro de Hugo Montero, “De Nicaragua a La Tablada”, de editorial Sudestada.
Este no es un libro neutral.
No podría serlo, de ningún modo. No hay neutralidad posible cuando se trata de contar una historia que involucra a tantos compañeros, a un proyecto colectivo, a una organización que hoy ya no existe pero que abrió, durante los primeros años de la recuperación democrática, un cauce original en la escena política argentina.
No es un libro neutral, precisamente, porque no hay espacio para narrar un episodio de la confrontación entre opresores y oprimidos desde el resguardo de la distancia y la moderación. Porque, más allá de ese pliegue del tiempo que significó el 23 de enero de 1989, seguir el rastro de los protagonistas significa abordar necesariamente hitos del movimiento revolucionario de América Latina. Registrar sus vidas es detenerse en la épica de la resistencia peronista y en la epopeya sandinista en Nicaragua; en la ejemplar huelga obrera en Villa Constitución y en el desarrollo de la guerrilla rural en el monte tucumano; en la puja por el derecho a la tierra de los asentamientos en el conurbano bonaerense y en la dignidad de lucha de los zafreros del Ingenio Ledesma. En cada uno de estos sucesos –y en tantos otros similares– es posible dar con la huella de un militante del Movimiento Todos por la Patria (MTP).
Aquí están sus voces, en primera persona: en cartas apasionadas desde la cárcel, en alegatos ante un tribunal, en discursos durante asambleas obreras, en entrevistas periodísticas, en poemas de combate, en documentos partidarios. Son ellos quienes explican qué convicciones defendían, por qué país luchaban.
Cuando un par de años atrás nos lanzamos desde Sudestada a intentar comprender La Tablada, el primer paso fue conocer quiénes habían sido sus protagonistas y qué buscaban con esa acción; pero también indagar en el eje de su construcción política y en las vertientes ideológicas que confluían en el MTP. Decíamos entonces que antes de valorizar políticamente la acción del 23-E era necesario detenerse en las razones de quienes se habían jugado la vida detrás de ese intento. Con respeto y afecto, nos acercamos a ellos porque sabíamos –y así lo escribimos– que no existe nada peor para un revolucionario que no ser comprendido por las masas en su accionar. De allí el impulso inicial de este libro, el comienzo de la búsqueda. Conocer quiénes eran para, entonces sí, analizar desde un perfil crítico el ataque a un regimiento militar en plena democracia en crisis. En el trayecto, apuntábamos, fuimos descubriendo que detrás de un episodio demonizado por la prensa, se ocultaba otra historia que era preciso registrar. Y esa historia se diversificaba en muchas otras, en la necesidad de dar cuenta de tantas vidas marcadas por la militancia, el sacrificio y la audacia de dejar todo en el camino, de poner los actos a la altura de las ideas y de ser los primeros en la fila para enfrentarse al enemigo militar.
Pero ese mismo respeto y afecto, lo sabíamos, no podía de ningún modo condicionar nuestras preguntas, hasta entonces sin respuestas. Por el contrario, ese vínculo fue el que nos exigió profundizar aún más la investigación para intentar comprender lo que antes parecía inabordable, para procurar encontrar la raíz de una decisión que terminó con la valiosa vida de 31 compañeros (una minoría, muertos en combate; la mayoría, fusilados por el Ejército una vez rendidos), con cuatro de ellos hasta hoy desaparecidos, y con la organización que los nucleaba, extinguida. De allí la disposición para apartar del análisis las teorías conspirativas infundadas y las miradas sesgadas que contaminan desde hace tiempo cualquier abordaje periodístico. Porque para interpretar las razones de su última decisión combatiente era imprescindible reconocer su paso por una Argentina autoritaria que primero empujó a jóvenes generaciones en busca de una alternativa revolucionaria, para después exterminar con la prepotencia genocida la semilla de ese cambio que se intentaba gestar; para más tarde acomodar las piezas con astucia y exhibir como mal menor una democracia claudicante y permeable a las presiones castrenses.
En ese contexto se desarrollan los hechos que registra este libro. En ese período histórico irrumpen las preguntas que lo tensan: ¿Qué era el MTP? ¿Cuáles eran su estructura interna, su metodología militante, su proyecto político, su visión de poder? ¿Por qué confluyeron allí guerrilleros de organizaciones armadas de los setenta, trabajadores con antecedentes de lucha sindical, jóvenes activistas barriales y cristianos, intelectuales, religiosos y luchadores por los derechos humanos? ¿Por qué eligió definirse como un movimiento amplio y antisectario, construido a imagen y semejanza del modelo unitario e insurreccional que había impulsado el sandinismo durante la ofensiva final en Nicaragua? ¿Por qué se había marcado como prioridad el reclamo por una democracia participativa y qué razones motivaron a la apuesta fugaz por la vía electoral, sin soslayar el incipiente trabajo de base que le valió un considerable crecimiento? ¿Qué concepción político-militar se impuso para que sus principales cuadros encabezaran la columna de 46 compañeros que ingresó al cuartel para intentar generar una insurrección popular? ¿Cuál era la estrategia general que contaba con La Tablada como primer eslabón? ¿Dónde se situaron los errores políticos y por qué fracasó el plan en términos operativos? ¿Por qué nunca pudieron los sobrevivientes juntarse a realizar un balance crítico y qué motivaciones provocaron que la realidad de los hechos fuera reemplazada por un discurso construido sobre la base de eufemismos, mentiras y medias verdades, que protege tanto como distorsiona? ¿Por qué, más de dos décadas después, las sombras aún tiñen de gris la crónica de los acontecimientos?
Conversar durante horas con los militantes, escuchar sus voces, registrar sus opiniones, confirma una certeza que diferencia al MTP de otras experiencias partidarias del pasado: entre los sobrevivientes de La Tablada no hay arrepentidos, ni conversos, ni quebrados. Cada uno de ellos mantiene una mirada vindicadora sobre su experiencia militante, y una minoría (al menos, públicamente) se anima a analizar los hechos desde un costado crítico. Todos perdieron en el cuartel familiares, amigos, compañeros y la perspectiva de un futuro mejor. Todos padecieron años de cárcel, torturas y soledades. Más allá de las interpretaciones que puedan desprenderse de la crónica, el valor de su testimonio reside en asumir una discusión postergada sobre la verdad en el marco de la lucha revolucionaria.
La ausencia de una mirada propia de los militantes, la efectividad de las conjeturas conspirativas que la confusión de La Tablada generó y la tenacidad con la que algunos compañeros aún hoy defienden versiones inverosímiles o incompletas de la realidad, exigen el ejercicio crítico de la lectura, del disenso y del debate. No se trata de analizar un tema sencillo: muchos murieron bajo las balas militares y otros tantos padecieron la cárcel durante años como altísimo costo por sus decisiones. Pero el interés que sigue despertando La Tablada como jalón histórico entre los rebeldes del continente precisa de una puerta abierta para entrarle a una historia que no deja de aportar, más allá de errores y ambigüedades, importantes lecciones políticas para aquellos lectores inquietos que, como nosotros, no se conforman con la verdad manipulada por los vencedores ni con la mirada complaciente de los incondicionales.
Este no es un libro neutral, decíamos. En el combate librado entre un grupo de militantes que apostó por un cambio revolucionario a través de una acción guerrillera y un ejército genocida que fusiló a detenidos, carbonizó y mutiló cadáveres y torturó a los presos; no hay neutralidad posible. Desde este punto de partida iniciamos este viaje en procura de una verdad que, después de tantos años de versiones cruzadas, pretendemos develar.