Por Laura Salomé Canteros* y Gala Abramovich / Foto por Oswaldo Ameg Ramos
¿Es posible construir y sostener organizaciones sociales y políticas sin apartar a los violentos? Al son de la organización y el poder de lucha de las mujeres y los feminismos, las historias a la vuelta de la esquina. El resultado, ¿estructuras expulsivas para las mujeres?
Un repaso atento por la memoria cercana, por los buscadores y las redes sociales, ¿las plazas modernas?, para reconstruir las resistencias que surgen a partir de identificar aquellas piezas de un rompecabezas colectivo: las historias (muchas) de vidas vulneradas.
La legitimidad de la voz de las mujeres a partir de la lucha de los feminismos en todos los espacios, nos permitió entender que las violencias machistas son una problemática social y política y no “casos aislados” o “cuestiones privadas”, y esta concepción es necesaria para avanzar hacia resoluciones de una sociedad donde podamos cuestionar los privilegios socioculturales en la asignación de cuotas de poder, acceso a los recursos económicos y espacios de decisión y objetivar(nos) hasta que todxs podamos ser libres. Y esto no debería ser una excepción cuando hablamos de organizaciones sociales y políticas.
Historias a la vuelta de la esquina
El primer caso que se hizo público y que causó gran conmoción fue el de David Gabe, integrante de Nuevo MAS y estudiante de la Facultad de Psicología de la UBA. La denuncia la realizó una integrante de la agrupación de mujeres Las Rojas al relatar que había sido violentada sexualmente por Gabe. Como medida decidieron suspender al violento por seis meses, situación ante la que la mujer tenía que compartir espacios con el varón, por lo que terminó yéndose y realizando al tiempo y con otras víctimas, un escrache público vías redes sociales y uno en la Facultad de Psicología. A su vez, en Izquierda Socialista se sucedió otra denuncia contra uno de sus integrantes, un varón que fue denunciado por la agrupación feminista Mundanas, que trabaja con historias de abuso sexual infantil.
En la Asociación Judicial Bonaerense durante 2012 una (ex) afiliada fue acosada por un dirigente de la conducción provincial, quien nunca había sido denunciado por algo parecido. Inmediatamente tomó conocimiento de la situación el Secretario General, quien prohíbió el ingreso del violento al edificio y le propuso su retiro mediante licencia hasta el final del mandato o la renuncia al cargo. El agresor decidió que lo mejor era presentar sus disculpas a la mujer pero éstas no fueron aceptadas, y a lo que respondió solicitando una licencia hasta el final de su mandato siendo esta aceptada por una parte de la conducción mientras que la otra agrupación que integraba la Comisión Directiva se abstuvo estando inclusive entre ellos la Secretaría de Género provincial.
En abril de 2014, mujeres que formaban parte de organizaciones de las coaliciones sindicales ATE Buenos Aires y CTA Nacional, exigieron la separación de Julio Ortellado, Director de Organización de la CTA Nacional. Luego de denuncias de varias afiliadas por acoso y una por abuso sexual que llegó al poder judicial, esta situación que decían era “un secreto a voces”, se hizo pública junto al pedido de separación del dirigente de su cargo y de la organización sindical, algo que finalmente sucedió. En esas líneas se advertía, “las denuncias contra este dirigente incluso rebasan lo penal, creando en la base de los afiliados un profundo desprecio a la organización sindical. Continuar sosteniendo esta situación, solo hace cómplice de los abusos al conjunto de la central”.
Denunciado por misoginia y violencia psicológica, Martin Sande era referente político de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), Antena Negra y DTL!. Fue expulsado recientemente del canal comunitario Antena Negra y de la RNMA, luego de un debate obligado que le siguió a un “escrache” que visibilizó “muchos años de silencio” de ex integrantes de las organizaciones donde participó que lo denunciaron.
Dante Palma, filósofo y profesor de las Universidades de Buenos Aires y San Martín y ex “panelista” del programa de televisión 678, fue denunciado por ejercer violencia sexual, psicológica y simbólica por al menos dos de sus ex parejas, quienes lo hicieron ante el poder judicial pero también ante su organización, La Cámpora, y en los medios y las redes sociales. En diálogo con Marcha, Julieta Petracca, afirmó que recibió “mensajes de algunos dirigentes kirchneristas” pero que “ninguno se pronuncia públicamente al respecto”.
Otra historia cercana fue la que protagonizó Matias Caccavo, integrante de la agrupación El Megafón, dentro del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. La denuncia la había realizado otra de sus integrantes, quien primero acudió a sus (ex) compañeras quienes no le dieron la respuesta que esperaba, por lo que se fue de la organización y con otras mujeres que la acompañaron hizo pública la denuncia vía Facebook. La agrupación, por su parte, contestó también vía redes sociales defendiendo al denunciado, diciendo que la estudiante era “presunta víctima”, basándose en que lo conocen “de años”, y que al no haber una denuncia judicial no tenían que tomar ninguna medida.
Y en la FORA, histórico espacio de construcción donde las y los trabajadores anarcosindicalistas se nuclean, también hubo un caso de violencia machista que se hizo público. La denuncia fue contra “Pavel”, por acoso y hostigamiento y la situación hizo que las mujeres denunciantes se vayan del espacio.
El feminismo como respuesta
“La revolución feminista apenas ha comenzado”, dijo en una reciente entrevista la filósofa política española, Maite Larrauri, quien además afirmó que “feminizar la política significa poner a las mujeres en el centro de la política. Hacer que el mundo esté también para cubrir sus necesidades y sus deseos y sus libertades”.
En “Tijeras para todas. Textos sobre violencia machista en los movimientos sociales”, por ejemplo, se encuentra relatos de historias concretas pero que pretenden ser el disparador necesario para que el debate y la reflexión lleve a caminos de resolución, y sobre todo de construcción en el respeto de las identidades.
Es que analizar y visibilizar las luchas “desde adentro” que dan las mujeres que denuncian (también) dentro de las organizaciones sociales y políticas, no es ir contra éstas sino dejar de lado el miedo y contribuir a la voluntad transformadora y de cambio social desde el aporte de todas las personas que la integran pero haciendo hincapié en una máxima feminista: erradicar las violencias machistas y las múltiples formas en que se vulneran sus derechos y se manifiestan las opresiones.
*editora de la sección Géneros
Nota relacionada:
Violencias dentro de las organizaciones (I). De esto sí se habla