Por Marina Pandolfi y Maru Correa. A casi cuatro meses de la desaparición de la joven misionera de 24 años, se encontraron partes de un cuerpo en Unión Ferroviaria. Luego de que se realizaran los estudios de ADN correspondientes, desde la UFI N°2 descentralizada de Ezeiza confirmaron que se trata de ella.
A cuatro meses de la desaparición de Analía Itatí Oliveira, un resultado de ADN de las partes de un cuerpo que aparecieron en Unión Ferroviaria dieron positivo. Sin embargo, todavía falta encontrar el resto. “Esto significa que nos la van a ir entregando por partes. ¿Te das cuenta? Es una locura todo esto”, manifestó, totalmente consternado, Emilio, uno de sus hermanos. “¿Quién pudo haber hecho algo así?” es una de las tantas preguntas que hace su familia. Pero, sobre todo, “¿por qué?”. De nuevo se repite la historia de la “averiguación de paradero” que termina en “femicidio”.
Analía era una joven misionera de 24 años. Hacía un año y medio que se había trasladado a Buenos Aires para acompañar a su novio, un cadete del Colegio Militar que le había pagado el pasaje de Misiones a Buenos Aires. Rubia y de baja estatura, tenía un tatuaje en la nuca con el nombre “Juan” por su novio. Trabajaba como auxiliar de limpieza en un country de Ezeiza y, según contó Miriam, su madre, quería empezar a estudiar Turismo en la Universidad de Lanús.
Aquel sábado 9 de agosto, hace casi cuatro meses, desapareció de la casa en la que vivía con una ex novia de sus hermanos, Samanta Villagra. Al momento de su desaparición, Samanta alegó que Analía “se fue el sábado con un bolsito y dijo que volvería al día siguiente”, pero nunca lo hizo. A partir de ahí, comenzó el desconcierto y la desesperación. Se pegaron carteles de búsqueda en las estaciones y se intentó toda la difusión posible del caso, pero el teléfono nunca sonó con el llamado de alguien que pudiera aportar algún dato. “Nadie nos llamó para decirnos, por ejemplo, que se tenía que encontrar con ella y que nunca llegó”, contó su madre. “Entonces, hay alguien que sabe algo y no lo está queriendo decir”, agregó Celeste, esposa de Emilio y cuñada de Analía.
El fiscal que lleva adelante la causa, Carlos Hassan, de la UFI 2 descentralizada de Ezeiza manifestó que “es un caso complicado de desaparición” porque “se trata de una chica del interior, que vino acá sólo por su novio. Vivía con una ex cuñada y no tenía un círculo definido de amistades”. Su tarjeta SUBE registró movimientos dentro del partido de Ezeiza hasta el 12 de agosto, aunque su último contacto en redes sociales como Facebook y WhatsApp data del domingo 10 en horas de la madrugada.
El 18 de agosto, las partes de un cuerpo aparecieron en un descampado de Unión Ferroviaria. Una pareja que pasaba por allí se encontró con aquel escenario y dio aviso a la policía. Hasta el momento, esas partes no coincidían con la contextura física de nadie que estuviera desaparecido en Ezeiza hasta ese momento. Tres días después, cae en la UFI N°2 una denuncia por averiguación de paradero.
Por orden del fiscal, se realizaron varios allanamientos en las localidades aleñadas, como Unión Ferroviaria, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini para continuar con la búsqueda. Incluso se allanó la casa donde vivía Analía, en el barrio Santa Marta, pero sólo se pudo incautar su ropa para obtener rastros de su ADN. Al cotejar los datos genéticos de su ropa y de las partes del cuerpo encontradas, lamentablemente, coincidieron. “Fuimos atando cabos y decidimos realizar un estudio de ADN. Lamentablemente coincidía con la descripción y contextura física de Analía”, explicó Hassan.
El mapa de búsqueda fue complicado, porque no hay ningún testigo que haya visto salir a Analía, que la haya visto dar vueltas por Ezeiza o que, efectivamente, se haya encontrado con ella. Sin embargo, seguirá siendo complejo, porque hay que seguir buscando “las partes que faltan”. Emilio cuenta que a su madre le han ofrecido dinero para decirle donde están las otras partes. Como si no fuera dolor suficiente perder a una hija, el sufrimiento se alarga por tener que seguir buscando como si fuera un juego. Y del más macabro.
Nuevamente, aparece el cuerpo de una mujer mutilado, ultrajado, abandonado en un descampado o entre la basura. La atrocidad de este caso resuena hasta en las manos de quien escribe en este momento. Nuevamente, el nombre de Analía se suma a la larga lista de femicidios, de mujeres que son víctimas de la violencia machista, porque quien la tuvo por última vez entre sus manos la consideró un objeto. O hizo lo que hizo pensando en que nadie notaría su ausencia, o que el crimen jamás sería descubierto.
Las imprescindibles
En todo este marco es que distintas organizaciones de género, sociales, políticas y gremiales de la zona sur están en búsqueda de justicia, junto a la familia de Analía. Están al tanto de lo ocurrido, acompañan a la mamá y el hermano de la joven en cada paso formal, con el único fin de reclamar que el caso se esclarezca ya mismo y que el o los culpables vayan presos. Son muchas, más de mil personas, las que se mueven por Analía, pero no por ella en sí misma, sino por ella como representante de todas las Analías que la violencia machista asesina a diario y que, si estos procesos se ralentizan tanto, seguirán asesinando.
En la lucha están la organización de género Mariposas de Villa Paris, la Federación de Organizaciones de Base (FOB), el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) “Tierra y Dignidad”, el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) de Glew, el Partido Obrero (PO) de Ezeiza, Proyecto Cultural “Los Otros”, la Red Infancia Robada, La Casa del Encuentro y las mujeres de la Campaña Nacional contra las Violencias. También se comprometen con la pluma los medios de comunicación populares, y con el cuerpo las madres de otras mujeres asesinadas recientemente por ex parejas, como Estefanía Díaz y Gabriela Consme.
Estas mujeres organizadas necesitan un abogado o abogada penalista que las ayude con la lectura de los expedientes y a comprender algunos términos, con el objetivo de ejercer su derecho a tener una mirada propia sobre la situación. “Es todo muy burocrático. Los tiempos de la mamá de Analía no son los mismos que los de la investigación, y se necesita permiso para dar cualquier paso”, afirma Myriam Machaca, de Mariposas de Villa Paris. En esa línea, concluye: “sabemos que hay que reservar información, pero a la madre hay que decirle la verdad. Mucho cuidado, mucho cuidado, sí, pero no se sabe nada. ¿Cuánto hace que pasó esto? ¿Cuánto puede tardar un resultado de ADN?”
Una mujer más, una mujer menos
Analía Itatí Oliveira no murió. A Analía Itatí Oliveira la mataron. Ella fue una mujer, ahora es un número. En una sociedad capitalista y patriarcal como la nuestra, tendremos que recordarla así. ¿Por qué? Porque en poco tiempo, el Observatorio de Femicidios en Argentina “Marisel Zambrano”, de La Casa del Encuentro, volverá a difundir las estadísticas del horror: la cantidad de femicidios acontecidos en 2014 y la comparación con años anteriores.
El porcentaje de mujeres muertas en manos de varones creció este año. La cantidad de casos publicados por los medios de comunicación así lo indican (en 2013 hubo en la Argentina 295 mujeres asesinadas por varones, en su mayoría parejas y ex parejas, 40 casos más que en 2012). Entonces habrá que ver en cuánto se ha incrementado ahora la inoperancia de las autoridades responsables de velar por el derecho de las mujeres a vivir una vida plena, sin violencia, y cómo continuaron actuando las estructuras simbólicas que en definitiva refuerzan y naturalizan esa violencia. Porque el femicidio es un concepto político y cultural por donde se lo mire.
Analía es una víctima más de la violencia de género y una mujer menos con la posibilidad de vivir, de interactuar, de pensar, tal como lo garantizaría la Ley 26.485, para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que ellas desarrollen sus relaciones interpersonales.