Por Gonzalo Reartes. Una mirada sobre Bob Dylan en una retrospectiva que remarca la permanente dinámica de su vida y obra. En esta primera parte, la influencia de Rimbaud, la idolatría de George Harrison y una lectura sobre The Freewheelin.
“Todo lo que puedo hacer
es intentar ser yo.
Quienquiera que ése sea.”
¿Qué puede escribirse sobre Bob Dylan que no se haya escrito ya? Alrededor de su obra y (sobre todo) de su vida personal se han hecho las más diversas y disparatadas conjeturas posibles. ¿Quién es Bob Dylan? ¿El muchachito idealista de 20 años que tocaba canciones folk y deslumbraba a la escena beatnik con la lucidez de sus letras profundas? ¿El joven que cambió su apellido inspirado por el poeta Dylan Thomas, dejando atrás su pasado y declarando que no tenía nada que ver con los hechos de su propia infancia? ¿Uno de los pioneros, junto a los Beatles, con quienes mantenía una gran amistad (exceptuando a Paul Mc Cartney), de muchos aspectos de lo que constituyó la base de un nuevo género musical basado en guitarras fender y letras que se oponían a la autoridad en todas sus formas? ¿Aquel hombre maduro que abandonó el judaísmo, se convirtió al cristianismo a fines de los ´70 y anunció en dos discos enteros “la llegada del Señor”? ¿O, acaso, es aquella estrella de rock que desde el principio de los ´80 está embarcado en una gira demencial llamada “The never ending tour” (“La gira sin fin”) recorriendo el mundo sin parar a sus, hoy, 73 años de edad?
“Tengo algo adentro mío que quiere salir”, escribió alguna vez Rimbaud, gran influencia en la obra Dylanesca. No puede evitar escribir lo que escribe. Hacer lo que hace. Los cambios (y las contradicciones) en su carrera son tan naturales como la puesta del sol que vemos cotidianamente. Nada es. Todo está en permanente cambio. Lo estático es la muerte. La fama es efímera, superficial, un medio para alcanzar otra cosa.
Él mismo lo ha afirmado alguna vez: “Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo. Bob Dylan nunca piensa en Bob Dylan. Yo no pienso en mí mismo como Bob Dylan. Como dijo Rimbaud: Yo es otro.” Más allá de la música, la vida prosigue. En 1966 sufrió un accidente con su moto que casi le cuesta la vida. En los ´70 se divorció, comenzó a tomar clases de pintura y sacó un álbum hermoso, lleno de dolor. En los ´80 sus discos fueron mediocres. Los ´90 pasaron sin pena ni gloria. A partir del 2000, asistimos a una especie de resurgimiento en su carrera. Publica Crónicas, la primera entrega de sus memorias, y colabora con Martin Scorsese en una película biográfica llamada “No direction home”. No importa donde vaya ni qué haga, siempre generará amor, odio, y, ante todo, expectativa.
The Freewheelin’
En estas escasas líneas intentaremos plantear tres aproximaciones a la obra de Dylan a partir de tres discos que representan tres momentos bien distintos (y claves) de su carrera y vida. El primero (único incluido en esta entrega) que se destaca ante nosotros lleva por nombre The Freewheelin’ Bob Dylan, de 1963. Es un disco multifacético que mezcla letras de energía, idealismo, humor, ironía, amores perdidos y conciencia política. Contiene el tema “Blowin’ in the wind”, que lanza a Dylan al estrellato y lo coloca en la cima del movimiento folk y de aquella lucha a favor de los derechos civiles y de la igualdad racial, con frases como: “¿Cuántos caminos debe caminar un hombre/ antes de que lo llames hombre?/ ¿Cuántas veces puede un hombre voltear su cabeza/ fingiendo que no ve nada?/ ¿Cuántas muertes se necesita para que sepa/ que demasiadas personas han muerto?”.
George Harrison ha declarado: “Creo que fue su segundo álbum el que oímos primero. Lo gastamos de tanto oírlo. El contenido de las letras de las canciones y la actitud eran increíblemente originales y maravillosos.” Se destacan canciones como “Masters of War” (donde se descarga contra los gobernantes y el poder político oculto que envía a generaciones enteras a la muerte, la locura y la crueldad de guerras que no hacen más que esconder intereses económicos y relaciones de poder), “A hard rain’s a-gonna fall”, “Girl from the North Country” y la dulce (y dolorosa) “Don’t think twice, it’s all right”, producto de su separación con Suze Rotolo.
Freewheelin’ nos presenta a Dylan como un joven que simplemente quiere expresar lo que hay en su mente. Bucea en lo oscuro y escribe aquello que parece brotar naturalmente de sus dedos. No elige lo que escribe, lo que escribe lo elige a él. Y no todo es bonito. Dirá al respecto: “¿Feliz? Cualquiera puede ser feliz. ¿Cuál es el sentido de eso? ¿Cómo vas a cambiar las cosas si sólo quieres mostrar lo que es bonito?”.
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