Por Ignacio Marchini (@profneurus) * / Fotos: Fundación Rosa Luxemburgo – Oficina Buenos Aires
Hace dos años, el grupo de Economistas de Izquierda (EDI) organizó –en colaboración con la Fundación Rosa Luxemburgo (FRL) – el taller “¿A dónde va la economía del gobierno Macri?”, impulsados por la necesidad de caracterizar el avance de los gobiernos de derecha en América Latina (y el resto del mundo) y el proyecto económico que venían a implementar. Este año la avanzada del neoliberalismo en la región se acelera y se vuelve urgente revisar las últimas caracterizaciones y recalcular las proyecciones de aquel momento.
El sábado de 21 de abril se llevó a cabo en la Fundación Rosa Luxemburgo el taller anual de Economistas de Izquierda, titulado: “Capitalismo argentino ¿Una vez más en la encrucijada?“. Casi la totalidad de los y las panelistas estuvo compuesta por especialistas en economía; en representación del EDI asistieron Claudio Katz, Guillermo Gigliani, Jorge Marchini, José Castillo y Eduardo Lucita, quien además cumplió el rol de coordinación del taller. Los invitados e invitadas fueron Esteban Mercatante, Mariano Féliz, la historiadora Valeria Ianni, Federico Walberg, Francisco Cantamutto, Marisa Duarte, el sociólogo Adrián Piva y Agostina Costantino. Esta última no desaprovechó la oportunidad para celebrar que “el año pasado éramos dos, este año somos tres, espero que el año que viene seamos cuatro o más las mujeres en la mesa”, una clara muestra de cómo las mujeres van ganando lugar en espacios que antes estaban asociados casi exclusivamente a los hombres, como es el caso de la economía.
En 2016, la llegada del “segundo semestre” mantenía las ilusiones de una población que hoy en día comienza a ver cada vez con más desconfianza las promesas de reactivación económica del macrismo. La aclamada “lluvia de inversiones” resultó, apenas, una garúa que lejos quedó de las expectativas de industrialización y generación de empleo genuino que anunciaba (y continúa anunciando) el oficialismo. Por eso, se vuelve indispensable la pregunta que formuló Eduardo Lucita en la presentación del taller: “¿Es esta otra encrucijada del capitalismo argentino, como nos tiene acostumbrados desde la mitad del siglo pasado hasta ahora, o esta crisis se enmarca en un proyecto a escala mundial?”.
Para poder responderla, primero es necesario caracterizar la actualidad de la economía argentina y las decisiones políticas que la explican. El gobierno que encabeza Mauricio Macri fue votado por un amplio sector del electorado que hoy en día es una de las principales víctimas del brutal ajuste económico. “¿Por qué los sectores populares votan a la derecha?” se preguntaba Marisa Duarte al comienzo de su exposición. Según ella, hay dos factores claves que explican “la salida por derecha” en la Argentina: la crisis de representación política que atraviesan los distintos sectores sociales y una tremenda desestructuración de los mismos: “No sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de clase capitalista y clase obrera. Tendemos a pensarlos con las viejas categorías que no responden a la realidad. Estaban pensadas para un mundo que murió. Es necesario volver a pensar qué es ser capitalista hoy en día en la Argentina y cuáles son las alianzas posibles para enfrentarlos”. Esta visión se complementa con la esgrimida por Claudio Katz, según quien “el electorado avaló a este gabinete de CEOs imaginando que estimularían la inversión. Dos años de gestión hay desmentido esas fantasías”.
¿Cuál es la situación económica entonces, desde el triunfo de Cambiemos en 2015? Según Katz, el nítido predominio de financistas en el gobierno impone un endeudamiento desbocado, favoreciendo a los banqueros y generando tensión con el sector agrominero por la apreciación del tipo de cambio y sobretodo con la industria nacional, que se vio fuertemente perjudicada con la apertura de las importaciones. El economista además trazó ciertos paralelismos con el modelo económico menemista, sobretodo en el nivel de agresión hacia los y las trabajadoras, la destrucción de la producción nacional y el endeudamiento desenfrenado. Sin embargo, hay algunas diferencias muy marcadas, como lo son la enorme resistencia popular actual y un mercado internacional mucho más desfavorable, con las principales economías cerradas hacia sí mismas.
Un punto en el que coincidieron todas las y los expositores es la evidente falta de resultados en materia económica. Los ’90 tuvieron el espejismo de la convertibilidad y la estabilización de precios durante la gestión del Ministro de Economía de la Nación Domingo Cavallo. En la actualidad, la inflación estructural se agrava continuamente, acentuada por las devaluaciones y los tarifazos. La distancia entre promesas y realidades se vuelve entonces abismal. La tasa de inflación es elevadísima, el “crecimiento invisible” es un mero rebote de la caída que retrotrae al piso del 2015, el salario disminuyó significativamente y la inversión se mantiene en niveles bajos. Los aumentos de la emisión monetaria y el déficit fiscal no pudieron ser frenados. Todo esto sumado a despidos masivos y una creciente precarización laboral. Ni siquiera las exportaciones de materias primas, histórico fuerte de la economía argentina, escaparon a la caída general.
El mercado internacional tampoco acompaña a las pretensiones del oficialismo. Agostina Costantino se encargó de demostrar esta premisa con algunas cifras. “Desde el 2008 y hasta el 2015 las inversiones extranjeras directas (IED) estaban dirigidas principalmente a los países que integran el G-20, sin contar a las principales economías agrupadas en el G-7, explicado por el boom de las commodities en esos años. Esta tendencia se revierte a partir del 2016, cuando las IED comienzan a volver hacia los países del G-7”. Para ese año, “el 34% de la IED mundial se redirigió a Estados Unidos y Gran Bretaña, cuando un año antes explicaban solo el 20%”. Este retroceso económico en América Latina, entonces, debe ser entendido dentro de un “ajuste de transformación estructural a escala mundial”, como caracterizó Francisco Cantamutto, y como un “proyecto estratégico de clase”, en palabras de la historiadora Valeria Ianni.
¿Quiebre o continuidad programática?
Otro eje que atravesó el debate fue sobre si esta profundización del ajuste respondía a un cambio de paradigma en materia económica o una mera continuación del modelo neodesarrollista de los años anteriores. El sociólogo Adrian Piva brindó algunos datos para esclarecer esta cuestión: “Desde el 2012 que hay un estancamiento del PBI y no hay un cambio significativo en ese aspecto con la llegada del macrismo. Cuando observamos la variación del consumo total, tampoco hay un cambio de comportamiento significativo. Por ejemplo, en 2014 hubo una caída de 3,3 puntos y una recuperación del 4,2. Los números del 2016 son un poco raros. Registran una caída de casi 1% en el consumo total y una recuperación del 3,3. Esta subestimación del impacto de la caída tiene mucho que ver con el peso de las tarifas”. Por su parte, el fuerte “crecimiento” de la inversión en 2017 se explica en relación a los niveles bajos que venía teniendo. Cada caída de la inversión desde el 2012 no era recuperada, por lo que el nivel de inversión actual recupera los niveles de 2012 y 2013. Ahí tampoco se observa el “quiebre” que se supondría a primera vista.
Estas continuidades también pueden observarse en las remuneraciones. La caída del salario real en 2014 fue de -4,8% y del -5,8% en 2016. “Fue más grande la caída pero no es un cambio notable que muestre un patrón de ruptura”, afirmó Piva. En base a estimaciones de la Universidad Católica Argentina (UCA), los mismos resultados pueden desprenderse de los análisis de las tasas de pobreza y las tasas de indigencia: si bien hubo una caída entre 2010 y 2011, la pobreza volvió a crecer entre 2012 y 2015 hasta alcanzar un 29%. En 2016 creció al 32,9% pero de vuelta en 2017 se retrotrajo al 28,6%. Variaciones similares pueden observarse en los mismos años en relación al empleo público y las tasas de interés. Mariano Féliz reafirmó esta postura, agregando que “la tasa de ganancia se encuentra estancada desde 2012”.
Las variables económicas respaldaron un consenso general entre las y los expositores: no hubo ruptura en todos los aspectos, en muchos casos hubo profundización en las políticas económicas. Aprovechando el superávit de los años kirchneristas, se creó la ilusión de que, sobre la base del crecimiento económico y una situación internacional altamente favorable, era posible conciliar las contradicciones entre las clases, a partir de la vuelta de las negociaciones paritarias y los subsidios estatales. Para Esteban Mercatante, “el objetivo era reconciliar a las bases movilizadas del 2002 con las instituciones del Estado”. Esta postura fue respaldada por Eduardo Lucita, el cual afirmó que “la actual coyuntura no es más que un eslabón de un largo ciclo de decadencia del capitalismo argentino”.
Más allá del programa
El acuerdo fue general: es necesario poner en pie un proyecto de masas anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal. Si bien el retroceso en materia de derechos es muy grande y se acentúa rápidamente, se vuelve necesario “no caer en posiciones desmoralizantes y desmovilizantes”, afirmó Valeria Ianni. Para escapar de la mera faceta analítica, el otro gran eje del taller fue examinar las posibilidades de la izquierda argentina en el contexto actual y la proposición de un programa que agrupe la lucha heterogénea y fragmentada de los movimientos políticos y sociales que se rehúsan al proyecto capitalista de reforma estructural económica y subjetiva.
Aunque el panorama se presenta oscuro, es necesario recordar que la clase obrera no ingresa a este período histórico con un fuerte retroceso en materia de organización y movilización, como fue el caso en otras etapas de la historia argentina. Sin embargo, no hay que perder de vista que los cambios sociales no se encuentran linealmente atados a las crisis económicas y que para enfrentar estas políticas regresivas no alcanza con la lucha en las calles, sino que es necesario contar con una propuesta concreta de la izquierda que pueda exceder a la “democracia formal”, la cual no incluye a los sectores más desfavorecidos.
Para Guillermo Gigliani, el primer objetivo de esta propuesta superadora debe ser “aumentar el consumo y sacar a esa proporción tan grande de la población de la zanja que representa la pobreza. Eso se hizo en Cuba y parcialmente en Venezuela, más allá de la situación delicada que hoy le toca atravesar. En segundo lugar, Argentina tiene que apostar al desarrollo de sus fuerzas productivas mediante una planificación que asigne los recursos”. Los recursos que la burguesía niega que existan pero que están, como lo demuestran el blanqueo de capitales y el feroz gasto suntuario de las clases altas y parte de la clase media.
Jorge Marchini, uno de los últimos en exponer, se planteó un gran interrogante: “¿cuál es el rol de la izquierda en la coyuntura política actual? ¿Es suficiente esperar que la crisis económica concientice a las masas?”. En línea con lo expresado por los demás, expresó que “describir al mundo no nos alcanza, nosotros queremos cambiar al mundo. Y la derecha también quiere cambiarlo”. El programa económico de izquierda, existente, no puede quedarse en una mera pronunciación de consignas. En otras palabras, “las luchas no hacen el programa como el programa no hace a las luchas”.
En el contexto de un programa de reestructuración completa del capitalismo argentino de la mano del PRO, Eduardo Lucita afirmó que “no estamos en una situación de crisis abierta pero hay muchos elementos para que se desenvuelva”, atada a la capacidad de financiamiento interno y externo. A pesar de la ofensiva del Capital, no se logra quebrar la correlación de fuerzas que viene del periodo anterior. En ese sentido, Lucita se mostró optimista. “Hay resistencias. ¿En qué país hay un movimiento de derechos humanos con la continuidad y expansión de este? ¿En qué país hay un movimiento de mujeres que hace más de 30 años hace encuentros de mujeres con miles y miles de participantes? ¿En qué país hay una burocracia sindical, decrépita, inmoral, que sin embargo puede poner 300 mil personas en la calle de un momento para el otro?”. Y concluyó: “no alcanza con tener un programa común de emergencia que albergue al conjunto de las reivindicaciones populares. Hay que pensar qué tipo de sociedad proponemos, basada en qué relaciones sociales, qué modelo productivo, qué inserción internacional. Eso no se llena solo con la apelación al Socialismo. A esa denominación la tenemos que llenar de contenido”.
* Publicado originalmente en Fundación Rosa Luxemburgo – Oficina Buenos Aires